viernes, 11 de mayo de 2018
CARTA A MARIANA, CON REGALO INCLUIDO
Querida Mariana: Ya viene el día de tu cumpleaños. ¿Qué regalarte? Tu novio y tus papás, sin duda, se ponen en aprietos para ver qué regalo puede gustarte. Yo, gracias a Dios, no tengo problema. Voy a la librería Lalilu, compro un libro y ¡listo! Todo mundo te cantará las tradicionales mañanitas. Yo no lo haré, porque sabés que pienso que esa canción es muy triste. El otro día la canté y la tuve que hacer a ritmo de rap. Así sonó más o menos alegre, a tono con el festejo.
En apariencia, México es un pueblo muy alegre. Pero, si rascamos tantito hallamos que es un pueblo triste. Tenemos por costumbre cantar “Las Mañanitas” a nuestros amigos, compadres, familiares, novias y demás hierbas y ajos. ¿La canción de Las Mañanitas es un canto celebratorio de felicidad? No lo creo. No lo creo, porque el ritmo es cansado, tristón. Nos paramos frente al cuarto del celebrado y, en voz baja, decimos: Una, dos, tres, y comenzamos a cantar a coro: “Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David…” ¿Ya escuchaste que el ritmo es como de paso de tortuga, como de hilo de agua cansado? No sé de música y no sé qué ritmo tiene dicha canción, pero lo que sí sé es que es como de flojera. Y luego ¡la letra! Romeo dice que en Brasil cantan una versión arreglada del Happy birthday to you (Sapo verde tuyú). Deben hacerlo a ritmo de samba y las quinceañeras deben mover la cintura como sólo las garotas saben hacerlo. Romeo dice que los brasileños dicen: “Felicidades para ti, en esta fecha querida. Te deseamos muchas felicidades, muchos años de vida. Hoy es día de fiesta. Cantan nuestras almas. Te enviamos una salva de aplausos.” ¿Cómo lo mirás? Está bien, ¿no? Hay un sincero deseo de que el festejado sea feliz. A mí me gusta eso de “Cantan nuestras almas”.
¿Qué pasa con la canción que cantamos en México? Ya muchos analistas han dicho que la letra es compleja y pedante. En primer lugar, nos han dicho, repetimos algo que cantaba un Rey, el Rey David. Con esto demostramos un gran complejo racial. Ya lo dice la Constitución que en este país no hay títulos de nobleza. ¿No? Ah, bueno, pues para que vean que soñamos con ser nobles, cuando cumplimos años, repetimos algo que dijo un rey. Habrá que reconocer, en este instante, que el tal Rey David no era buen poeta. Los brasileños dicen que “Cantan sus almas”, acá ¿qué decimos? Decimos que el día que nació el festejado, ¡nacieron todas las flores!, y “en la pila del bautismo cantaron los ruiseñores”. ¡Qué poca imaginación! ¡Cuánto complejo! Si el festejado se pone a reflexionar tantito (lo bueno es que con tanto abrazo ni tiempo tiene), verá que le están mintiendo. Le están haciendo creer que lo que le cantan lo cantó un rey y que todas las flores del mundo nacieron el día que él nació, cuando basta ver el jardín para comprobar que las flores viven por sí mismas, y si el festejado no hubiese nacido, el jardín seguiría tan florido como siempre.
El colofón de lujo es lo que dice: “…Quisiera ser un San Juan, quisiera ser un San Pedro, para venirte a saludar, con la música del cielo…”. ¡De nuevo el complejo aparece! Decir que quisiera ser un San Pedro, significa que el cantante no posee las llaves del cielo y que, sin duda, ni siquiera las llaves de su casa tiene.
¿Ya miraste que nuestra canción de las mañanitas no sólo es triste en su ritmo sino también es muy acomplejada y compleja en su letra? Los brasileños, dice Romeo, no se andan por las ramas, desean, a través de una canción más movida, felicidad al festejado, mediante el canto de su alma y, al final, envían una salva de aplausos. ¡Ah, qué bonito! Es una canción sin complejos.
Posdata: Los mexicanos crecemos con esa canción que cantó el Rey David. ¡Padre mío! Crecemos creyendo, de verdad, que el día que nacimos “nacieron todas las flores”. ¡Qué pedantería! Nos pensamos nobles. Por eso somos como somos. El doce de mayo no te cantaré las mañanitas, sólo te regalaré un libro y dejaré que mi alma te cante y te mande una salva de aplausos, que sean como agradecimiento a Dios por haberte dado la vida y permitido que fueras vecina de mi espíritu.