martes, 20 de diciembre de 2016

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA, DONDE ESTÁ UNA GUAYABA





Acá aparece una planta de sábila. Detrás de la olla ¡el tronco del árbol de guayaba! No pasa un río. Las piedras de río las colocó el propietario del predio. Este círculo aporta el verde del que carece el taller. Porque en el taller hay perfiles de aluminio para construir ventanas, por ejemplo.
Los propietarios del taller hicieron este círculo con piedras, plantas de sábila y el árbol de guayaba. Uno puede imaginar que ese árbol ya estaba ahí cuando construyeron el taller; uno puede imaginar que respetaron ese árbol generoso (dicen los que saben que la guayaba es rica en vitamina c). O, tal vez, Malena y Fredy sembraron el árbol a propósito, porque antes, los talleres se acondicionaban en los sitios de las casas comitecas y en los sitios había árboles de guayaba, de aguacate, de durazno, de jocote y de níspero.
Dicen los que saben que la sábila atrae la buena suerte, por eso, en muchos locales comerciales, los propietarios colocan macetas con sábila, en la entrada.
A mí me llamó la atención las guayabas tiradas. Se cayeron de tan maduras y nadie las levantó. ¿Ya vieron que las guayabas que están en el piso están ya en proceso de pudrición? Las manchas cafés son como lunares infectos. Sin embargo, la guayaba que está en la olla está como recién cortada, como recién caída. Mariana dice que la guayaba de la olla es la más reciente, apenas cayó de la rama, por eso está impecable, intocada. Yo digo que no. Perdón. Yo digo que esto es un gran símbolo: Las que caen al piso están condenadas a la descomposición; las que caen sobre las macetas serán las que se salvarán.
Es una bobera, pero el maestro Jorge hacía un experimento brutal con los exámenes. Ponía las calificaciones con un método aleatorio casi irracional. El mito cuenta que tomaba el paquete de exámenes y los aventaba para arriba, los exámenes que caían sobre la mesa tenían calificaciones de diez y de nueve, los que caían al piso obtenían calificaciones de siete y de seis. Menos mal que nunca reprobó a algún alumno, porque su método hubiese sido penado por la institución. Como el maestro Jorge impartía matemáticas, y esta materia es compleja, todo mundo quedaba satisfecho de obtener un siete o, si el destino era benigno, obtener el nueve o diez que la suerte deparaba. Santiago, que era el más flojo de la clase, una vez obtuvo un nueve, ¡un nueve! No cabía en su calzón.
¿No será así en la vida? ¿No será que la vida es como un gran árbol y los seres humanos somos como guayabas? Algunos caen sobre las ollas y otros sobre el piso. Mariana dice que esto que digo es una estupidez, que nada es así, que todo mundo tiene la capacidad de forjar su futuro. Yo digo que sí, que tiene razón, pero ¿por qué algunos nacen en tierras mullidas y otros nacen en los espinales? Mariana dice que la vida es así, que no todo mundo puede nacer en terrenos donde los blasones son dorados, ni todo mundo puede nacer en medio del fango. Yo digo que eso es un poco como el árbol de guayaba. ¿Por qué no, entonces, dice Mariana, ponemos más ollas debajo del árbol, para que las guayabas no caigan en el piso y se pudran? Yo digo que de eso se trata la vida, que eso es el ideal. Pero… Y entonces, Mariana (sin darse cuenta que me da la razón) dice que el pinche gobierno nos ha arrebatado las ollas y deja que la mayoría de guayabas caigan sobre el piso y ahí se pudren, porque nadie las levanta, porque ya están tocadas con la viruela de la miseria.
Pero luego, Mariana regresa a la realidad y dice que la guayaba de la fotografía acaba de caer. Dice que si nadie la levanta se pudrirá igual que las otras, igual que las del piso. Yo muevo la cabeza en sentido afirmativo. Sí, digo, a veces es preciso que haya una mano que te eche la otra.
Mariana se queda pensando. Dice que en el sitio de la casa de su abuela hay sembrado un árbol de durazno. Me pregunta si los duraznos, igual que las guayabas, caen al piso, de tan maduros.
¿Se vale cortarlos verdes? Luego sonríe y pregunta si es posible que las guayabas no caigan al piso. ¿No es posible colocar una malla alrededor del árbol y alrededor del árbol un mecanismo con la inclinación adecuada que permita que las guayabas caigan sobre la malla y luego corran por la tubería que las lleve hasta donde está la cocina para que la abuela prepare jalea y mermelada? Yo digo que de eso se trata la democracia. ¿De hacernos mermelada?, pregunta Mariana. Reímos.
No sé. Pero, en la vida, hay semillas que caen en lugares generosos y otras que caen en lugares áridos.