jueves, 6 de mayo de 2021

CON ACEITE NÁHUATL

Imaginá que te llamás aguacate. Hasta hace cosa de un mes no sabía el origen de la palabra. Lo supe y no me sorprendí. Aguacate viene del náhuatl ahuacatl, que significa testículo, coyol. Claro, vos no serás coyol, ¡no!, vos serás el fruto que, en temporada de finales de fútbol americano, es la botana favorita de los aficionados de medio mundo occidental. Ah, qué vocación tan prodigiosa. Los niños viejos, cuando te vean, dirán la adivinanza más boba jamás inventada: “Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón, ¿qué es?” ¿Cate? En México usamos la palabra cate como sinónimo de golpe. Así decimos: “aquellos niños se dieron cates”. ¿Qué es, entonces, cate de mi corazón? ¿Golpe de mi corazón? Al inventor de esa adivinanza aguacatera no se le ocurrió más, para dar pistas. Y digo que es boba, porque todos adivinan a la primera; es decir, no exige el más mínimo esfuerzo. Pero, bueno, será preferible que digan esa adivinanza cuando te vean, a que se toquen la entrepierna y digan, molestos: “¡Se hace por mis aguacates!” Ya, en este caso, hay el recuerdo del origen náhuatl. Lo bonito del aguacate es que, a diferencia de los testículos, crece solo. En Comitán se sigue usando la palabra chiclán para nombrar al hombre que sólo tiene un testículo. Qué caso tan extraño. No sé si recordás que Homero definió a los cíclopes como gigantes de un solo ojo y de un solo testículo. Pucha. Bueno, la naturaleza es sabia, ¿imaginás el poder que tendrían esos gigantes con dos ojos y con dos aguacatotes? ¡Pucha! Porque, lo sabemos, hay personas que tienen aguacates pequeños y otros que tienen aguacates de tamaño caguama. La tía Amanda, que era malhablada y no tenía pelos en la lengua, decía que su hijo Ramón era un gran huevonazo, así lo decía, y para reafirmar el dicho ponía las manos con las palmas hacia arriba y hacía tremendos huecos y las hamaqueaba hacia arriba y hacia abajo. Sí, todos asentíamos, el Ramón era un gran huevonazo, aguacatudo. Imaginá que te llamás aguacate, que sos aguacate, pero que sos rebelde, porque venís de los años sesenta, los años de juventud contestataria. Imaginá que, sólo por joder, decidís ser rojo, en homenaje al Che. ¿Imaginás las portadas de periódicos anunciando el hallazgo de un aguacate rojo? Los conservadores lanzarán anatemas, pero los progresistas estarán felices y llegarán a tu casa y te tomarán fotografías y las subirán a redes sociales y los amigos del Facebook dirán que sos único, que tenés integrado el jitomate, que sólo faltará agregar unas gotas de limón, una pizca de sal, un chorrito de aceite de oliva y pedacitos de chile serrano, para hacer el más rico guacamole. Qué bueno que al inventor de la adivinanza del aguacate no se le ocurrió hacer la adivinanza del guacamole. ¡Bendito Dios! Si no, ya tendríamos algo como: “Guaca pasa por mi casa, mole de mi corazón” ¡Guácala! Hay una variedad de aguacate que le llaman aguacate mantequilla, que se da por la Costa. Ah, son aguacates grandes, riquísimos. En Comitán tenemos aguacates pequeños, también riquísimos, esta variedad se llama aguacate tzitz. Las muchachas bonitas, las arrechas, saben que el tamaño importa. No es lo mismo viajar en una camioneta suburban que en un vochito. Pero, las muchachas más espirituales, siempre soñaron con tener un vochito. En un corto animado, en homenaje a este carrito pequeño, la Volkswagen mostró a una niña con un letrero en alto: Think small. Así, hay autos vochito y autos 4x4, de igual manera hay personas que tienen ahuacatl mantequilla y personas que tienen ahuacatl tzitz. Imaginá que te llamás aguacate. ¿De qué variedad te gustaría ser? ¿Mantequilla grande o Tzitz chiquitío? ¿Importa el tamaño? ¡Claro! Para hacer un buen guacamole bastan tres o cuatro de los grandes. Pero, para hacer un buen guacamole familiar, se necesitan muchos tzitzes.