sábado, 20 de febrero de 2016

CARTA A MARIANA, DONDE SE VISLUMBRA EL BRILLO DE UNA AURORA



Con un abrazo respetuoso al notario Gerardo Pensamiento,
por la ausencia física de su esposa, doña Ruth Morales.



Querida Mariana: anexo a esta carta hallarás la foto de una pintura. Es una obra pintada por Aurora Argüello, paisana nuestra.
Nuestro pueblo presume con orgullo sus músicos y escritores. Entre los primeros, los conocedores se llenan la boca cuando hablan de Isabel Soria (dicen que cantó en las grandes salas de Europa), ella fue hija de Fernando Soria, un chiapaneco que nació en Coita y radicó una buena temporada en nuestra ciudad; asimismo se enorgullecen de Esteban Alfonzo, autor de danzones bien sabrosos; hablan del pianista Roberto Martínez (Roberto hijo es el encargado de afinar los pianos del Palacio de Bellas Artes; su hija Lucía dirige una academia de música muy prestigiada en nuestro pueblo; y Felipe es catedrático en la Escuela de Música, de la UNICACH, y dirige el famoso grupo Na’rimbo); también presumen a Leticia Román de Becerril, destacada pianista y, por supuesto, incluyen al maestro marimbista Límbano Vidal, quien, a pesar de que nació en Socoltenango, se hizo comiteco y con sus Águilas de Chiapas puso en alto el nombre de Comitán en medio mundo. No puedo omitir el nombre de Sonia Conde Durán, quien fue una niña prodigio, porque desde pequeña tocaba el acordeón en forma magistral.
¿Y qué decir de los escritores? Tenemos muchos para presumirlos. Claro, la figura señera es la de Rosario Castellanos, pero por ahí ya tenemos las obras de Omar Ruiz, quien escribe bien bonito; lo mismo sucede con los ensayos que escribe el talentosísimo Roberto Culebro Jiménez. ¿Y qué decir de los Bonifaz? ¡Una triada de lujo! Marirrós, Leticia y Óscar son escritores de altos vuelos. Tal vez de quien menos se conoce su obra es de Lety, pero escribe unos ensayos deliciosos y unos haikús de vuelo de grulla. La obra de Marirrós ha sido reconocida a nivel nacional y no faltan los lectores que dicen es una de las voces más importantes de la literatura chiapaneca. Ya de Óscar ni hablamos, ahora anda por todos lados presumiendo el Premio Chiapas que le concedieron el año pasado.
Y hablando del Premio Chiapas, ¡por fin!, el pasado jueves entregaron los correspondientes al año 2015. En Artes lo obtuvo el poeta Óscar Wong, y en Ciencias, el doctor Andrés Fábregas Puig. Cuando algún chiapaneco obtiene un reconocimiento a nivel nacional o internacional nos sentimos chentos. El año pasado, los comitecos nos alegramos con la noticia de que Óscar Bonifaz era el merecedor del máximo reconocimiento que gobierno y pueblo de Chiapas entregan. Ahora, los tonaltecos están de plácemes porque Wong lo obtuvo. ¿Qué decir de Andrés Fábregas Puig? Nada y todo. Decir que él es de esos hombres que honran el premio y que lo engrandecen. En el reconocimiento al doctor Fábregas, el premio se dignifica. Porque habrá que decir que ha habido ocasiones en que se ha premiado sin mucho mérito. Chiapas se ha contagiado del mal que ha pervertido la entrega de la Medalla Belisario Domínguez. ¿Cómo fue posible que un año Fidel Velázquez, el nefasto líder sindical, la recibiera? Bueno, lo mismo sucedió el año pasado en que muchas personas criticaron el hecho de que la medalla la obtuviera un empresario. El año pasado, junto a Bonifaz, Heberto Morales Constantino recibió el Premio Chiapas. El mensaje que el doctor Heberto leyó la noche de la entrega del premio reafirmó la categoría del galardonado. Su discurso queda como muestra de que el jurado no se equivocó al premiarlo.
En Comitán tenemos buenos escritores. En la relación asoma la poeta Mirtha Luz Pérez, quien ha sido premiada a nivel nacional por la calidad de su obra. ¿Qué decir también de los Armendáriz? Igual que los Bonifaz son integrantes de familias sobresalientes en la escritura. Por ahí tenemos la novela “Amores de selva y sombra”, de María Luisa Armendáriz (quien por desgracia falleció recientemente), asimismo, se inscribe dentro de la nómina de escritores comitecos Luis Armando Armendáriz con su novela “El nahual. Falsa crónica de la fundación de Balumkanan”. Dejo al final a quien nos hizo un gran legado donde reconocemos nuestra identidad: Armando Alfonzo Alfonzo, con sus inolvidables libros “Sólo para comitecos” y “Comitán 1940”. Libros inteligentes, llenos de historia, picardía, anécdotas y buen humor.
