sábado, 8 de mayo de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA ESQUINA DOBLE

Querida Mariana: el cronista Cuauhtémoc Alcázar subió esta fotografía, el 29 de abril de 2021. El maestro Cuauhtémoc sale todas las mañanas a correr por las calles de Comitán y, en los últimos tiempos, ha compartido fotografías en redes sociales. Fotografías de espacios que llaman su atención y que, por supuesto, son un registro visual de la arquitectura de estos tiempos. Mi amigo Bersaín Estrada, del mero Ocozocoautla (¡Calma, Coita, que vamos ganando!) también comparte en redes sociales fotografías de su pueblo. Sale a caminar y hace un registro preciso de las casas, con sus puertas, ventanas y paredes de diversos materiales. Sabe, es inevitable, que la modernidad, como dragón, arrasa las construcciones antiguas y coloca su firma del siglo XXI. El maestro Cuauhtémoc, siempre está alentando a medio mundo a caminar, a activarse, para mantener una buena salud, sobre todo en estos tiempos de pandemia, donde el confinamiento ha limitado las caminatas y las actividades cotidianas. En el canal 11 transmiten un programa de televisión que se llama “Aprender a envejecer”, que, como su nombre indica, comparte conocimientos para que los adultos mayores tengan una vida plena. Ahí, a cada rato, insisten que el movimiento es esencial, quien se bota en un sofá o en la cama todo el día reduce su capacidad física. Aunque se escuche mal uno debe seguir la recomendación que hace la canción de Lllya Kuryaki y los Valderramas: “A mover el culo”. ‘Ora, a pararse, a mover las piernas y brazos, a mover las neuronas del cerebro. ¡A bailar! ¿No hay espacio? En un pedacito de patio, a mover el culito, a darle alegría, al cuerpo, Macarena. El maestro Temo, el eterno joven de Comitán, nos alienta a hacerlo. Vos sabés que ese ritmo prodigioso que se llama danzón se baila dibujando un cuadro, un simple y sencillo cuadro que no pasa de medio metro. Ah, y cómo despierta el cuerpo y espíritu al mover los pies al ritmo de un buen danzón. ¡Ah, uno siente, aunque reciba el viento de La Ciénega, de Comitán, como si estuviera en el malecón de Veracruz y las gaviotas volaran encima! El aislamiento, obligado por la emergencia sanitaria mundial, no significa permanecer en estado pasivo. ¡Al contrario! Este confinamiento exige hacer ejercicio. El ejercicio pincha el globo de la aprehensión, de la incertidumbre, el monstruo de la depresión. No me estás preguntando, pero te cuento que nunca me ha gustado hacer deporte. Como decía un amigo, no jugué ni mi caca, cuando era chiquitío. Ocasionalmente jugué básquetbol y béisbol, con la palomilla, pero jamás fui deportista disciplinado. ¿Correr? Ni para perseguir a una muchacha bonita. ¿Nadar? Tengo pavor a las albercas, a los ríos, a las lagunas, al mar. Sólo tolero al agua cuando me pongo debajo de la regadera. Admiro a mis amigos que se trepan a la bicicleta y recorren decenas de kilómetros. Ah, cómo disfruto cuando veo sus fotografías, a la hora que pedalean en senderos, rodeados de árboles y de la inmensa burbuja de aire. Admiro a mi amigo José Ramón, quien practica el triatlón. ¡Qué seres tan maravillosos! El maestro Temo ha sido deportista de toda la vida. A sus ochenta y más se mantiene con espléndida salud, mental y física. No me estás preguntando, pero te cuento que, a pesar de que nunca he sido deportista, en los últimos tiempos, todos los días, procuro mover mis manos, mis brazos, mis piernas, el culo, pues. A las cinco de la mañana prendo el televisor y sintonizo un canal de videos musicales y hago lo que llamo tai chi de viejito. Una media hora de estiramiento, de mover las muñecas, de levantar los brazos, de hacer sentadillas, de mover el torso, de subir las piernas, de trotar tantito, tantito. Procuro, en el transcurso del día, levantarme de la mesa de trabajo (donde escribo o dibujo), y doy una vueltita por la cochera. Asimismo, cuando hay sol, saco una silla y dibujo, mientras recibo los rayos de las nueve de la mañana, más o menos. Me encanta lo que está haciendo el maestro Temo; me encanta que comparta sus hallazgos. Claro (¡no puede ser menos!), estas fotografías las acompaña con imágenes de su álbum personal, donde muestra los diversos reconocimientos que ha recibido y los lugares donde ha viajado. Lo que hace actualmente es compartir instantes donde él camina y recibe la bendición del aire comiteco. El maestro Temo es uno de esos hombres que se ha entregado a su