domingo, 9 de julio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO

Querida Mariana: mi amiga Mirtha Luz Pérez Robledo, poeta chiapaneca, me envió un libro suyo. El libro se titula: “En defensa propia”, un título que parecería extraño en el mundo de la poesía, más cercano a asuntos de cloacas. A ver, querida niña, ¿en dónde has escuchado la frase? ¡Claro! Como respuesta de una agresión. Alguien se ve envuelto en un ataque imprevisto y se defiende, es como un acto reflejo, como un acto de supervivencia. Perdón, reculo. La poeta ha iluminado la frase. Cuando algún agredido se defiende lo hace, casi siempre, desde el mismo fango; es decir, quien es violentado responde con violencia, lo hace a bote pronte, alude a un derecho elemental. Si Mirtha escribió este poemario “En defensa propia” debe ser porque responde a una agresión, pero ella no responde con los mismos cristales, ella hace uso de la palabra, agua bendita, para responder a la agresión. ¿Ya miraste lo que Mirtha Luz ha hecho? Ante una agresión ella ha sembrado un jardín, para que sus lectores sepamos que los seres grandes nunca responden con alambre de púas. Este libro de Mirtha Luz obtuvo el Premio Nacional de Poesía TintaNueva 2022. Roberto López Moreno, Hernán Lavín Cerda y María Elena Solórzano determinaron que la obra poética de Mirtha Luz era merecedora del galardón del año pasado. Nuestra poeta está acostumbrada a recibir reconocimientos por su obra. Ha obtenido varios premios estatales, asimismo varios nacionales. No sólo en poesía, en 2001 obtuvo el Nacional de Cuento “Carmen Báez”, de Morelia, Michoacán. En la dedicatoria, la poeta dice que dedica este poemario a sus hijos “porque todo lo que tocan se vuelven flores”. Acá hay una imagen de espejo, porque ante la agresión, ella, en medio del dolor, siembra plantas con pétalos azules, sólo para darle vida a la muerte, para vencerla, para decirle que su poder es ínfimo ante un sembradío de blancos tenocté. Mirtha es una sembradora, por todos los aires siembra palabras, que reconfortan, que son como un pequeño esparadrapo ante la herida violenta. En el prólogo, el editor Federico Corral Vallejo eligió los siguientes versos de Mirtha: “La muerte no jugó limpio / yo no sabía / que me iba a dejar muerta en vida”. Dije que el título de este poemario parecería no ser flor de la poesía. Reculo, reculo, porque la poeta, en proceso de catarsis, toma la tierra de la tumba para abonar el jardín que nos entrega. La muerte es parte de la vida. Ambos conceptos son esencia temática de la poesía de todo el mundo, los grandes poetas han tomado a la muerte como materia prima de la obra que va más al hueco que a la burbuja, más a la grieta que al arco. Basta mencionar a Jaime Sabines con el poema que dedicó a la muerte de su padre, el Mayor Sabines; pero, cuántos poemas conocés donde la muerte de una hija es la que empuja a no quedarse callado, a tomar el arma de la palabra y vaciar el cargador. Este “En defensa propia” es una respuesta con aroma de hierbabuena a lo que fue una descarga de vómito pestilente. Un día, mi amigo Miguel Ángel Godínez publicó un hermoso poemario donde la palabra se desgarra por el fallecimiento de uno de sus hijitos. El hijo falleció por un lamentable accidente. Lo de la hija de Mirtha no fue un accidente, fue producto de un zarpazo de la mano de un monstruo. Quienes están cerca de la poeta, sus más cercanos afectos, han vivido cerca de ella este círculo oscuro. Recuerdo que una de sus amigas fieles me dijo que cuando sucedió la muerte de su hija, Mirtha se agarró con uñas y dientes, no de la fe, sino de las letras. Y en este libro está la confirmación de lo que su amiga me dijo: ante la caída brutal la luz de la palabra es el mejor pescante en el aire. Posdata: tenés que leer este libro de Mirtha, querida mía, debés hacerlo, porque es toda una cátedra del buen decir en medio de la tormenta; es un elogio para la vida en medio de la arena del cementerio. Mirtha lo escribió en medio de la grieta, del vacío, porque hay miles de mujeres que hurgan en la tierra en busca de sus familiares desaparecidos en actos violentos. Te lo prestaré. Cele si no lo devolvés. ¡Tzatz Comitán!