sábado, 5 de mayo de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA DE UN RÍO QUE ALIMENTA ORILLAS
Querida Mariana: El poeta Arbey Rivera organizó el Tercer Festival Internacional de Artes y Literatura “Balún-Canán”. En dicho Festival se celebró un homenaje a dos poetas: Roberto Rico y Óscar Bonifaz. Arbey tuvo la gentileza de invitarme a participar en dos ocasiones: una en el Teatro de la Ciudad, y la otra en la escuela telesecundaria “Bicentenario de la Independencia”, en la colonia Guadalupe Tepeyac, de esta ciudad.
El día de la inauguración estuve presente en el acto de homenaje, leí un textillo dedicado a desbrozar dos aspectos de la vasta obra de Bonifaz. Hablé, de manera muy breve, de cómo el maestro ha empleado la anécdota comiteca para estructurar sus novelas, cuentos y, también, dos o tres poemas. Luego comenté el valioso aporte que Bonifaz nos legó con su libro “Modismos, regionalismos y Arcaísmos de Comitán, Chiapas”, en el que anota una buena cantidad de palabras propias de nuestro lenguaje y que, por la avalancha de la globalización, cada vez se empolvan más y algunas (¡qué pena!) ya están enterradas.
Al día siguiente acudí a la telesecundaria. Acompañé al poeta Lauro Acevedo (de Baja California), al narrador Miguel Ángel Suárez Caamal (de Campeche), al escritor José Luis C. Santiago (de Comitán) y a la actriz Karina Saucedo Cruz (de Comitán). Estoy casi seguro que vos no conocés el espacio donde está ubicada la telesecundaria. Bueno, para acabar pronto, estoy seguro que el noventa y feria por ciento de comitecos no lo conoce. El mes pasado, cuatro amigos comitecos realizaron un viaje a Sudamérica y llegaron al “Fin del Mundo”, hasta la puntita del sur de Argentina. Bueno, el día que estuve en la telesecundaria pensé que estaba “En la cima de Comitán”. Una vez, estando en Chichimá miré que en la punta de un cerro había una construcción solitaria. Pensé: ¿Quién vive en ese espacio tan lejano? Bueno, pues resultó que esa construcción no es una vivienda sino una escuela. Arbey me dijo que no sabría cómo llegar. Por eso me dijo que llegara al Puente Cultural Sur Sureste. Fue necesario que llegaran dos maestros de la escuela para servirnos como guías, porque, en efecto, llegar a ese espacio es complicado. Recuerdo que entramos por donde está la Cruz Roja, pasamos por El Valle, por Brasilito y fuimos subiendo, siempre subiendo, hasta llegar a un campito donde hay una escalinata con más de cien escalones, muchos más. El acto fue emotivo, porque los alumnos bajaron la escalinata para recibirnos y, con flores, darnos la bienvenida. Acto seguido nos invitaron a subir los cientos de escalones. ¡Qué! Miguel Ángel y Karina sí aceptaron vivir la experiencia indecible. El poeta Lauro dijo que tenía un problema de salud y yo aduje mi vejez, así que subimos en auto por una rampa. José Luis condujo su auto para llevar al poeta.
Lo que Arbey propicia es maravilloso. Con una gran tenacidad ha logrado ya la tercera edición del Festival y es sorprendente la respuesta de las comunidades hasta donde el Festival irradia su luz. Si no fuera por él, los alumnos de esta telesecundaria difícilmente tendrían la oportunidad de convivir con creadores de otras ciudades de Chiapas, de otros estados de la república y de otros países. Digo pues que ellos, estos muchachos, estudian en la “Cima de Comitán”, en el lugar más apartado.
Esa mañana les dije a esos muchachos que si alguien les preguntara por qué, todas las mañanas, de lunes a viernes, caminan desde sus casas (que están en el valle) y suben ese tremendo graderío, la mayoría diría que es para prepararse. Dije que, de igual manera, no es tan visible, pero el poeta Arbey, todas las mañanas, coloca peldaños de nubes en una enormísima escalera para que el mundo tenga más luz.
Cuanto tocó mi turno, compartí con los muchachos un textillo que escribí a propósito. Te paso copia. Que esto sea como la posdata de esta carta. Va.
Buenos días.
Dejen que les cuente: soy escritor. Escribo novelas breves. Comencé escribiendo cuentos y relatos. Soy escritor. Escribo todos los días una columna que se llama Arenilla.
