lunes, 24 de mayo de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DEMUESTRA QUE SOMOS PEQUEÑOS, PERO INMENSOS

Querida Mariana: hoy vuelvo a enviarte una fotografía. En los últimos tiempos he enviado fotografías muy terrenales, ahora tocó una del espacio, digamos de acá, a la vuelta de la esquina del universo. Es una fotografía que tomó mi amigo Jorge Arturo Quevedo Isla, quien, hará cosa de tres o cuatro años le dio por cultivar este arte. En ese tiempo ha logrado fotos espléndidas, pero esta fotografía me dejó con los ojos más abiertos, como si fueran claraboyas de un trasatlántico. Jorge Arturo compartió en redes sociales esta imagen que raya en lo genial. Quiero pensar que esta imagen la logró desde nuestro pueblo, Comitán. Y esto es lo que me maravilla. Desde un pequeño punto terrícola, Jorge Arturo logró captar este punto espacial, que, a simple vista, jamás logramos pepenar. Cuando el cielo está clarísimo (en muchas ocasiones, al contrario de lo que sucede en la Ciudad de México, por ejemplo), los comitecos vemos el cielo y logramos ver muchas estrellas y algunos planetas; no falta el aficionado a la astronomía que, con el dedo, señala a Marte o a la Osa Mayor, y nosotros, legos, admiramos lo que se nos presenta como un don de la naturaleza. ¡Miramos el cielo! Jorge comenzó a tomar fotografías del entorno, lo que está frente a la vista, árboles, paisajes, personas, animales; un día su vista se amplió y el horizonte fue la playa, el mar, las gaviotas, el cielo, las nubes, el sol, la luna; pero ahora, entiendo que por vez primera, su ojo ha ido más allá, ha volado a distancias incomprensibles. Estas fotografías las he visto en libros de astronomía o en documentales en la televisión, pero jamás había visto que un fotógrafo comiteco se atreviera a capturar esta grandeza. Los fotógrafos comitecos nos han regalado muchas imágenes de la luna, pero nosotros ya nos hemos vuelto exigentes, antes, los enamorados prometían bajar la luna y las estrellas a sus amadas y éstas quedaban conformes; en estos dorados tiempos queremos más, y Jorge, amante de la fotografía, nos ha complacido, en esta ocasión nos bajó una galaxia, ¡la gran flauta estelar! En la información que dio dijo que es la Galaxia M51, que, así parece, está un poquito más allá de Chacaljocom. Jorge Arturo dice que esta galaxia es conocida como la Galaxia del Remolino, pues sí, es un trompo luminoso con una estela arremolinada. ¡Ah, genial! Marcos Gerardo le preguntó de inmediato a Jorge cómo logró esta imagen, y Jorge, generoso, como siempre ha sido, le explicó cómo la logró. Marcos debió entender la explicación. ¿Yo? No, mi niña, mi cabeza no da, tal vez vos, que también sos gran aficionada a la imagen, porque sos experta en cine, podés entender el proceso para lograr este prodigio. Jorge la logró al captar 30 tomas de 150 segundos cada una, con una cámara réflex Nikon 7500 y un lente de 500 milímetros. Entiendo que esa cámara es un poquito más elaborada que la cámara del celular. Quise entrar al Internet para ver de qué cámara se trata, pero no lo hice, mejor me quedo con lo que mi imaginación me brinda, porque imaginar al fotógrafo con la cámara sobre el tripié no me resulta difícil, lo difícil es la explicación siguiente: para lograr las tomas de 150 segundos, Jorge dice que utiliza un aparato que contrarresta el movimiento de rotación de la tierra. ¿Qué? Al estilo del personaje de Derbez grito: ¡que alguien me explique! No, mejor no, de todos modos no lo entenderé. ¿Imaginás un chunche que contrarresta el movimiento de rotación de la tierra? Es como si nuestro planeta jugara a los encantados y se paralizara por segundos, como si el movimiento universal se detuviera. ¡Pucha! Sí, no, no me lo expliquen, no dará mi cabeza. Sólo los sobrinos de Einstein le pueden pepenar a esta vaina interestelar. Lo que sí no me cuesta trabajo es admirar la fotografía y el talento de Jorge Arturo. Hizo lo que hacemos millones de seres en el mundo, vio hacia arriba y admiró el cielo; pero hizo lo que pocos hacemos o imaginamos hacer: captar la imagen de la Galaxia del Remolino. Los datos astronómicos que Jorge dio me dejaron turulato: la dichosa galaxia está a 31 millones de años luz. ¡Dios de mi vida! Lo dijo como si contara una anécdota comiteca. La chica enamorada puede preguntar a su amado: ¿cuánto me querés? Ahora, el amado ya tiene la respuesta: te quiero de ida y vuelta a la Galaxia del Remolino; es decir, 62 millones de años luz. Después de las 30 tomas de 150 segundos cada una, Jorge le explicó a Marco que junta el montoncito de treinta y procesa las fotos en un programa de astrofotografía. Posdata: admiro mucho el arte de don Enrique Cancino, el fotógrafo que en los años setenta tomaba las fotografías de los estudiantes del Colegio Mariano N. Ruiz, en la casa donde ahora mi ahijado Javier tiene su botanero, la casona donde está sembrado un espléndido árbol de jacaranda; pero, estoy seguro, el gran fotógrafo don Enrique jamás hubiera hecho un trabajo similar al que ahora Jorge Arturo nos regaló. Jorge Arturo nos regaló un cachito de cielo, de una galaxia que está a 31 millones de años luz de Comitán. ¡La gran flauta helicoidal!