miércoles, 24 de febrero de 2016

A LA ORILLA DE LA CARRETERA




Al principio me caía mal. Por cualquier cosa, el tío Romeo decía: “Es endoculturación”. Yo no sabía qué significaba la palabreja y creía que tampoco el tío; creía que lo decía sólo por hacerse el interesante. Hasta que un día no pude más y revisé el diccionario y luego fui con el tío para comprobar si sabía el significado. Sí, sí lo sabía. Me dijo que era algo como la transmisión de saberes de los mayores a las nuevas generaciones. Sí, eso, más o menos, decía el diccionario. Y el tío, ya en pose de Platón, dijo que ese proceso era lo que permitía que el mundo siguiera siendo un mundo interesante. ¿Qué pasará el día en que ya no haya endoculturación?, preguntó, ¿En dónde quedará la estafeta?
Siempre que voy en la carretera y paso a un lado de este letrero digo: “Todo es endoculturación”, pero además pienso en el tachilgüil de culturas y sonrío. Acá está, sin saberlo bien a bien, un tachilgüil de dos culturas: la de Michoacán y la de nuestro pueblo. Si alguien menciona que son carnitas estilo Michoacán es como si asegurara que las carnitas de puerco están preparadas de manera exquisita; asimismo, si alguien menciona al cotzito, ya lo dijo el Mincho: “Nada hay más sabroso en la vida que el cotzito lindo y jacarandoso”.
Nunca he entrado al restaurante, porque no como carne (y dijera el Quique que por mi edad ya no debo andar jugando juegos de adolescente).
No he entrado al restaurante, pero imagino que las carnitas son ricas; de igual manera imagino que el dueño es Michoacano y un día llegó a Comitán y advirtió cuál era la palabra más simbólica, la más decidora y no tardó en hallar que el cotzito era lo más recurrido. Porque, ya todo mundo lo ha dicho: el comiteco más famoso es el comiteco y la palabra más comiteca es cotz, que, viéndolo bien, no es una palabra nuestra, pero que la hemos apropiado como si fuese una de las nueve estrellas que dicen protegen este pueblo.
El otro día, Óscar Bonifaz platicó que su hija Olivia vino de España, país donde radica desde hace muchos años. Olivia, por supuesto, es comiteca. Una de las primeras cosas que ella comentó fue que la famosa palabra ya no está pintada en las paredes como antes. Óscar contó que en ese momento salieron a la calle y pintaron un cotz discreto en la fachada de su casa, un poco como para decir ¡eso somos, de esto estamos hechos! (Y para quienes no son comitecos, habrá que advertirles que en Comitán la palabra cotz tiene dos significados: guajolote y acto sexual. Así que cuando decimos que estamos hechos de eso sólo reiteramos que fuimos hechos del acto amoroso más amoroso y, dijera Mincho, del acto más lindo y jacarandoso).
El restaurante está instalado en un lugar icónico de Comitán: frente al Chumis, espacio de reunión de los grupos tojolabales que acuden a la Entrada de Flores en honor a San Caralampio el día diez de febrero. Por ello el nombre del restaurante es como un homenaje a la etnia tojolabal. Sin duda que cuando los hombres y mujeres se concentran con sus banderas, tambores, pitos, cohetes y atados de flores y leen el letrero hallan algo de su propia identidad.
Alguien podrá decir que es una mezcla rara. Sí, la mezcla de la cultura michoacana y chiapaneca es inusual, pero acá está integrada en una serie de modismos y sabores indecibles.
El letrero, escrito en el dialecto comiteco, dice: “Si querés desayunar y comer galán y sabrosito vení al Cotzito”. Desde ahora, las muchachas bonitas deberán tener cuidado en enojarse a la primera provocación, porque es posible que el amado, inocente, sólo las esté invitando a comer una carnitas estilo Michoacán, cuando les dice “Vonós a echar cotzito”.
Como dijera el tío Romeo: ¡Todo es endoculturación! Los mayores trasmiten sus conocimientos para que no se pierdan. Los mayores se encargan de decir cómo se preparan las carnitas para que queden ricas; asimismo, se encargan de repetir la palabra cotz para que el mundo sepa que de ahí venimos. Ya la práctica del cotzito sí es responsabilidad de cada uno.
Al principio me caía mal que el tío anduviera diciendo la palabra por cualquier cosa, pero ahora entiendo que este proceso cultural es de vital importancia para que pervivan los diferentes modos de ser. ¡Que vivan las carnitas estilo Michoacán! ¡Que viva el cotzito lindo y jacarandoso! ¡Que vivan las diferentes culturas!