miércoles, 11 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON AGRADECIMIENTO

Querida Mariana: a mí me gusta decir gracias. Mi mamá me enseñó a decir: gracias. Si la tía Emelina me regalaba un libro, mi mamá, desde su altura, me preguntaba: “¿Cómo se dice?”, y yo, abrazando el libro a mi pecho, decía: gracias, corría al traspatio, donde me sentaba en una gradita, y leía el nuevo libro. ¿Cómo se dice?, decía mi mamá y yo, en automático, decía: Gracias. Me gusta esa palabra, porque ahora sé que la gracia es un don y cuando hay muchas gracias hay muchos dones. En Comitán tenemos la costumbre de preguntar a alguien que acabamos de conocer: ¿Cuáles son tus gracias?, y la persona hace una relación de los dones recibidos por la naturaleza y los dones pepenados en el camino, porque si bien es cierto lo que dice el dicho: lo que natura no da, Salamanca no presta, el tezón y la disciplina hacen que, por ejemplo, un escritor realice una obra digna. Una obra que, por supuesto, no estará jamás a la altura del genio que fue tocado por la gracia divina, la gracia natural. ¿Cuáles son tus gracias, niña de mi vida? ¡Ah!, yo digo que tenés muchas, pero hay una que es más relevante y es la que consolida tu vocación. Ayer leí una noticia que me dejó “apantallado”, porque tiene relación con lo que en la pantalla se presenta: “El Conalep tendrá cinco nuevas carreras técnicas de cine, en 2022”. Digo que, en medio de la desgracia de la pandemia, aparecen signos de gracia, y debemos dar gracias. ¿Por qué? Porque vos y yo y medio mundo hemos tenido elementos de resistencia para soportar esta realidad que jamás imaginamos vivir. Millones de personas han resistido la pandemia gracias a la lectura. Los libros han sido lo que siempre: acompañantes leales. La lectura ha sido un bálsamo para el espíritu, el aroma de hierbabuena en la burbuja asfixiante. Y el otro elemento cultural relevante ha sido el cine. Millones de cinéfilos han visto cine desde la casa. En este tiempo de agobio aprendí un anglicismo: streaming. Hubo un momento en la historia que tuvo mucha difusión el mensaje: “El cine se ve mejor en el cine”, en afán de llevar a los cinéfilos a las salas. Lo que decía el mensaje es una certeza. Es única y maravillosa la experiencia sensorial de acudir a una sala cinematografía. Pero, eso aplica en tiempos normales, cuando hay situaciones extraordinarias, como la que vivimos en la actualidad, la recomendación es quedarse en casa y seguir disfrutando de ese maravilloso arte, producto del genio humano. Doy gracias a quienes inventaron los chunches tecnológicos. Gracias al Internet estoy en comunicación con vos y con más amigos, comparto mi creación literaria en redes sociales y en plataformas especiales leo libros electrónicos y veo mucho cine. González Iñarritu, Cuarón, Del Toro y vos reconocen el poder de la imagen. El cine es una de las máximas gracias del siglo XX. Si hiciéramos un juego de imaginación, el mundo podría contestar que una de sus gracias, en el siglo pasado, es el cine, la otra sería, sin duda, el libro electrónico. Yo doy gracias a esas gracias que me han acompañado durante mi vida y que son sustento en estos tiempos de pandemia. ¿Imaginás lo que vivió el mundo en epidemias anteriores, cuando no existía la gracia divina de los avances tecnológicos que hoy disfrutamos? ¿Cómo fue la enseñanza? Hay fotografías donde se ve a dos o tres niños cerca de un radio anotando indicaciones en sus cuadernos. Por supuesto que lo mismo que se dijo del cine se aplica con la educación formal: lo mejor de la escuela se aprende en la escuela. Pero, ¿qué hacer en tiempos de emergencia? Millones de padres de familia sostienen que es preferible que sus hijos pierdan un año escolar a que se arriesguen a perder la vida. Demos gracias por la bendición de las clases virtuales, por el cine en casa, por los libros electrónicos; demos gracias por esa ventana tecnológica. ¿Hay alguien que dude la bondad de la noticia del Conalep? Yo no dudo en la raya de luz que pinta esta institución educativa. ¿Lo imaginás? Los chicos de estos tiempos recibirán el conocimiento mínimo del mínimo andamiaje cinematográfico. No se convertirán en directores, pero sí se apropiarán de la técnica de la construcción de sets, de los montajes, de la iluminación y de las tramoyas que se emplean en el cine y en los audiovisuales. Por ahí, estoy seguro, aparecerá una persona que haya sido tocado con la gracia natural y dé el siguiente paso para ser la continuadora de la riquísima tradición de los grandes directores del cine mundial. Sí. Estos chavos podrán, con su celular, jugar el infinito juego de la creación cinematográfica. ¡Genial! El futuro Orson Wells anda por acá; la futura Sofía Coppola anda por acá. Posdata: Quienes posean los mínimos elementos para hacer cine podrán crear sus propias empresas culturales y catapultar las historias locales. Zarape Films es un ejemplo a seguir en nuestra ciudad. Zarape es una empresa creadora de productos culturales visuales de gran calidad. Me encanta la palabra gracias. No la malgasto, no la aplico a cualquier hora ni en todo acto, pero cuando reconozco la maravilla del genio humano o la luz de la naturaleza, doy gracias a Dios por todas sus bendiciones. Mi mamá me enseñó. ¿Qué se dice?, me preguntaba de niño y yo decía: ¡gracias! Gracias a Dios que me dio la madre que me acompaña en estos tiempos difíciles, complicados, pero llenos de esperanza.