sábado, 15 de mayo de 2021

CARTA A MARIANA, PARA ALUMBRAR LA NOSTALGIA

Querida Mariana: Don Rubén Guillén Ortiz era una persona muy fina, hasta para el albur. En diciembre de 2000 publicó el texto “Propiedades del cilantro en Comitán”, en el Boletín ImaginARTE, de Xavier González Alonso y Lourdes De La Vega. El texto es muy simpático. ¿Ya viste en qué forma tan fina alburea? Escribió que, al cilantro, “en Comitán se le conoce con el nombre de “culantro”, lo cual se presta…” El texto lo podés consultar en la página electrónica del boletín. Está en el número 109, correspondiente a la segunda quincena de diciembre de 2000. Ya de pasada podés leer textos de Raúl Espinosa (“Los boleros”) y de José Luis González Córdova (“El día que cayó ceniza”) y varios artículos más. Los expertos del lenguaje y de la gastronomía dicen que no es lo mismo el culantro que el cilantro. Los albureros sonríen y dicen que no, una cosa es el culantro y otra el cilantro. Es decir, don Rubén tiene razón, acá en Comitán llamamos culantro al cilantro, sin saber bien a bien que hay otra planta que se llama culantro, por lo que no deberíamos llamar culantro al cilantro, porque un experto chef podría malinterpretar la receta del chinculguaj. La cocinera tradicional puede decir que le eche un puñito de culantro y el chef visitante irá a buscar una planta diferente. Pero, bueno, esta travesura hará que el guiso salga con aroma más intenso y con una ligera variante en su sabor. No pasará de ahí. Sólo los expertos saben dónde conseguir el culantro (bueno, bueno…) En los mercados comitecos abunda el culantro, que en realidad es ¡cilantro! El texto de don Rubén Guillén (quien falleció hace años) es delicioso. No podía ser de otra manera, porque habla de un condimento sensacional y porque Don Rubén fue un comiteco auténtico, con una gran chispa humorística, bohemio, cantante de buena voz. En el texto mencionado, don Rubén jugó con el culantro. No, no lo llevés por ese lado. Quiero decir que jugó con la palabra culantro y la aderezó, por ejemplo, en nombres de películas, en nombres de telenovelas y proverbios y dichos. Hay un apartado muy simpático que se llama “Maneras de cocinar el culantro”. Todo está escrito con gran ingenio, con excelente sentido del humor, un humor que pasa del color verde del culantro al rojo del chile siete caldos. Vos sos muy joven y no identificarás algunos títulos de telenovelas, no es lo mismo con el cine, porque vos sos experta en cine. Hubo una telenovela muy famosa que se llamó “Los ricos también lloran”, bueno con el juego de don Rubén se convierte en “Los culantros también lloran”; otra telenovela se llamó “El pecado de Oyuki”, don Rubén lo cambió por “El culantro de Oyuki”. Acá hizo un doblete, porque además del culantro está el oyuki. ¿Películas? “Allá en el culantro grande”; “Cuando los culantros se van”; y “Lo que el culantro se llevó”. Sólo como ejemplos, porque el texto de don Rubén consigna más. Todos los nombres modificados tienen su encanto. Basta que uno esté dispuesto al juego de imaginación y todo fluye bonito. En proverbios y dichos, hay unos muy buenos y los demás excelentes. Mirá este: “culantro que come huevo, aunque le quemen el pico”. Uno que es de diez es el siguiente: “caras vemos, culantros no sabemos”. ¿Uno más? Acá va: “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon tu culantro a remojar”. Todo es muy fino. Por supuesto que existe un doble sentido, ese es el sentido del juego, pero quien hace la transformación en la mente ¡es el lector! Todo es un divertido juego de la palabra. Dejé al final lo que está al final: “maneras de cocinar el culantro”. De acuerdo con el texto de don Rubén existen mil modos de cocinarlo, una de las recetas es para hacer “picaditas de culantro con huevo duro”. Todo mundo sabe que las picaditas son riquísimas. De acuerdo con la receta de don Rubén se precisa un huevo duro, para que la picadita de culantro salga exquisita. ¿Otra receta? Sí, hay más, muchas más. Don Rubén dice que hay “pellizcadas de culantro tierno”. Don Rubén cierra su texto con las siguientes líneas: “Como usted puede ver, todo se puede sazonar con “culantro”. Próximamente, con el ingenio de otros comitecos, podremos hacer un DICCIONARIO O ENCICLOPEDIA DEL CULANTRO”. Mirá hasta dónde iba la pretensión de don Rubén. Reconoce, por supuesto, el ingenio de los comitecos. Los hijos de esta tierra mágica siempre han sido juguetones con el lenguaje. El apodo comiteco es ingenioso, fruto de esa vocación por jugar con la palabra. Una manera de honrar el ingenio comiteco y de honrar el ingenio de don Rubén Guillén Ortiz sería continuar con su labor. En estos tiempos hay nombres de películas (mexicanas y extranjeras) que bien pueden enriquecer el diccionario que, en broma, en serio, propuso el autor. Vos que sos experta en cine sabés que hay una película que se llama “Cilantro y perejil”, que es una película simpática. Acá, en Comitán, la anunciarían como “Culantro y perejil”. ¿A vos te gusta el culantro? ¿Le das culantro a tu novio? El culantro se lleva muy bien con la maciza. Don Rubén, hombre de memoria bendita, nos quedó a deber más juegos verbales. Siendo un gran amante de la música no jugó con títulos de canciones. Siendo un buen lector no jugó con títulos de libros. Lo hizo a propósito, quiso que los demás ingeniositos le entraran al juego, para completar la Enciclopedia del culantro. Los que saben de gastronomía saben que el culantro que no se atiende se seca, por eso, cuando una mujer tiene buen culantro, en su sitio, quiere decir que la riegan con frecuencia y con cariño. Porque, eso también lo saben los expertos, a las plantas hay que hablarles con cariño para que crezcan frondosas. Nunca está de más que, todas las mañanas, hombres y mujeres, pregunten: ¿Cómo amaneció este culantro rico, hermoso, aromático? ¿Quiere que le dé su regadita? Estoy seguro que los comitecos ingeniosos pueden continuar con esta labor, para enriquecer el juego de la palabra universal. En ese Diccionario también podríamos encontrar títulos de grandes novelas, escritas por los escritores más famosos del mundo. Por ejemplo, del gran Francis Scott Fitzgerald hallaríamos la versión comiteca de su conocidísima novela “El gran Gatsby”, sí, se llamaría “El gran culantro”, que llamaría mucho la atención de los lectores que adoran los grandes traseros. La novela de Alexandre Dumas, en lugar de llamarse “El Conde de Montecristo”, se llamaría “El culantro de Montecristo”; la novela de Marcel Proust: “En busca del tiempo perdido”, se llamaría “En busca del culantro perdido”, y que no fue hallado en el templo, precisamente. Sí, hay más títulos, la novela de la escocesa Magguie O’Farrel, en lugar de llamarse “La extraña desaparición de Esme Lennox”, se llamaría “La extraña desaparición del culantro de Esme”. ¡Qué barbaridad, cuánto culantro extraviado! ¿Cómo se llamaría la famosa novela de Tolstói: “Guerra y paz”? Dos versiones. Una: “Culantro y paz”, para quienes conocen los entresijos diplomáticos; y “Guerra y culantro”, para quienes gustan de emociones fuertes. ¿Y “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert? Ah, un aristócrata título: “Madame Culantro”. “El ruido y la furia”, del grandísimo William Faulkner, tendría el sonoro título de “El ruido y el culantro”. El que sería un título maravilloso sería el de la novela de Aldous Huxley: “Un mundo feliz”, sí, querida mía, se llamaría “Un culantro feliz”, que es a lo que aspira medio mundo. Posdata: el mundo está pendiente de las adiciones que los comitecos ingeniosos harán para la Enciclopedia que propuso el recordado y apreciado Rubén Guillén Ortiz. Se trata de jugar. Imagino a los comitecos a la hora de la sobremesa jugando el juego del culantro, y digo sobremesa porque es término gastronómico, pero también se vale que el juego se lleve a la cama y las parejas jueguen el juego del culantro, buscando palabras mientras esperan el sueño reparador, re parador. ¿Vende’sté culantro? ¡Mudo! No lo vendo, lo alquilo. De eso como. Mudenco.