lunes, 10 de mayo de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE HABLAMOS COMO OÍMOS

Querida Mariana: mirá qué bonitas flores. Una amiga me dice que se llaman agapandos. Bueno, en realidad, me dice, se llaman agapantos, pero alguien oyó agapando y así se quedó. Esto viene de su nombre científico que es: agapanthoideae. ¡Pucha! Nadie, salvo los botánicos, dice este nombre tan complicado. Por eso mejor agapanto, y acá en Comitán agapando. En México se come el dulce llamado muégano, riquísimo. Acá en Comitán los hacen con panela. La palabra, dicen los que saben, sólo se usa en nuestro país. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española consigna la palabra nuégado, pero, igual que con el agapando, alguien escuchó muégano y así se quedó. Los comitecos no le hacemos caso al centro de México y decimos el prestigioso nuégado. Mucho del lenguaje de todos los días es como juego de teléfono descompuesto. Cuando era niño, en casa jugábamos lotería; a Víctor, que era el hijo de Sara, quien era la cocinera de la casa, le encantaba “cantar” las cartas. Todo lo decía bien, menos la palabra cantarito, cuando aparecía la figura del cantarito colorado, él, bien emocionado, decía: ¡el carantadito! Ah, yo lo gozaba mucho. Siempre esperaba ese momento para soltar la carcajada. Víctor seguía. Él no se daba cuenta del cambio que hacía. Lo mismo sucedía con Pancho, quien era de Pamalá, y trabajaba en la casa. Cuando terminaba de podar la buganvilia llegaba con mi mamá, se secaba la frente, y decía: Ya quedó lista la bombambilia. ¡Genial! Y digo que si, en su comunidad, Pancho decía a cada rato la palabra, los niños podrían aprehenderla y al paso del tiempo así se llamaría la buganvilia. Porque eso fue lo que sucedió con el agapando y con el muégano. A base de repetición el término modificado halló tierra fértil para crecer. Ahora, si alguien llegara a tratar de rectificar y dijera agapanto medio mundo se burlaría. ¡Qué bobo!, dirían. ¡Oí, este mudo dice agapanto al agapando! No sé si alguna vez has escuchado que alguien dice que, de niño, fue acolito en el templo de Santo Domingo. Así: acolito, sin tilde. Si vas al diccionario hallás que el término prestigioso es, por supuesto, con tilde: acólito, pero acá alguien, insisto, oyó acolito en lugar de acólito y lo que es palabra esdrújula la convirtió en grave. Ya por cuestión de eufonía decimos que la palabra comiteca suena más afectuosa, más cariñosa. Fui acólito suena más rotundo que fui acolito, el colito final es una colita simpática. ¿Y qué me decís de la palabra bodoc? Sí, así, como se oye. La palabra prestigiosa es bodoque. En la caricatura de Don Gato aparece un personaje que se llama Benito Bodoque. Bueno, así se llama en muchas partes del mundo hispano, acá es Benito Bodoc. Los que saben dicen que se llama apócope cuando eliminamos las últimas letras de una palabra, acá, algún comiteco, en algún momento hizo apócope con la palabra bodoque y la volvió bodoc. También es una palabra bonita, dice lo mismo que la otra y ahorra uno saliva. ¿De dónde sos vos? ¡De Comi! ¿Y vos? ¿Yo? De Tapa. Los chiapanecos no dudamos, sabemos que el primero es originario de Comitán y el segundo de Tapachula. Pero, alguien de fuera no podría descifrar este acertijo. Muchas de las palabras que usamos en el día a día tienen modificaciones. No me preguntés porque no sé, pero acá en Chiapas y en Guatemala al huevo de gallina le dicen blanquillo, aunque el de rancho no es blanquillo sino coloradillo. ¡Ya, ya, perdón, fue mal chiste! Pero, en muchas regiones rurales no les dicen blanquillos sino blanquíos. ¡Qué cosa! Otro ejemplo de palabra mal escuchada es la palabra carcaj, que designa al chunche donde los cazadores colocan sus flechas. En Comitán no se dice carcaj, acá alguien oyó la palabra y le sonó carcás y así le decimos a todas las fundas. Posdata: al que le da erisipela le da disipela y al que le da diabetes le da diabetis. Al cogote muchos le dicen gogote. Un hediondo está jediondo. A nadie le extraña esos ligeros cambios, así nos ha sonado durante muchos años, es parte de nuestra herencia lingüística. Las comitecas de mediados del siglo XX, en lugar de usar fustanes, usaron justanes. Por eso, a algunos hombres que son delicados les dicen que son justanudos. Tal vez una de las palabras más usadas en Comitán es la palabra tacuatz que designa al tlacuache. Alguien, en algún momento, preguntó cómo se llamaba ese animal y el otro dijo: tlacuache, y escuchó tacuatz y desde entonces muchos, en el pueblo, se hacen tacuatz y otros son tacuatzones.