pueblo. Viaja, pero, hasta donde sé, la mayor parte de su vida la ha vivido en Comitán. Sólo en su juventud anduvo por otras tierras, pero, a su regreso a Comitán, acá sembró su fe. Ha sido un comiteco ejemplar. No es fotógrafo, ¡no! Las fotos que comparte, la mera verdad, distan mucho de la calidad que tienen, por ejemplo, las fotografías que toma Hugo Nandayapa, quien no sólo hace un exquisito registro del Comitán de estos tiempos, sino que lo hace con un toque artístico inigualable. Ambos, Hugo y Temo, son pata de chucho. Hugo camina el pueblo con la intención de captar imágenes artísticas, Temo camina Comitán por salud, pero su mirada de cronista lo hace tomar fotografías sencillas con su celular y con ello también hace un registro invaluable de imágenes. Por ejemplo, en esta fotografía que anexo, no sabemos (ni sabremos) qué motivó al maestro a tomarla ¿Qué llamó su atención? ¿El color? ¿El techo irregular? ¿El barandal superior? ¿El remate que convierte la cuchilla en una esquina con dos esquinas? El maestro ha subido varias fotografías con este tipo de arquitectura. Construcciones que no terminan en pico, porque ahí está la entrada principal, lo que obligó a los constructores a mochar el vértice y dejar dos esquinas en la esquina. A mí me encantan estas edificaciones. En algunas ocasiones hay portalitos, en otras, aleros, como es el caso. Como el maestro Temo recorre toda la ciudad en sus diarias caminatas, ha compartido fotografías de muchas partes. El otro día caminó por el barrio de Guadalupe y compartió una fotografía de la popular tienda de abarrotes “El XXV” y todos vimos que ese negocio también tiene mocha la esquina, porque ahí está una puerta de acceso. No existe un registro preciso de cuántas edificaciones comitecas tienen mocha la esquina, pero, sin duda, sería un documento valioso. Las casas no terminan en punta, ¡no!, terminan en paredes que forman dos esquinas. No me preguntés en qué barrio tomó esta fotografía el maestro. No lo sé. Presumo que la tomó en un barrio del oriente de la ciudad, en la parte baja. Sólo el maestro Temo y los que viven por ahí sabrán decir qué barrio es. Hugo y el maestro Temo (y muchos más) caminan y de pronto algo llama su atención y hacen el registro visual con sus cámaras, simple cámara de celular en el caso de Temo y cámara profesional en el caso de Hugo. Ambos nos regalan documentos valiosos para registrar la identidad de nuestro pueblo. En el siglo pasado, Comitán tuvo una armonía arquitectónica envidiable. Ahora todo es un tachilgüil constructivo. Cada comiteco tiene derecho a construir de acuerdo con su gusto estético, a veces, incluso, en forma improvisada, como Dios da a entender. La arquitectura comiteca de estos tiempos se ha vuelto folclórica, espontánea. El paisaje arquitectónico comiteco del siglo pasado era como una risa franca, espléndida, como la de doña Lolita Albores a mitad de una fiesta; el paisaje actual es como risa de mil chachalacas revueltas con murmullos de chisquirín. Pero esta es la personalidad del Comitán actual. Los investigadores del futuro estudiarán esta disparidad arquitectónica y darán luces acerca de la personalidad de los comitecos del siglo XXI. Posdata: No sabremos qué llamó la atención del maestro: ¿fue el color de la casa? ¿Fue el techo que es como sábana a punto de volar? ¿El contraste del azul con el negro? ¿La perspectiva que se abre en dos brazos? ¿O fue la figura de la persona que recibe el sol sentada en la banqueta? En esa banqueta que, mero al estilo comiteco, topa en una pared y pierde su continuidad, con lo que el peatón debe bajar al arroyo, con riesgo de ser arrollado. Tampoco existe un registro preciso del amplio y alucinante muestrario de banquetas comitecas. En esta foto del maestro Temo hallamos que la banqueta, con laja, está chimuela ya en la esquina. Ojalá que el maestro Temo continúe con esta labor, que siga caminando todo el pueblo y nos comparta sus hallazgos fotográficos. Mi amigo coiteco, Bersaín Estrada, hace una labor ejemplar, realiza un registro preciso de las fachadas de su pueblo. En el futuro, todo mundo sabrá cómo era el Ocozocoautla en tiempos de pandemia. Así, así como está la persona sentada en la banqueta, así me siento yo en una silla que saco a la cochera y recibo el sol de las nueve de la mañana. A las cinco de la mañana me muevo, disfruto los videos musicales, y como que escucho la canción de Los Valderrama, que dice: “A mover, a mover, a mover…”