sábado, 2 de febrero de 2019

CARTA A MARIANA, CON CUMPLIDO HOMENAJE




Querida Mariana: La placa es puntual: Es un homenaje a maestros de la Escuela Urbana del Estado “Fray Matías de Córdova”, de Comitán.
Ahí está la relación de maestros homenajeados: Víctor Manuel Aranda León (quien fue director de la escuela y un gran deportista, por esto último la Unidad Deportiva lleva su nombre), Óscar De León E. (quien impartía el primero y segundo grados de primaria y era tuxtleco), Javier Flores Torres (quien también impartió la cátedra de Historia de México en la escuela preparatoria y, por fortuna, con más de noventa años de edad aún vive en nuestra ciudad), el maestro Alberto Gómez Villatoro (quien es recordado como un gran pianista y por dirigir un grupo musical en la escuela preparatoria), Víctor Manuel Guillén (conocido como el Maestro Chaparrito, y cuya memoria es muy apreciada en la comunidad), Juventina Medina Vázquez (esposa del maestro Javier Flores Torres y quien, igual que su esposo, vive en nuestra ciudad), María Utrilla Tovar (la recordada Maestra Maruca), Cristina León Cancino (maestra de gratísima memoria), y Consuelo Téllez de Vera (recordada maestra, quien, además, hincó el cariño de la docencia en su familia, porque su hija Mirna también fue docente.)
La placa es puntual. Dice que los ex alumnos de las generaciones 1955 – 1967 rinden un cumplido homenaje a dichos maestros, como reconocimiento a su ejemplar labor en pro de la educación.
La placa fue develada el 15 de mayo de 1992 y está en una pared exterior del edificio de la dirección de la escuela.
No sé si opinés lo mismo que yo: Esta placa no sólo honra a los maestros de la Matías de Córdova, ¡no!, esta placa honra también a los ex alumnos que se unieron y dedicaron este mensaje a sus maestros. Porque estos ex alumnos son personas agradecidas y, lo sabés, el ser agradecido es uno de los dones benditos de la humanidad. El mundo está lleno de ingratos, a cada rato vemos ejemplos. Da pena decirlo, pero la ingratitud es el pan de todos los días, en todo el mundo.
Los seres humanos, con gran frecuencia, creen que se lo merecen todo, que el mundo debe estar a sus pies. No agradecen los dones recibidos, porque piensan que todo es poco.
¿Ejemplos? ¡Ay, sobran, sobran! Voy a poner uno que hemos padecido todos. Se dice con frecuencia que el mundo es como una rueda de la fortuna, a veces estamos arriba y a veces estamos abajo. Cuando estamos arriba nos hablamos de tú (o de vos) con las nubes, todo lo vemos desde la fronda, nos volvemos pedantes; cuando estamos abajo nos sentimos en el fondo del pozo (a veces lo estamos). El que está arriba se olvida, muchas veces, incluso de Dios. El que está abajo lo busca con urgencia, recuerda que hay templos que son la casa de Dios, entonces compran velas, entran al templo, se hincan (¿mirás qué hacen? ¡Se hincan!) y rezan, piden que Dios no los abandone, que les “eche una manita”. A veces, Dios en su generosidad vuelve su mirada y hace su movimiento mágico para ayudar a los necesitados. Ha sucedido que al salir del templo, a la hora de bajar por la escalinata se topan con un amigo y se abrazan y platican. El que está en el pozo cuenta su problema, perdió su trabajo y necesita con urgencia un préstamo, mientras vuelve a tener trabajo, porque su familia, y ya se sabe este tipo de historias, porque todos las hemos padecido cuando la rueda de la fortuna de la vida nos manda a la parte de abajo.
¡Milagro! Resulta que el amigo fue como un enviado divino. Dice que él puede “echarle la mano”, mientras encuentra trabajo, y sin mediar contrato alguno mete la mano a la bolsa, saca la cartera y pone en manos del necesitado diez mil pesos, ¡diez mil pesos! Toda una fortuna para quien está en el pozo. Aparecen unas lágrimas en los ojos del amigo que está en situación penosa. No son lágrimas falsas, son sinceras, porque están llenas de un sentimiento ambiguo al darse cuenta que, como dice el dicho: “Dios aprieta, pero no ahorca”. Sí, dice el necesitado, te juro que en cuanto tenga trabajo te regreso tu dinero. ¡Gracias, muchas gracias!
Y el tiempo maravilloso hace el prodigio. El viento de la vida hace que la rueda de la fortuna gire y, poco a poco, el necesitado abandona su chamarra de pobre, porque ¡encuentra un trabajo! Una tarde (meses después del encuentro) la esposa del necesitado le recuerda la deuda y recomienda que guarde algo de la quincena para abonar al amigo que le tendió la mano.
