lunes, 21 de mayo de 2018

¿Y SI HACEMOS UN TRATO SEÑOR CANDIDATO, SEÑORA CANDIDATA?




A la atención de: Mario A. Guillén Domínguez,
Francisco Javier Paniagua Morgan, José Luis Sánchez García,
Hugo Antonio Espinosa López, María de Lourdes Gómez Cancino,
José Gustavo López García, Emmanuel Cordero Sánchez
y Francisco Javier Avendaño Pérez.

¡Va! Hagamos un trato. Usted necesita mi voto para llegar a la presidencia municipal de Comitán. Sé que en cuanto comiencen las campañas llegará a mi casa, me saludará y sonreirá. Sé que prometerá que terminará con la inseguridad en calles y domicilios particulares; prometerá que resolverá el problema ancestral del agua. Sé que dirá que las calles estarán iluminadas en las noches y que desaparecerán los baches. En fin, señor candidato, señora candidata, usted llegará a prometer lo que todo ciudadano de a pie demanda de su autoridad. Hará su promesa porque necesita mi voto. ¿Y qué tal que hacemos un trato? ¿Qué tal que comenzamos esta relación antes de la votación? Con ello sabré, como dice el poeta, “si podré contar con usted”. Porque, usted sabe, esta historia es cíclica. Los candidatos, amabilísimos antes del voto, se olvidan de lo prometido en cuanto consiguen su objetivo. Si me doy cuenta que podré contar con usted, entonces, sin duda, tendrá mi voto.
A ver, le cuento: En ciudades civilizadas de todo el mundo existe un movimiento prodigioso donde las bardas y paredes exteriores de edificios se llenan con imágenes pintadas por artistas de la calle (grafiteros) Sí las ha visto, ¿verdad? Por favor diga que sí. Bueno, si no es así, le pido, por favor, que le diga a uno de sus asesores de campaña que busque en el Internet y le muestre imágenes de lo que estoy hablando. ¡Es más, el pueblo prodigioso que se llama Juchitán, en Oaxaca, está llamando la atención del mundo, porque hay más de quince murales exteriores que representan a los ancianos del pueblo! ¡Esto es un maravilloso homenaje a la tradición, es un reconocimiento a las raíces de las ceibas que forman las comunidades! Todo esto es realizado por jóvenes artistas callejeros, quienes han encontrado en las bardas una forma de expresión.
Usted tal vez no lo sabe, pero lo que hacen los chavos es un rescate de espacios públicos. Ellos no comenzaron a usar las paredes, el grafitti lo empleó el partido político que lo abandera, con mucha anterioridad. Antes, mucho antes que los muchachos “pintarrajearan” las paredes, su partido lo hacía. Y lo hacía con la estrechez de límites que caracteriza a los partidos políticos.
Si yo le mostrara una fotografía con el mural que acá se ve (la fotografía la tomé en la octava avenida, en el barrio de El Cedro) y le mostrara una fotografía con una barda pintada con mensajes de candidatos, ¿cuál diría que es más digna? No sé qué respondería, porque ya la Biblia nos enseñó que “De todo hay en la Viña del Señor”.
¿Quiere que le diga cuál fue la votación de una mini encuesta que realicé con diez personas? ¿Sabe qué me dijeron? ¡Sí, claro! ¡Sí lo sabe! Las diez personas (de diversas edades, todas en edad de votar. Digo esto para que vea que responde a sus intereses.) prefirieron esta fotografía. Dijeron que era mucho más digna que las bardas de los políticos. ¿Advierte qué opinan los posibles votantes?
Va, pues, hagamos un trato. En esta ocasión, usted nos cambia sus comunes bardas chocantes por murales como el de la fotografía.
¿Por qué no contrata a muralistas callejeros para que pinten las bardas donde quiere mandarme un mensaje para que vote por usted? Hay muchos jóvenes comitecos que realizan estos murales. Todos (hasta el chavo que pinta de manera más regular) tienen una propuesta interesante.
¿Por qué no implementa un programa similar al que realizan en Juchitán y manda a pintar los rostros de nuestros viejos comitecos?
Ya sé que ahora (en caso de que leyera esta Arenilla) está pensando que su mensaje se perdería. ¡No, no! En una esquina inferior, usted puede mandar a colocar el logotipo de su partido político y un mensaje que más o menos diga lo siguiente: “Yo, fulano de tal (o fulana), apoyo a la juventud de Comitán”. Y ahora sí que como dijera aquel gobernante de cuyo nombre no quiero acordarme. Tendríamos, desde antes de las elecciones: “Hechos y no palabras”, porque, usted no está para saberlo, pero sus asesores sí para contárselo, el pueblo de Comitán cada vez se molesta más con las promesas incumplidas.
¿Y si hacemos un trato, un trato donde la palabra recupere la dignidad que tuvo antaño en este pueblo maravilloso que usted desea dirigir?
Usted no lo va a creer, pero hay bardas pintadas por candidatos que han permanecido así durante muchísimos años. El otro día me topé con una barda donde un candidato prometía que Comitán sería diferente. La barda pintada tiene más de quince años. ¿Usted sabe lo que es esto? ¡Más de quince años! El candidato no ganó, pero nos dejó su nombre grabado en la barda, como si su nombre fuera un nombre digno de recordarse por toda la eternidad.
Considero que esto último es una burla para el pueblo. Usted, asumo, no quiere burlarse de nuestro pueblo. ¿Verdad que no? Las bardas pintadas, en esta ocasión, servirán para promocionar su imagen durante un mes. ¡No más! Pregunto: ¿Qué pasará cuando pase el día de elección? ¿Se quedarán esas bardas pintadas para siempre? ¿Usted cree que esa contaminación visual sea algo justo para este pueblo digno?
Así que, le pido (con diez o doce días de anticipación) que considere mi propuesta: ¡Hagamos un trato! ¿Va a pintar bardas? Mande a pintarlas con imágenes bonitas de Comitán, de su gente; mándelas a pintar con mensajes luminosos e iluminadores; mándelas a pintar con mensajes que recuperen nuestra tradición cultural. Comience a distinguirse, a demostrarme que usted piensa diferente, que usted desea cambiar en forma positiva a Comitán.
Sé que usted, señor candidato, señora candidata, no leerá esta Arenilla, porque usted está centrado en su campaña política, pero espero que alguno de sus asesores la lea y se la comparta.
Pronto, Comitán se llenará de comunes y (perdón, por decirlo) fastidiosas bardas pintadas que contribuirán a la contaminación visual que cada vez nos abruma más.
¿Y si hacemos un trato? Yo, cumpliendo con mi obligación ciudadana de votar por quien quiera a Comitán y usted haciéndolo más digno.
Alguien dirá que ante los problemas urgentes del pueblo esto es cosa mínima, pero recuerde La Teoría de las Ventanas Rotas. Si usted me demuestra que está atento a las minucias, sabré que estará pendiente de las grandes responsabilidades.
¿Quiere mi voto? ¡Hagamos un trato! Demuéstreme que ama al pueblo donde usted y yo nacimos y ¡vamos para adelante!