Dejen que les cuente que, además de ser escritor, soy lector. Soy un gran lector. Comencé a leer libros con cuentos y novelas cuando tenía once años. Bueno, de niño fui un gran lector de historias ilustradas, lo que hoy se llaman cómics.
Si les digo que todos los días me acuesto a las ocho de la noche, ¿me creen? Mis amigos se burlan, ellos se acuestan a las diez, once o doce de la noche, a diario. Cuando van a fiestas se acuestan en horas de la madrugada. Yo no voy a fiestas, porque, como ya les dije, me acuesto a las ocho de la noche. Sé que me creerán, porque tal vez ustedes conozcan a personas que también se acuestan temprano. Mi tío Arsenio también se acuesta a las ocho de la noche. Lo hace así, porque él se levanta a las cinco de la mañana, toma su café y luego se va al terreno que tiene para preparar la siembra del maíz y del frijol. Yo me acuesto a las ocho de la noche, porque me levanto a las cuatro de la madrugada. Yo no soy agricultor. ¿Por qué entonces me levanto tan temprano? Porque a esa hora escribo. Primero escribo la Arenilla del día y luego avanzo con dos o tres cuartillas de la novelilla que esté escribiendo.
Pero dije que también soy lector, porque (todo mundo sabe), para ser escritor es preciso ser lector. Me convertí en un gran lector a los once años y desde entonces no he dejado un solo día de hacerlo. Tengo sesenta y un años, así que ahora estoy cumpliendo cincuenta años de ser lector. ¡Cincuenta años! Tiempo en que he sido muy feliz.
Dejen que les cuente: el gran escritor argentino, Jorge Luis Borges, dijo lo siguiente: “La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”. ¿Escucharon qué maravilla? Todo mundo quiere ser feliz, Borges dice que una de las formas de la felicidad es la lectura. Yo, con la experiencia de cincuenta años de lector, digo que sí. Yo he sido muy feliz, gracias a la lectura.
Sé que muchos jóvenes creen que la lectura es aburrida, que es más divertido ver series en la televisión o estar horas y horas en las redes sociales. Yo digo que esto también es divertido, pero la lectura es como la madre de estos pasatiempos, porque abrir un libro es como abrir una ventana que da acceso a mundos fantásticos que estimulan la imaginación de cada uno.
De igual manera que Borges, una poeta polaca que ganó el Premio Nobel de Literatura, Wislawa Szymborska, escribió lo siguiente: “Creo que leer es el pasatiempo más hermoso creado por la humanidad”. ¿Ven? ¡El pasatiempo más hermoso creado por la humanidad! Claro, ustedes dirán, insisto, que el pasatiempo más hermoso es ver los partidos de fútbol soccer en la televisión o el jugar videojuegos, pero ya lo dije, la televisión, el cine, los videojuegos y el youtube son hijos de la gran madre: la lectura.
Pero como bien dice Borges, a nadie se le puede obligar a ser feliz. Si un maestro obliga a un alumno a leer, estará obligándolo a odiar la lectura. La lectura debe ser un acto gozoso, como ir a nadar con los amigos, como subir a un árbol a cortar jocote, como echar a volar un papalote, como ensuciarse en un campo lodoso a la hora de jugar fútbol o como comer un pan bañado en miel.
Dejen que les cuente: doy clases en la Universidad. La mayoría de mis alumnos no tiene la costumbre de leer. No los obligo a leer. ¡Nunca lo haré! Abro un libro y comparto las lecturas. Y dejo que ellos me digan si les pareció interesante, si les gustó. Veo que sus miradas están como iluminadas, porque eso es lo que provoca la lectura. Ya dije que abrir un libro es abrir una ventana y ver, a través de ella, un paisaje luminoso, iluminador.
¿Ustedes leen? ¿Ustedes son felices? Recuerden siempre las palabras de Borges: “La lectura debe ser una de las formas de la felicidad”; recuerden siempre las palabras de Szymborska: “Leer es el pasatiempo más hermoso creado por la humanidad”.
No es recomendable obligar a alguien a leer. La lectura debe ser un placer descubierto.
Soy escritor y soy lector. Ambos oficios me provocan felicidad. Me acuesto a las ocho de la noche, porque todas las mañanas, a las cuatro, me levanto para escribir y para leer, para ser feliz, pues.
Gracias.