Y acá, querida Mariana, aparece la historia que se repite por miles y miles en todo el mundo cada día. El amigo necesitado olvida su obligación moral, olvida el instante en que veía todo oscuro, porque todo estaba oscuro. Olvida que en ese momento apareció un amigo y le tendió la mano. El amigo generoso nada ha reclamado, ha dejado que el tiempo haga su trabajo.
La esposa recomienda abonar algo a la deuda, para irla pagando poco a poco. Le recuerda que ya estaban a punto de caer en manos de agiotista o de banco, que ellos cobrarían las perlas de la virgen en intereses. El amigo nada les ha reclamado, nada de intereses hubo en el acto amistoso. El único interés fue tender la mano para que el amigo saliera del pozo, porque él, también, en algún momento de la vida estuvo en la parte baja de la rueda de la fortuna.
Vos, querida Mariana, los conocés. Los desagradecidos se esconden del amigo y si, por sentido estricto de la justicia, el amigo generoso, con buenos modos, le recuerda la deuda al otro, éste se molesta.
Puse un ejemplo muy pedestre, un ejemplo en donde lo material aparece en primer lugar, pero lo escribí porque, pienso yo, ilustra muy bien cómo somos desagradecidos los seres humanos. El amigo prendió un cerillo cuando el otro estaba en la oscuridad. Esa ligera chispa fue como el hilo de Ariadna para que saliera del laberinto. ¿Y luego qué sucede? Pues nada, lo de siempre, la ingratitud asoma: ¿Agradecido yo por un simple cerillo? Pucha, ni que hubiera sido un faro.
¿Mirás? El ser humano cree que merece todo y en este absurdo pensamiento se olvida de agradecer, de agradecer a Dios y de agradecer a los enviados.
Estos ex alumnos se muestran agradecidos. Se pusieron de acuerdo e hicieron una coperacha para mandar a hacer una placa de bronce donde quedaran grabados los nombres de los maestros que realizaron “una ejemplar labor en pro de la educación”. Hay un reconocimiento sincero, porque son los nombres de los maestros los que perduran. Esos nombres hubiesen quedado en el muro del aire si no hubieran estado grabados en bronce. Quienes ahora entran a la escuela Matías de Córdova leen esos nombres y en la mención vuelven a darles vida, vuelven a colocarlos en el estrado donde, con una vara o con una regla de madera, obligaban a los niños a aprender las capitales del mundo o a restar ocho de un total de quince manzanas.
Esta placa bien puede estar en cualquier escuela del mundo, porque en todo el mundo hay una serie de maestros que, con apostolado cristiano (sin ser necesariamente católicos), han cumplido con su misión de maestros.
No sé vos, pero yo (entiendo que todas las personas tienen historias semejantes) viví experiencias diversas en las escuelas. Tuve maestros amables, afectuosos y tuve maestros desagradecidos con la vida, que sólo llegaban a pasar el tiempo sin aportar nada a nuestro desarrollo. También hay muchos maestros ingratos, que sólo acuden al aula para justificar un trabajo que les aporta dinero, son los llamados mercenarios de la educación; pero he tenido maestros luminosos, maestros que me ayudaron a encontrar mi verdadera vocación, que colocaron ladrillos en mi camino, que prendieron ese prodigioso cerillo a la hora que mi vida estaba en la oscuridad total. Esos hombres y mujeres tienen una placa de bronce en la pared de mi corazón, ahí estarán por siempre. Cuando estoy al frente de un grupo procuro honrar la memoria de ellos, procuro no desalentar a los muchachos, procuro sembrar una espiga de luz en su corazón. ¡Ah, qué difícil!
Los estudiantes prefieren a los maestros barcos, a los que, por cualquier pretexto, permiten las llamadas “horas sociales”.
Posdata: Pero cuando el tiempo pasa, los ex alumnos reconocen que no fueron los barcos los que los formaron, no fueron los que hacían horas sociales quienes colocaron luces en sus vidas. Los que cumplieron más allá del deber, son los que cometieron el acto más noble de la vida: Enseñar.
Me gusta entrar a la escuela Fray Matías de Córdova, porque soy ex alumno de ella. Me gusta leer esta placa en bronce. Al hacerlo hago un homenaje a los ex alumnos agradecidos. El agradecimiento es uno de los más altos valores de la humanidad. No están los nombres de ellos, son ramas de un árbol enorme que se llama generación de ex alumnos agradecidos.