martes, 27 de diciembre de 2016

ADENTRO





Cada año hacen concursos de La palabra más bonita, el Mejor libro del año, La mejor película y de La mujer más bella del universo. ¿Cuándo hacen el concurso de El sonido más bello? Digo esto porque hay sonidos que nunca hemos escuchado. No sé si el sonido del agua al caer suena igual en Las Tzimoleras que en las Cataratas del Iguazú. No conozco ninguno de estos dos lugares, pero imagino que el sonido del agua derrumbándose en las Tzimoleras es apenas una mano temblorosa ante el trémolo del agua desgajándose como tornado en Iguazú. He visto fotografías de ambos lugares y he visto que las cataratas de Iguazú son como millones de estrellas de agua estrellándose contra el pavimento del espíritu. Iguazú debe ser un sonido tan monumental que las piedras a su lado no deben dormir nunca. Mariana dice que le gustaría vivir en una cabaña donde el agua se despeinara a cada instante. ¿Soportaría una cabaña al lado de las cataratas del Iguazú?
Nunca he estado solo en el interior de una caverna. En mi juventud entré a la gruta que existe en el Paso del Soldado, en Montebello. Un grupo de cinco o seis muchachos entramos con la guía de un niño de la región. Él prendió dos hachones de madera. No fuimos más allá de cien metros, en medio de rocas húmedas que nos hacían resbalar por la lama que crecía en la superficie. Rocío dijo que apagáramos las antorchas. Todos dijimos que sí. Vi que ella se acercó a Miguel. Cuando el niño apagó las antorchas, observé una pequeña abertura de luz, era la entrada de la cueva. En el otro extremo estaba la oscuridad total, de ahí, de esa boca oscura, venía una bocanada de aire frío que nos abrazaba. Oí un gemido, como si Miguel tocara a Rocío. Pero, luego, por encima del sonido de la mano que se metía por debajo de la blusa de ella y rozaba un pezón a punto de despertar, oí el sonido persistente de un goteo, la gota caía puntual sobre una roca hecha por ella misma. ¿Cómo se llama la piedra que crece a mitad de una gruta? ¿La que se levanta como árbol de piedra? ¿Estalactita? ¿Estalagmita? Esa gota caía infinita y su caída germinaba sobre la tierra húmeda y engendraba esa verga de piedra que, majestuosa, se levantaba a mitad de la gruta. ¿Cómo se llama la columna de piedra que brota del piso y se hace una con el techo de la gruta? Por encima del sonido agobiante del silencio de la gruta brotaba el sonido de tic tac de la gota que caía inmensa. La gota se abría como pétalo al caer y se convertía en un cáliz que interpretaba un rezo para los dioses de la oscuridad.
Si alguien promoviera el concurso de El sonido más bello ¿cuál obtendría el premio? Acá, en el pueblo, escuchamos sonidos que son comunes en las demás ciudades del mundo: cláxones, sirenas de ambulancias, rechinidos de llantas, llantos de niños que piden leche y el rumor del aire al jugar por las frondas de los pinos. Pero también escuchamos algunos sonidos que no son comunes a las regiones del mundo: la marimba, por ejemplo, no se escucha en Alaska; pero, de igual manera, nosotros (habitantes de esta línea que no está tan distante de la línea ecuatorial), jamás hemos escuchado el lamento de un alud de nieve que se desbarranca de lo más alto de una montaña. ¿Cómo será el estruendo de ese sonido que entierra a las casas a la hora de un alud?
Nunca he estado solo en el interior de una cueva. Nunca, por lo tanto, he escuchado la oración que la piedra lanza en medio de la oscuridad total. Pero no sé si lograra el prodigio, porque ya nunca estoy solo. Siempre que pienso en aquella gruta de El paso del soldado, escucho la mano de Miguel bajando por la cascada del vientre de Rocío, escucho el sonido del dedo que se abre por en medio de su monte de Venus y escucho cómo se resbala adentro. La cueva estaba húmeda. Del fondo nos llegaba una bofetada de aire helado. Todos estábamos parados, en silencio. Sólo el dedo resbalaba y engendraba el sonido que siempre aparece cuando la pasión entra por los labios húmedos.
A veces, a las cuatro de la madrugada, me siento en el sofá de la sala y cierro los ojos. Trato de concentrarme para escuchar los sonidos que abren sus bocas a esa hora inusual. Por encima de ladridos lejanos, pasos apresurados, tráileres a la distancia, trato de pepenar el gemido que a esa hora emite el universo. ¿Qué lamento o risa nos llega desde un punto alejado en millones de años luz? Cuando sé que estoy a punto de lograr algo, una interferencia me interrumpe: el sonido que hace Rocío con sus labios. Ella tiene los ojos cerrados. La mano de Miguel, como experto violinista, le hace brotar ese sonido que es más intenso que la gota que cae sobre la piedra. Es, tal vez, el sonido más bello del mundo. Tiemblo. Sueño. Deseo.