viernes, 27 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA SENSACIONAL

Querida Mariana: en todas partes está el prodigio. ¿Ya miraste qué prodigio de fotografía? Es una nube de la más altísima tierra, del más altísimo cielo. ¿Digo algo incoherente? ¿Deliro? No, no deliro. Sí, debo confesar que juego con la palabra y digo que la fotografía es una nube del más alto cielo, porque fue tomada por mi amiga Cielo. Ella, así como no queriendo la cosa, tiene una mirada educada. Pepena la belleza donde las miradas advenedizas pasan de frente, sin alcanzar a ver el nacimiento de la flor. Acá están las sombras de Cielo y de Paty. El sol delineó sus sombras en la pared, en el piso y en parte del ventanal. La luz del día, lo sabemos, es cambiante. Esto lo sabían los pintores impresionistas, por eso al grito de “a la mierda el atelier”, abandonaron los encierros y, con sus pinturas y lienzos bajo el brazo, fueron al campo y ahí captaron, con destreza, el instante supremo. Reconocieron que ese instante de luz no regresaría, era necesario captarlo para siempre. Y así sucedió, los manchones de luz de Van Gogh han llegado intocados hasta nuestros cielos actuales. Cielo supo que este instante sublime, burbuja de ámbar, no volvería. Lo captó en forma genial. Ella no vio el árbol o la nube o el ave del campo, ¡no!, ella logró advertir el instante en que la mano de luz tocó la pared, el piso y el ventanal. Los pies de ambas salen de la sombra universal, emergen como lo hizo Venus en el genial cuadro de Botticelli. En la pintura, Venus nace de una concha. Acá, la tierra es la concha donde brotan las sombras de Cielo y de Paty. Sombras que se extienden en la pared y en el piso. No se ven sus pies, pero sí se advierte cómo la mano hace el perfil exacto, justo, divino de la silueta. Acá está la sencillez de los materiales de las construcciones físicas y la grandeza de la construcción visual. ¿Cómo una materia tan fría como la pared recibe tanta calidez del cuerpo a través de la sombra? Digo que juego con la palabra: acá, la sombra, querida mía, ¡asombra! Si le hago caso al lingüista, y digo que la “a” funciona como un prefijo que niega, que priva, la “a” de asombra niega la sombra, la oscuridad, y da nacimiento a la luz. Acá, la sombra de Cielo y la sombra de Paty son perfiles luminosos, llenos de vida. Ese instante fugaz quedó atrapado en la mirada y ahora es fuente de luz eterna. La imagen que tomó Cielo da para mucho, para mil interpretaciones, para mil juegos, para mil posibilidades. Paty y ella ¿platican? ¿A qué juegan? Paty tiene una pierna flexionada, Cielo mantiene las piernas juntas. Las piernas de Paty dejan un espacio para la luz traviesa; las piernas de Cielo dejan que la sombra suba rotunda por sus muslos, por sus caderas. La cabeza de Paty apenas toca el dintel del ventanal, la cabeza de Cielo se asoma al cristal y ahí se funde. Los que saben dicen que toda fotografía es impresionista, porque captura la impresión de un instante. El fotógrafo que aplica Photoshop es un artista que modifica la luz del instante. En esta fotografía de Cielo nada fue retocado. Bueno, tal vez la pared y el piso sí, pero fueron tocados, retocados, de manera natural por las sombras de ellas. Lo plano de sus superficies fue alterada, en buena hora, por esas sombras que le dieron volumen, le otorgaron un espíritu en apariencia sosegado, pero bien cumbanchero. La mirada de Cielo va más allá de lo evidente. Acá fue un pájaro que trepó a lo más alto del árbol y desde ahí, como tiuca despierta, miró lo que sucedía en la tierra y vio que ahí, sobre la pared plana, papaloteaban mariposas llenas de luz. La mirada de Cielo es prodigiosa. Le basta un celular común para captar el ave que sólo vuela en los espacios más sublimes. ¿Conoce el trabajo de Cartier-Bresson? ¿Su mirada se ha posado en los claroscuros de Rembrandt? Ella encuentra luz en la sombra, advierte que el perfil de la sombra corta la luz; si ese corte es armonioso, dúctil, sensual, el mundo entre la luz y la sombra adquiere una nueva lectura. La luz es tocada por la oscuridad y ésta es acariciada por aquélla. El prodigio aparece. Posdata: niña mía, vos sos experta en cine, sabés de imágenes, has captado la genialidad de los cielos de Gabriel Figueroa, pero sé que nunca habías visto las nubes que Cielo pepena, no en las alturas, sino en las modestas paredes. Cielo también manda a volar los encierros, sale al patio, a donde la luz camina, vuela, pero ella advierte los resquicios por donde asoma esa línea que es como la raya en el agua.