martes, 13 de diciembre de 2016

FRIDA Y JULIO





Cuando vi esta figura pensé en Julio Cortázar. A partir de hoy, cuando escuche el nombre de Frida ya no pensaré en la Kahlo.
Yo, como medio mundo me contamino. Por eso, a veces camino por sendas no tan trilladas. Hasta hace poco tiempo, antes de ver esta figura, oía el nombre de Frida y pensaba, primero en la Kahlo (como medio mundo), y luego en mi amiga de Cholula, sobrina de El Memelas. Hoy pienso en Frida, la de Julio.
Vi este axolotl (¡qué bonita palabra, qué eufónica!) y pensé en Julio. Pensé en su cuento que así se llama.
“Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl (…) Ahora soy un axolotl”. Así empieza el cuento de Julio. El personaje va, con frecuencia, a ver los axolome, en el acuario del Jardín des Plantes, en París. (Fernando, que ha estudiado el náhuatl, dice que el plural de las palabras que terminan en tl suprimen esta terminación y le agregan la sílaba me. Cuando lo dijo dio un ejemplo: pájaro se dice tototl, pájaros se dice totome.)
Nunca imaginé ver un axolotl en Comitán. ¡Jamás!
El otro día vi una película mexicana en la televisión: “El mar muerto”, al parecer la última cinta en donde actuó Mario Almada. Hay una escena donde una mujer se acerca a una pecera pequeña, que tiene en su casa, y ahí está un axolotl. Animal místico, casi de la misma familia de la tortuga, por silencioso, enigmático. La actriz mira al animal casi con la misma atención que el personaje literario de Julio.
A mí siempre me sorprende el movimiento que hace un espectador ante un acuario pequeño, de esos que hay en las casas particulares o en los acuarios modestos. La persona casi pega la cara al cristal que es la barrera entre el espectador y el animal. ¿Puede, el espectador, en algún momento, imaginar que el cristal es un espejo? Tal vez sí, de lo contrario el movimiento no tendría razón de ser.
Por lo regular, los acuarios (su nombre lo dice) contienen agua. Adentro del agua he visto peces y axolome.
Igual que la mujer de “El mar muerto”, igual que el hombre de “Axolotl”, la tarde que fui a la galería Nanishaw y vi la pieza modelada por Frida, quedé seducido con la perfección de este animal callado, con el grito contenido de siglos y siglos. Los ojos de este animal parecieran ser las raíces de esas ramas que brotan de su cabeza. ¿Con qué savia se alimentan esas raíces? ¿Con la mirada de los espectadores?
Los que saben dicen que en los canales de Xochimilco existen decenas de estos animales. Nadan con discreción, apenas moviendo sus patas perfectas, en medio del fango, en medio de la penumbra del fondo. Cuando alguien saca un animal de su entorno natural lo coloca en un ambiente ajeno. Imagino al axolotl del Jardín des Plantes. ¿Qué hacía un animal mexicano en un cuarto de París?
Igual que la actriz y el personaje, yo también quedé callado ante el espasmo de la mirada de esta pieza de Frida. ¿Por qué ella eligió este animal para traerlo a Comitán y dejarlo ahí, sobre un estante, expuesto al aire de este pueblo? Porque el axolotl de Frida no está adentro de un acuario, no tiene el abrazo del agua. Acá, este animal recibió el aire incontaminado de este pueblo.
Hice lo mismo que hace cualquier espectador ante un acuario. Me acerqué lo más que pude, me acuclillé y dejé que esa mínima distancia fuera como el cristal. Y entonces, como la mujer del mar muerto y como el hombre del jardín des plantes, vi que el axolotl era mi reflejo. Yo frente a ese animal, apenas separado por el cristal del aire. Él frente a mí, apenas separado por la cortina transparente. Él, con sus siglos de barro; yo, con mis años de carne.
Parodiando el texto de Julio, yo podría decir: “Hubo un tiempo en que yo no pensaba mucho en los axolotl”. Ahora pienso en este animal. Lo pienso en la sala de la galería. Ahora pienso en Frida. No en la Kahlo, no en mi Frida de Cholula. ¡No! Pienso en Frida, la ceramista que, con sus manos, dio vida a este animal. Pienso en lo que acabo de escribir: “Frida, dio vida a un axolotl”. Ella no lo sacó de su medio ambiente, no fue a Xochimilco y lo atrapó. ¡No! Ella, gracias al taller que impartió el siempre generoso y deslumbrante artista Robertoni Gómez, creó un axolotl. Sólo uno, porque el singular siempre es mejor que el plural (axolotl es un sonido más agradable que axolome).
Un tarde, la Frida de Julio se apropió de su sueño de París y lo modeló en un taller de Tuxtla. Otra tarde, llena de luz y de aire, la Frida de Julio trajo ese sueño a Comitán.
Nunca imaginé que podría ver un axolotl en este pueblo. Un axolotl que no fue arrancado del agua sino que fue creado en mitad del aire e insuflado con las manos del fuego.
Hoy pienso en Frida, la Frida de Julio, la creadora de los axolome.