lunes, 23 de agosto de 2021

CARTA A MARIANA, CON SUEÑOS PANDÉMICOS

Querida Mariana: las películas, novelas y cuentos apocalípticos son como pesadillas. Ahora, en tiempos de pandemia, muchos sueños entran al territorio de la oscuridad. La zozobra que el mundo vive se refleja en el espejo del sueño. A mí me desconcierta que la palabra sueño se aplique a la actividad mental que aparece mientras dormimos, y también se aplique a los deseos. Y digo que me desconcierta, porque los sueños nocturnos caminan por terrenos resbaladizos y, en muchas ocasiones, caen al vacío, territorio de la pesadilla. Los sueños diurnos, los que aparecen como sinónimo de deseo, jamás caen en huecos oscuros, porque tienen alas. Una cosa es que te pregunte ¿qué soñás?, y otra muy diferente es preguntar: ¿qué soñaste? Lo primero se refiere a tus máximos deseos, como llegar a ser una gran cineasta; y lo segundo alude a los sueños que no controlamos y que pueden ser pesadillas. Cuántas veces no despertamos con el corazón en medio de la garganta, con el cuerpo lleno de sudor, con una sensación de terror. Damos gracias a Dios por haber despertado, por dejar abandonado ese territorio de pavor. Digo que muchas películas apocalípticas son como pesadillas trasladadas a la pantalla. A mí, fiel cinéfilo de toda la vida, jamás me han gustado esas películas llenas de zombis o de catástrofes naturales o propiciadas por el hombre. Lo más que vi en la infancia fueron las luchas que Santo, el Enmascarado de Plata, sostenía contra zombis que eran simpáticos seres que se movían como robots de hojalata oxidada. Entiendo que vos, por tu profesión, tenés que chutarte toda clase de películas, incluso de esas apocalípticas donde los sesos y la sangre son cosas comunes. En 1962, la escritora Lidia Zuckermann publicó una novela con el título: “Anoche tuve un sueño extraño”. Ese título, bien podría aplicarse a muchos sueños en tiempos de pandemia, porque, de acuerdo con lo que platican familiares, amigos y conocidos, temas pandémicos (apocalípticos) han aparecido al lado del Coronavirus, como si fueran la corona de hojalata de este huracán. Hace tres años, salvo algún médico o enfermera inquietos, nadie soñaba con cubrebocas. Pero, a raíz de la aparición de la pandemia, este aditamento, al menos en el círculo cercano, ha aparecido en sueños recurrentes. Imagino que en muchas otras partes del mundo también ha aparecido el cubrebocas en los sueños de muchas personas, después de todo, ya nos explicaron los sabios, los seres humanos compartimos los mismos temores, las mismas pasiones, los mismos sueños, de los nocturnos y de los matutinos. Hace dos o tres días, mi mamá (quien siempre me cuenta todos los sueños al día siguiente, porque los recuerda con todos sus detalles y colores y aromas) me contó un sueño donde el cubrebocas fue el protagonista, me dijo que había soñado que estaba en un mercado, se dio cuenta que no llevaba cubrebocas, comenzó a buscar una tienda, cada vez era más su aflicción, porque la gente parecía reproducirse como conejos. Al fin halló un puesto de venta, compró uno, pero el cubrebocas era como un calzón sin resorte y se le caía. Despertó con cierto desasosiego. Le pregunté a mi mamá si recordaba haber soñado en alguna otra ocasión con un cubrebocas, dijo que no, ella, vos lo sabés, tiene noventa y un años, ha vivido muchos momentos difíciles, pero, asegura, ninguno como el de esta pandemia. Mi prima Martha me contó uno de sus sueños, a través de un mensaje de WhatsApp: “Iba a mi casa, en un camión, pero el camión era de los que van al Reclusorio. Me sentía mal, por viajar en transporte y por no llevar cubreboca. “En una parada subió mucha gente. Eran doctores y enfermeras, porque llevaban bata. También iban sin cubrebocas. Todos iban amontonados. “Yo quería bajarme. Cubrirme con algo. “Miré hacia atrás y vi a mi primo René que estaba en el piso del camión, como si estuviera asoleándose en una playa, tenía los brazos detrás de la nuca, no tenía cubrebocas, me llamaba. Me bajé en el desvío. Ahí desperté”. Posdata: sé que hay más sueños en tiempo de pandemia. El sueño, deseo, de todo el mundo es que ya termine esta emergencia. Hace un año pedíamos el milagro de la vacuna. La vacuna ya apareció, pero no fue la solución, aún hay resquicios que no dan una certeza total. ¿Cuándo terminará esto, Dios mío? ¿Terminará? ¿En qué momento han cedido las pandemias anteriores? México sufre la tercera ola, Alemania padece la cuarta ola. ¡Señor! ¿Cuántas olas faltan? Como dijo alguien en redes sociales, esto ya no parecen simples olas, ya parece un verdadero tsunami. Mientras aparece un rayo de esperanza certera, muchos de nuestros sueños nocturnos resbalan y caen al vacío, territorio donde la matrona de las pesadillas come sesos y bebe sangre.