La relación de músicos también podría extenderse. Ahora viene a mi memoria la figura de Fidel Castañeda, un gran guitarrista, bohemio de hueso colorado; así como la buena horma de Enrique Penagos, un gran baterista (amigos míos juran que tocó en un grupo muy famoso de los años setenta y ochenta: Los pasteles verdes). Y, por supuesto, la presencia magistral de la soprano Lupita Guillén Utrilla, quien nació en Tuxtla, pero cuyos ascendientes comitecos le hincaron el placer de nuestra identidad. Lupita ha brindado conciertos en salas de Europa y de nuestro país. ¡Ah!, cómo nos hinchamos de orgullo cuando alguno de nuestros paisanos descuella en el mundo del arte o del deporte o de la política (siempre y cuando estos políticos sean bien portados, porque si no sólo pena ajena nos injertan).
¿Y la pintura? Comitán ha sido muy poco fértil en este terreno. En el terreno de la escultura no podemos quejarnos porque tenemos al brillantísimo Luis Aguilar, pero en artes plásticas sólo brilló (a nivel estatal) el maestro Güero Mandujano (íntimo amigo de Rosario Castellanos) y, más recientemente, Mario Pinto Pérez, quien es un excelso acuarelista, alumno del célebre Rafael Muñoz López, autor del mural que está en los corredores internos de la Casa de la Cultura. Quien ahora comienza a brillar con colores propios es la autora del cuadro que aparece en la fotografía que te anexo: Aurora Argüello. Ella hace su apuesta en este terreno plástico. Junto con el maestro Bernabé son los dos pintores que comienzan a hacer escuela en los corazones de los alumnos asistentes a sus talleres. Quien ve la obra de Aurora aprecia que ella domina ya muy bien la técnica. Los dos cuadros que ha presentado en el parque central de nuestro pueblo en las exposiciones que ha organizado el grupo Bonbajel Mayaetic muestran un gran colorido y sus formas son una síntesis de rituales propios de nuestro pueblo. El cuadro de esta fotografía sintetiza la riqueza cultural de la entrada de flores en honor a San Caralampio; hace un magistral tachilgüil de figuras simbólicas: por ahí asoman el tamborero y el pitero, asimismo indígenas vestidos con trajes autóctonos y marimbistas que moderan la ruidazón que hace el cohetero. Están presentes dos figuras de gigantes hechos con cartón (figuras que eran presencia fundamental de la entrada de flores en años pasados). Esa mezcla de gente está enmarcada con las banderas que portan los participantes de la entrada de flores, así como colgajos de flores (eques) que son parte importante de la enrama. Aurora eligió una calle que no es tradicional para el recorrido de la entrada, pero que permite al espectador tener una doble visión: una es la que muestra el templo de San Caralampio al fondo (imagen real), y la otra es una visión virtual que hace al espectador sentir que está dentro del templo y que ahí es donde están llegando los peregrinos, porque la enrama es la que da marco a la pintura. ¡Que entren los peregrinos, los que ofrendan su manda por un milagro recibido! ¡Que pasen los que tocan el tambor y el pito! ¡Recibamos a los indígenas de comunidades cercanas que vienen a ofrecer sus flores y a pedir que Tata Lampo bendiga sus tierras, sus sembradíos y cuide a sus familiares! En medio de personas anónimas aparecen los rostros conocidos del cohetero y de un personaje famoso de nuestra localidad: Rafita, así como un personaje que se ha vuelto cercano en los últimos tiempos: el jinete de un caballo negro de una gran estampa. Caballo que es contrapeso de los animales flacos que cabalgan los jinetes con máscaras horrendas que se han integrado al conglomerado en los últimos tiempos.
Nuestros paisanos reconocerán sin ningún problema a Rafita. Lo verán un poco caricaturesco. Aurora nos pone frente a un cuadro donde la ironía está presente a través de la exageración de rasgos. Los marimbistas tienen una figura fuera de proporción si se considera que están cerca del jinete del caballo negro. Aurora nos propone hacer una lectura, no real, sino simbólica de estos tiempos en que los tradicionalistas han acusado la pérdida de identidad. La entrada de flores de San Caralampio actual es como una caricatura de lo que anteriormente se hacía. Por eso, en este cuadro de Aurora, los participantes no van hacia el templo, vienen hacia el espectador. Todo ya es mero pretexto para la fiesta y para la pachanga.

Posdata: Nuestra artista plástica está instalada en la pintura costumbrista, pero nos aporta una mirada novedosa y enraíza nuestra nostalgia. Bienvenida su propuesta. Ojalá tenga mucho éxito.