lunes, 26 de diciembre de 2016

DE ESPÍRITUS





La Real Academia de la Lengua Española debería hacer su chamba y nosotros, los hablantes de la lengua, seguir sus indicaciones. Todo en bien de nuestro porvenir. Porque si la vaina sigue como va llegaremos al caos. A ver, a ver, ¿qué pasa con la palabra espíritu? Mientras camina sola todo parece funcionar más o menos bien. Si alguien dice: Luz para tu espíritu, la gente no duda, sabe que el interlocutor envía vibra positiva al espíritu, pero ¿qué es el espíritu? Si buscamos en el diccionario de La Real hallamos lo siguiente: “Ser inmaterial y dotado de razón”; es decir, en teoría, todo ser humano tiene espíritu, pero en la realidad nos damos cuenta que no resulta así, porque, puede ser que todos poseamos un ser inmaterial que nos acompaña siempre, pero que ese ser esté dotado de razón ya resulta más difícil de creer. Por esto, por esto, el espíritu ha tenido necesidad de acompañarse de adjetivos que lo califican. Así escuchamos que fulano de tal tiene un espíritu perverso; es decir, el ser inmaterial de fulano de tal está dotado de la sinrazón.
A mí, no sé ustedes, me produce escozor el espíritu santo, porque de niño supe que él había logrado el prodigio de que la virgen María concibiera sin necesidad de mayor trámite. Jesús, dice la Biblia es hijo biológico del espíritu santo (se entiende que este término tiene cercanía con lo divino). De ahí le viene la santidad, la grandeza de espíritu. Hasta ahí todo muy bien. Pero ahora tal concepto sirve para mofa y burla. El otro día (yo creo que todos hemos pasado por ahí) escuché que fulanita de tal jugaba con tal idea y decía que su embarazo (a los dieciséis años) era producto del espíritu santo. Desde entonces, al Miguel (causante del embarazo de fulanita de tal) le dicen el santo espíritu.
Y ahora, en estos días pasados, medio mundo pidió que el espíritu navideño anidara en nuestros corazones. Y medio mundo hizo caso al llamado y anduvo comprando regalos para que el espíritu de la navidad no se extravíe. No faltó el cuerdo; es decir, quien tiene un ser material dotado de razón que exigió a la comunidad restituir el verdadero espíritu navideño, el que indica que debe haber paz y armonía en los corazones de todos. Pero, la confusión viene de origen, porque la misma Biblia cuenta que cuando nació el hijo único del espíritu santo tres reyes magos le reverenciaron y, como muestra de su veneración, le ofrecieron incienso, mirra y oro. Entonces, dicen los comerciantes, para no perder la tradición, la gente debe ofrecer obsequios a los hijos (como si los padres fueran el espíritu santo y tuvieran la categoría de reyes orientales). Y ahí tenemos a medio mundo regalando muñecas Barbie, juegos de play station, bicicletas, carros a control remoto.
¿Qué fue lo importante de la fecha: el nacimiento del hijo del espíritu santo o la reverencia de los reyes? Lo primero alude a la sencillez y a la humildad, lo segundo no es más que un acto de sumisión. ¿Qué debe privilegiar el mundo?
Se ha perdido el espíritu del espíritu navideño. Los entendidos nos explican que un ser grotesco (burlón y obeso) se ha colado en todas las casas y él es el encargado de entregar los obsequios a todos los niños del mundo. Por ahí se perdió el espíritu de la dignidad, porque, en un principio (como todo mundo sabe) fueron reyes los que se hincaron ante Jesús. ¿Quién es el personaje que ahora representa el espíritu navideño? Un innoble, porque se ve en su cara de viejo bonachón miserable, Santa (Dios mío, hasta confusión sexual tiene) no tiene blasones de alcurnia. Ahora que, como dice mi Paty, ¡quién sabe qué pata puso ese huevo!
En mi niñez, el Viejito de la Noche Buena era quien nos daba los obsequios en navidad. Este viejito nunca tuvo una representación iconográfica, así que cada niño tenía una imagen única en su mente. Pero, además, en México tenía prioridad el seis de enero y no la noche del veinticuatro. Los mejores regalos los traían los reyes magos. En México éramos listos, comprendíamos que la nobleza estaba en los mandatarios del oriente y no en la figura del viejo barbón. Pero ahora, la confusión cada vez es más grande. Santa Clos, como vil delincuente (¿por qué entra con un bolso en la espalda, a través de la chimenea de la casa?) borró una linda historia, la historia de la noche en que tres reyes magos acuden a reverenciar a Jesús, recién nacido, y le ofrecen incienso, mirra y oro, donde cada una de estas esencias tienen un simbolismo que supera con mucho a las bicicletas y muñecas que hoy día se obsequian.
Sería bueno que la RAE hiciera su chamba de regresarle nobleza al término espíritu y que éste no se aplique de manera indiscriminada, porque es un contrasentido que a un mero acto mercantilista se diga que es muestra de espíritu navideño.