sábado, 24 de diciembre de 2016

CARTA A MARIANA, UN POCO AGUADA




Querida Mariana: Comitán padece sequía. No del cielo, sino de las tuberías del subsuelo. A las casas no llega el agua entubada. Las autoridades no logran resolver esta carencia, demanda muy sentida de la población. La incapacidad no es sólo de la administración actual, sino también de administraciones anteriores. Las autoridades dan a conocer estadísticas donde se demuestra que un buen porcentaje de usuarios no paga la cuota mensual; pero, asimismo, muchos usuarios muestran sus recibos de pago (algunos, incluso, con pagos anuales) y exigen que, a la hora de abrir la llave, tengan agua y no aire.
Una de las imágenes románticas de este pueblo es la de los burreros y los burros en el tanque de La Pila. Esa imagen corresponde a épocas en que no existía el sistema de distribución de agua que, muy pomposamente, llaman agua potable. En ese tiempo, un gran número de personas se dedicaba a vender agua. Llenaban los barriles en los chorros de aquel barrio y, con los burros, los transportaban al centro de la ciudad; “estacionaban” los burros, bajaban los barriles y los metían al patio o al sitio de la casa, donde, en un esquinero, había grandes ollas de barro que servían como contenedores para el agua que se usaba en la preparación de la comida y para el baño (no muy frecuente) de los propietarios de la casa. Armando Alfonzo nos ha regalado estampas muy bellas de esa época y nos ha platicado, a través de sus escritos y dibujos, el ritual que se seguía para tomar un baño. El agua se estimaba, porque todo mundo sabía de la dificultad para conseguirla. Nadie tiraba el agua para lavar autos, porque los autos eran contados; nadie tiraba el agua en los sanitarios, porque no existían sanitarios. Cuando alguien tenía una urgencia física iba al sitio y usaba los baños de cajón (letrinas), donde jamás se usaba el agua ya que el cuch que siempre andaba por ahí se encargaba de mantener limpia la zona.
Como vos sabés, viví en Puebla, durante algunos años. ¿Sabés cuánto costaba una pipa de agua en el año dos mil dos? ¡Ochocientos pesos! Gracias a que la casa tenía cisterna nunca tuve necesidad de pedir una pipa. ¿Sabés cuánto pagaba mensualmente por el servicio de agua? ¡Quinientos pesos! Sí, en serio, quinientos pesos mensuales.
En Comitán, vos lo sabés, el pago mensual no llega a los cien pesos. Es una pena que no existan medidores como sí existen en el cobro de la energía eléctrica. Lo ideal sería que cada quien pague lo que consuma. Pero no es así y, con la incapacidad gubernamental, resulta que, como se dice, pagan justos por pecadores, ya que quienes sí realizan responsablemente su pago también carecen del líquido. Lo que acá se cuenta es una historia interminable de injusticia evidente. Los comitecos de los años cincuenta pagaban cada barrilito de agua que consumían. ¿Cómo, ahora, hay personas que no pagan el agua que llega a su casa? Es una irresponsabilidad que pasa a joder al vecino. De igual manera es injusto que quienes pagan puntualmente no reciban el servicio adecuado. Hay irresponsabilidad ciudadana del que se hace tacuatz y cree que toda el agua cae del cielo como maná, e irresponsabilidad gubernamental por no cumplir con el servicio. Quienes saben de vainas políticas dicen que los presidentes municipales han usado el arca del agua potable como su caja chica y por eso nunca hay dinero suficiente para dotar al organismo de un sistema de distribución efectivo. Por eso, siempre hay carencias.
Una tarde, de hace dos años, asistí a una reunión donde se trató el problema del agua. La encargada del organismo pintó un escenario catastrofista, casi como si ella fuera escritora del guion de la película “También la lluvia”, donde actúa nuestro paisano Gael García. En dicha película se trata el tema que fue muy sonado de la privatización del agua en Bolivia, lo que ocasionó violentas protestas en aquel país. El tema de la guerra del agua es muy recurrido. Los científicos dicen que, en poco tiempo, el agua será más codiciada que el petróleo y las sociedades se enfrentarán por la posesión de ese tesoro. Al final de la reunión, la encargada no dijo cómo resolvería el problema de la carencia de agua, pero sí lanzó una recomendación: “Construyan una cisterna, porque vienen tiempos peores.” Se levantó y nos dejó en la sala de cabildo, cabildeando, sin ser regidores, acerca de los tiempos por venir. Bueno, esos tiempos ¡ya llegaron!
