miércoles, 18 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON IMAGEN CAMPIRANA

Querida Mariana: ¿ya viste qué foto tan bonita? Yo, lo sabés, soy un gran ignorante en cualquier materia, pero tengo el primer lugar en cosas del campo. Tengo amigos que crecieron en ranchos y saben todo lo que debe saberse de entornos campiranos, pero ¿yo? Ah, crecí en una casa a media cuadra del parque central de Comitán y siempre fui muy cuidadito. ¡Cuidadito que yo quisiera ir más allá del centro del pueblo! Por eso, cuando Rocío me envió esta fotografía lo primero que pensé fue en pollitos. Porque en el sitio de la casa sí tuvimos conejos, gallinas y gallos, un gallo blanco cabrón que siempre me perseguía para picotearme. Rocío me respondió: caliente, caliente. Y yo, que había olvidado lo de la foto le dije que sí, que de vez en vez. No, mudo, dijo ella, digo que caliente, pero no son pollitos. Entonces, como ya andaba metido en el tema le dije que eran pollitas. Caliente, caliente, dijo ella, de nuevo. Y supe que jugábamos a frío, frío, caliente, caliente. Si estaba caliente (en el juego de preguntas) significaba que pronto adivinaría si eran Ford o Chevrolet los animalitos que acá picoteaban. Como era juego, escribí: tacuatzitos con alas. Rocío me mandó un emoticón intraducible, pero de color rojo y con rayos saliendo de sus ojos, acompañado con el siguiente texto: frío, frío, tan frío como un tacuatz, no te hagás, decí qué animalitos son. Yo le mandé un emoticón sonriente y le puse otra bobera: Si no son tacuatzitos con alas, tampoco son tzisimes gringos crecidos. Ella, ¡bendito Dios!, lo tomó por el lado amable, mandó caritas sonrientes y me puso: ah, pues, jugá, habíamos empezado bien. Como vi que ya estaba seria, pensé tantito: ¿qué animales tienen alas, dos patas y un pico y picotean en el piso? Pensé en patos, pero miré que las patas estaban más abiertas y el pico no tenía la anchura que tiene Donald. ¿Qué podrían ser? Vos, ¿qué dirías? ¡Palomas! Pensé en palomas y así lo escribí. Caliente, caliente, fue la respuesta de Rocío. Y yo iba a comenzar a jugar con la palabra paloma, porque vos sabés que más vale paloma en mano que siento bonito. Si no eran palomas, qué podían ser. Pensé en codornices, pero no lo escribí, porque no les miré horma de codornices. ¿Quién sabe cómo son? Cuando menos me conforté diciendo que tenía cierta idea de aves de corral. Al final, como siempre lo hago, me rendí. Escribí: Me doy (y volví a sentir un calorcito en mi cuerpo). Rocío dijo: Ah, vos, siempre te das, regalado. Y yo le contesté: pero ni regalado me aceptan. Su siguiente mensaje fue muy atrevido, yo comencé a sudar y el calorcito me invadió en todo el cuerpo. ¿Sabés que me puso? ¡Cotzito! Dios de mi vida. ¡Qué aventada!, pensé. Iba a ponerle: ¡sale! Cuando recibí otro mensaje: Son cotzitos. Entonces regresé a la realidad. Supe que se refería a la fotografía. De inmediato, mi corazón comiteco, con todo el pesar del mundo, hizo la traducción: cotzitos, igual que jolotíos. ¡Ya! Los animalitos que acá se ven son guajolotes pichitos. Claro, si algún amigo leyera esto no sabría que a los guajolotíos les decimos cotzitos, porque la palabra cotz es una voz tojolabal que significa guajolote, pero (ahí voy de nuevo) los comitecos al acto sexual le decimos cotz, cuando alguien dice: ¡Vonós a echar cotz!, no te está invitando a comer una pierna de guajolote en mole, sino que quiere comer tu pierna y puntos intermedios. Por eso, cuando Rocío escribió ¡cotzito!, yo me alebresté como gallo colotop. Posdata: cuando supe qué animalitos eran vi con atención la fotografía. Todos los cotzitos están en su rollo, pero los dos cotzitos de primer plano parecen platicar, comentar alguna confidencia. ¿Qué se están secreteando? Rocío escribió: ¿te gustó la foto? Sí, le dije, sí, mucho. Sí, dijo ella, el cotzito es bien bonito, bien sabroso. Y ya no supe qué pensar. Ella mandó una carita sonriente y dos manitas unidas, como una bendición.