lunes, 7 de mayo de 2018
LASCAS Y LAJAS
Lupe se enojaba cuando alguien le decía que su pueblo, Teopisca, era un “pueblo bicicletero”. Rosendo decía que Lupe era tan enojón porque tenía el complejo de su nombre, su papá, en mal momento (según el decir de Rosendo), se le ocurrió llamarlo Guadalupe, cuando, se sabe, que es un nombre más propio para mujer.
El otro día escuché que alguien de la Ciudad de México dijo que Chiapas era un estado lajero. Rosendo dijo que sí, que era un alhajero; es decir, su amor por el estado lo llevó a tratar de esquivar la pedrada.
Creo que nadie (en estos tiempos) podría tratar de disimular lo dicho por el amigo de la Ciudad de México. En los camellones de bulevares de Tuxtla y de San Cristóbal lo que abunda es la laja. De igual manera, el pueblo de Comitán también, en mala hora, se convirtió en un pueblo lajero.
Hace muchos años, el Patronato Chiapas, A.C. realizó un buen proyecto de mejoramiento de la ciudad y le dio armonía. Tal proyecto rescató la arquitectura tradicional, pero, por desgracia, tuvo un fallo: no tomó en cuenta la topografía de la ciudad y, al enlajar las banquetas, provocó que las personas corran serios peligrosa a la hora de caminar por las banquetas resbaladizas de empinadísimas calles. Por desgracia, se cuenta por decenas los casos de personas que han resbalado y sufrido severas lesiones.
Como mojol de tal riesgo están las entradas y salidas de coches de las casas. Las pendientes de ingreso de autos son verdaderas trampas. Muchas voces sensatas piden iniciar una campaña para cambiar esas rampas llenas de lajas por material no resbaloso. Dicen (y tienen toda la razón) que esta ciudad es para siempre, que es necesario comenzar a transformarla para que estas generaciones y las venideras vivan en un ambiente más armonioso.
Aparte de ese ingrato mojol hay un agregado: el que los constructores (faltos de talento), cuando construyen una nueva calle con banquetas, “adornan” éstas con una cinta de laja, hecha con mosaicos pequeños. Los caminantes y los automovilistas, desde que algún constructor lajero tuvo la infeliz ocurrencia de cubrir el extremo de la banqueta con esas lascas, que no iban a durar mucho tiempo. Y así ocurrió, y así ha ocurrido, y así ocurrirá. En cuanto un automovilista se estaciona y tiene la impericia de que una llanta choque contra la cinta, el mosaico se desprende y se quiebra. De esta manera, ahora Comitán agrega un desacierto más a su ya de por sí alterado entorno. ¿Por qué los constructores insisten en este dislate? Parece que “El espíritu lajero” se ha adueñado de ellos. Muchos dicen que un funcionario tiene la concesión lajera y exige a los constructores a emplear ese material. ¿Será? No lo creo. Tal vez siguen con la inercia de enlajar todo. ¿Quién ahora puede enojarse cuando alguien de fuera diga que este pueblo es un pueblo lajero?
Lupe ya no se enoja cuando alguien, sólo por molestar, le dice que su pueblo es un pueblo bicicletero. Él, ahora, se pavonea orgulloso. En estos tiempos, está demostrado que un pueblo cuyo medio de transporte es la bicicleta es un pueblo civilizado, consciente del respeto al medio ambiente. Lupe, de inmediato, dice que en Holanda hay muchos pueblos bicicleteros y sonríe.
Somos los comitecos quienes no podemos enorgullecernos por haber permitido que nuestro pueblo se volviera un pueblo lajero. Este material sólo nos ha ocasionado problemas, nos ha regresado al pasado, pero de una manera ingrata.
Y si hablamos de montañas de fragmentos en las banquetas, ahora debemos agregar (¡Por el amor de Dios!), las montañas de piedras que están sobre las banquetas del bulevar. Estos escombros los dejaron ahí cuando abrieron el piso para introducir los cables de las nuevas luminarias. Es una pena que los encargados de tal obra se comporten como aquellas personas que se sientan en una banca, pelan los mangos, los comen y dejan la cáscara regada. Son unos inconscientes. Las autoridades, además de convertir a Comitán en un pueblo lajero, han convertido a nuestro bulevar en un cochinero. ¡Qué ingratos! Comitán, como dice Rosendo, debe ser el Alhajero de Chiapas.