Ahora ya no son los burreros los que venden el agua, ya no se escucha más el andar de los burritos sobre las calles empedradas; ya no se escucha más el rítmico sonido del agua que choca contra las paredes de los barriles. Bueno, con decir que la construcción de barriles está en extinción. Ahora son los piperos los que venden el agua, los que hacen su agosto en diciembre.
El otro día me platicó un joven que labora en la empresa Agua Maya que, cuando hay escasez de agua y no llega a las casas, la gente compra garrafones para satisfacer sus necesidades, para preparar la comida y para el baño. ¿Podés creerlo? No sé cuántos litros tienen los garrafones de agua purificada. ¿Veinte litros? Poné que sí, que tiene veinte litros. Si el garrafón tiene un costo de quince pesos, recordando las matemáticas de preparatoria, impartidas por el maestro Pepe Gómez, concluimos que la gente paga casi a peso el litro. Esto es nada si comparamos lo que paga un deportista cada vez que compra una Bonafont de a litro, en el OXXO o en la tiendita de la esquina. ¿Cuánto paga el deportista por el agua? ¿Ocho pesos? No soy corifeo del gobierno municipal, pero se me hace una grosería, por decir lo menos, que algunos comitecos (muchos) no paguen la cuota mensual por recibir decenas de litros en su domicilio. Y no soy corifeo del gobierno porque éste también es un grosero (por decir lo menos) al no cumplir con su obligación de proveer agua entubaba (pedir agua potable ya es demasiado en un sistema político tan mediocre como el nuestro).
Yo, querida niña, advierto un problema severo en esta escasez de agua. Los encargados de proveer el servicio son quienes menos interesados están en solucionar la carencia. Hacen declaraciones que tratan de explicar el fenómeno y luego prometen la reanudación del servicio en fechas próximas y vuelven a enconcharse. Salen a dar explicaciones ante la insistencia del reclamo popular. Los ciudadanos que padecen la carencia del agua en las casas vociferan, se quejan, se lamentan, levantan la voz, se enojan, pero sus reclamos se extravían como dicen que se pierden las voces en el desierto. (Pucha, ¡qué simil!, decir desierto es decir una zona que se ahoga en la arena y se asfixia por la carencia de agua).
De nada sirve que la gente se moleste, porque en el gobierno no hay personas que los escuchen. Quienes gozan de las mieles del poder (aunque sea de manera temporal) no se preocupan con estas carencias, porque en sus residencias tienen cisternas y éstas son llenadas con pipas del ayuntamiento.
El otro día, varios amigos y yo coincidimos en una certeza: en Comitán está haciendo falta un verdadero líder, un comiteco comprometido (o comiteca, pues, ¡faltaba más!) que encabece un verdadero movimiento de transformación positiva para la comunidad; hace falta alguien que aglutine las voluntades de los grupos de bien. Si vos y yo llegamos a la presidencia y exigimos a la autoridad que resuelva (entre otras urgentes necesidades) el problema del abastecimiento de agua ¡no nos hacen caso! ¡Ah, dirían, es la Mariana, es el Molinari, díganles que sí, que ya pronto se atenderá su solicitud! Vos y yo saldríamos igual que como entramos. Miento, saldríamos con cierto malestar, con cierto encono. Pero si el líder apareciera y aglutinara voluntades y todas estas voluntades (miles y miles) acuerparan esa petición, todo cambiaría. La gente del poder se replegaría a la hora que viera entrar a un grupo de cientos de comitecos al palacio municipal, la casa del pueblo, y exigiera (con buenos modos, por supuesto) una entrevista con el presidente. Estoy seguro que habría una atención diferente. Pero, si además, este grupo llegara no con ánimo de confrontar sino de aportar, el problema social comenzaría a tener visos de solución, porque (de esto estoy seguro) fuera de palacio hay gente bien intencionada y con conocimientos suficientes para dar solución a problema tan ingente.

Posdata: Esta carta, querida Mariana, tomó cauces fuera del río (¡cómo no, si no hay agua!). Pero es necesario insistir que Comitán es uno y sólo quienes aman este pedazo de cielo podrán hacerlo más habitable, pero se debe hacer en unidad. Si exigimos que la autoridad cumpla con su obligación, también es preciso exigir que todos los usuarios se comprometan con el pago de la mensualidad. Si todos pagamos ¡todos podemos exigir! Y ante una exigencia popular el gobierno no puede hacerse tacuatz. Si los gobernantes hacen lo que quieren es porque la sociedad está fragmentada. El ideal de Comitán nos debe unir. Bueno, ya, ya. Tenés razón, mejor vonós a tomar un café en los portales.