miércoles, 30 de enero de 2019

TAMBORERAS




El instrumento es el tambor tradicional tojolabal, el que tocan en las Entradas de Flores. Los tamboreros se reúnen y con el sonido acompasado convocan a los fieles a reunirse, es como la campana del templo, es como el silbato del maestro de gimnasia, es como el grito de la madre cuando llama a los niños a lavarse las manos porque la cena está servida.
El tambor, todo mundo lo sabe, es uno de los instrumentos musicales más antiguos, ha acompañado a las personas en este mundo desde el principio de los tiempos. Los tambores sirvieron para llamar a la guerra, cuando los indios cherokees danzaban y tocaban los tambores despertaban al dios de la barbarie. Los tambores de estas tierras son más afectuosos, convocan a la paz, a la oración, al rezo de la buena siembra y de la mejor cosecha.
Tengo varias amigas que tocan el tambor en la Entrada de Flores que el 10 de febrero ofrecen a San Caralampio. Rosa María y Rosa Hortensia visten trajes tradicionales y se mezclan con los grupos de tamboreros tojolabales y, con dos varitas, siguen el ritmo que indica el hombre que toca el pito, la flauta de carrizo.
En esta fotografía, Lucy se prepara para tocar el tambor en la entrada de flores en honor a la Virgen de Guadalupe. Ella sigue con la mirada el ritmo que indica el líder y acompaña al grupo que presidirá la caminata de los peregrinos.
Los festejos a la Guadalupana se dan en toda la república mexicana y en otros países. La Virgen de Guadalupe es una de las imágenes más simbólicas de la patria. En cada lugar hay variantes en las ceremonias. En Comitán, al lado de los cantos que se entonan en todo México, como el clásico de “La Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac…” y de las tradicionales porras que lanzan los antorchistas: “A la bio, a la bao, a la bin bon ba, Lupita, Lupita, ra, ra, ra”, aparece el tambor y el pito.
El tambor tojolabal convoca a la celebración. Los niños lo tocan como diversión, pero también puede tocarse como un canto de fe, no necesariamente dirigido a una entidad divina. El tambor sirve para cantar la vida, porque basta que un par de manos somate los palitos sobre el cuero tensado para que los pies del cuerpo y del espíritu comiencen a moverse, como impulsados por un fuego interior, movidos por una cuerda invisible, pero poderosa, sublime. Se toca el tambor cuando un pichito nace, cuando la siembra crece tan alta como la luz, cuando los abuelos son buenos, cuando en el pueblo asoma un arcoíris, cuando la vida da cuerda a la arrechura.
El tambor es como una nube que llueve sonidos, sonidos que provienen de lo más hondo del espíritu humano. El texto bíblico dice que en el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios; es decir, el sonido era en el principio y el sonido era con Dios, porque Dios se extravía en el silencio infinito. Por esto Dios, que es decir el Verbo, pensó que era bueno que el silencio eterno dejara de dormir y tomó un par de palitos y los somató en el cuero tensado del extremo de un tambor. Bastó que diera un par de golpes ligeros, tenues, sugerentes, para que el silencio eterno se abriera como una flor y restallara en lo que los científicos bautizaron como Big Bang. Y, se sabe, desde entonces, el eco de aquel inicial toque de tambor (de paz, no de guerra) se extiende como fuelle de acordeón por todo el universo y no cesará (así lo dicen los científicos) hasta que su paso sea como el de una tortuga y vuelva la mirada y decida regresar al origen. Ese día, la Biblia sostiene, se escucharán muchas trompetas (chirimías) y el universo se contraerá.
Mientras llega ese instante (dentro de miles y miles de años) la vida en la tierra es una eterna plegaria, una absoluta manifestación.
Los tambores sirven como conjuro contra el silencio, contra la nefasta plaga de la inmovilidad; los tambores tienen el mismo efecto que tiene la primera copa de tequila o de ron. Hacen que el cuerpo y el espíritu se vuelvan uno con el universo en su expansión.
En el principio de los tiempos el Verbo era con Dios y Dios era la pizca infinita de luz. Y Dios dijo “¡Hágase la luz!” y la luz se hizo y las primeras personas abrieron los ojos y hallaron un instrumento y, antes que hablaran, tocaron el tambor, y así convocaron a la guerra y así convocaron a la paz, y a la alegría y a la sonrisa de Dios.