miércoles, 21 de diciembre de 2016

LAS DE TERROR





Me gusta el cine, pero no me gustan las películas de terror. Me gusta mucho el cine, pero si la única opción fuera una película de terror ¡no entraría al cine!
Como llevo una vida sosegada no me estreso con frecuencia. Si fuera el caso, para desestresarme vería una película afable. Miguel, cuando está estresado, busca una película de terror, compra un boleto en taquilla, unas palomitas y refresco en la dulcería, y se sienta muy tranquilo en una butaca de la sala. Miguel se quita el estrés ¡viendo una película de terror! La primera vez que me contó le pregunté el motivo de este comportamiento, dijo que en la tensión de la cinta elimina toda la adrenalina negativa (así lo dijo) y, al final del film, él ya tiró todo lo malo. Cuando aparece el final feliz (así lo dijo) el huracán de su vida ya es como una playa llena de sol y un mar sereno. ¿De veras las películas de terror tienen un final feliz?
De igual manera no soporto ver, en el Facebook, videos cercanos al terror, videos que muestran actitudes violentas ante los seres humanos o ante los animales. Hay videos que se muestran de manera automática. Los evito. Hoy me produce escozor en el espíritu, como si alguien le echara chile piquín, cuando veo que alguien maltrata a un gato o a un perro o a un toro en una corrida. No me gusta solazarme en medio de la caca de la miseria humana. Pero, de igual manera que no soporto ver que alguien dañe físicamente a un animal, no logro comprender cómo un ser humano disfruta la imagen donde un torero es cogido por un miura. El torero es lanzado hacia los aires porque el animal lo cogió desprevenido y le metió un cuerno en el muslo, cerca de la ingle. ¿Cómo alguien puede decir: “Qué bueno, para que sienta lo que siente el animal”? ¿Es acaso la versión moderna del nefasto apotegma: Ojo por ojo, diente por diente?
Ayer, por un segundo, incumplí mi norma. Mi mamá veía y escuchaba un noticiario en la televisión, mientras yo veía mi muro en el Facebook. De pronto me dijo que había sucedido una tragedia en el estado de México. ¡Pobre gente!, dijo. Más tardó ella en decirlo que en aparecer en mi muro un video que daba cuenta de esa tragedia. En un predio enorme (así lo mostraba la imagen a vuelo de pájaro), donde estaba instalado un mercado de cohetes, ocurrió una serie de explosiones que dejó varios muertos y muchos heridos. El video no mostraba más que columnas de humo, no tardó más de un minuto. No llamó mi atención la imagen de las columnas de humo sino una serie de caritas (emoticones) que pasaba como si la pantalla fuera una carretera. Sé que cuando hay una transmisión en vivo, los usuarios del Facebook pinchan los emoticones y éstos aparecen por la pantalla. En el video de la tragedia de la explosión, pasaban manitas con el pulgar levantado (que entiendo significa Me gusta), caritas con una lágrima (en señal de duelo) y caritas a plena carcajada. Sí, llamó mi atención la serie de caritas sonrientes. ¿Cómo alguien puede sonreír ante la desgracia ajena? He visto imágenes donde algunos ambientalistas y amigos de animales expresan que quienes queman cohetes (que provocan temor en los animalitos) deberían meterles un cohete por el trasero para que sintieran lo que sienten los pobres animales. ¿Esto es correcto? ¿Qué expresaron todos los usuarios del Facebook que pincharon en el emoticón de la carita sonriente?
Me queda claro (nunca lo comprenderé) que hay gente que se solaza con el dolor ajeno. Gente cuya tabla de valores está invertida. Hay gente que lamenta el sufrimiento de un animal en la corrida de toros, pero también hay gente (de esa misma gente amiga de los animales) que disfruta el sufrimiento del torero cuando es alcanzado por el cuerno de un toro.
Los diputados deberían legislar para prohibir el maltrato animal (corridas de toros, incluidas) y la venta de cohetes que tanto daños provocan en mascotas y en humanos.
Digo que me gusta el cine, pero no me gusta el cine de terror. No obstante, cuando fui niño e iba al Cine Comitán disfrutaba las películas de guerra. En el sitio de la casa jugaba con los soldados que mi papá me había comprado. Formaba dos bandos (los de uniforme verde y los de uniforme gris) e imitaba las acciones que había visto en el cine. Ahora me pregunto: ¿Puede haber algo más terrorífico que la guerra? ¿Algo más dramático que esas escenas donde los niños corren espantados a mitad de la calle, con edificios en ruina, tratando de escapar de los bombardeos inclementes de los ejércitos de países poderosos?
¿Cómo quitarse el estrés producido por tanta violencia y tanto terror? ¿Viendo películas terroríficas? ¡Sólo Miguel lo logra!