lunes, 3 de julio de 2023

CARTA A MARIANA, LA VIDA ES UNA FERIA

Querida Mariana: dicen que cada quien habla según le va en la feria. Es una frase que encierra una verdad irrefutable. Cada quien habla según le va en la vida. La feria tiene mucha cercanía con lo que es la vida real. En la vida real tenemos instantes sublimes y dolorosos. Cada alumno habla de la escuela según le fue en el aula. Hay factores que dependen exclusivamente de nosotros, de nuestra aplicación, pero, como todo en la vida, hay otros factores que están lejos de nuestra injerencia. Un día, tus papás te llevaron a una escuela y te inscribieron. Esa decisión no dependió de vos. Estoy hablando del kínder. Ahí llegaste a un círculo donde había maestras (mises, les dicen ahora) y compañeritos y compañeritas. Si ahora te pregunto cómo fue tu kínder hablarás según te fue en “la feria”. Has oído que algunas personas dicen: “me fue como en feria”. Mirá. Estudié en el kínder Francisco Sarabia, en una casa que estaba casi frente a una lateral del templo de San José, en la avenida. Recuerdo dos cosas: la primera son dos maestras queridas, la maestra Alicia Córdova, mamá de la maestra Lupita de Avendaño, y la maestra Dely Zepeda; la segunda es un álbum en papel manila donde venían dibujos que los alumnos iluminábamos, sin salirnos de la raya. Estos son mis dos recuerdos, más el mojol de lujo que, en el sitio, había una huerta donde los alumnos regábamos las plantitas. No tengo más recuerdos, pero si mirás lo que te cuento, verás que son recuerdos gratos. Ambas maestras eran muy afectuosas. La maestra Dely, a la hora de la salida, hacía favor de tomarme la mano y me llevaba a casa. Pucha, era mi privilegio. Así que puedo decir que a mí me fue muy bien en esa feria. Ya en la feria de la primaria no me fue tan bien. Por ahí asomaron los cabroncitos que me quitaban mi gasto, con el argumento brutal que si no lo hacía me golpearían. Mi balance de la feria no fue tan agradable. Pero es lo que yo cuento. No sé qué es lo que cuentan los demás. ¿Qué cuentan mis maestros? El primer día de clases entraron al aula y se toparon con cincuenta chiquitíos de todos los calibres: listos, ordenados, desmadrosos, enojones, chantajistas, amorosos, gruñones, consentidos, mal intencionados y demás fauna. Ahí, en medio de todos, el tal Molinari, que obtenía dieces en primaria, sietes y seises en secundaria y algún cinco en bachillerato; no se diga en universidad. Hablamos según nos va en la feria. ¿Cómo te va en la feria de todos los días? Yo, me conocés, no subo a la montaña rusa, a lo más que me atrevo es a subir a la rueda de caballitos y, como mujer quedada, prefiero ir sentada en una banca que trepado en un caballo que tiene movimiento vertical, pienso que basta con el movimiento circular. ¿Trepar al Ratón Loco? Ni ídem. Pero, a veces, algunas personas insisten en jalarme y treparme al famoso “Trabant”. Me resisto, imploro clemencia. Gracias a mi capacidad de resistencia puedo decir que en la feria de la vida, de todos los días, me va bien. Me va bien porque camino por la orillita, siempre. Me paro a la sombra de un árbol y desde ahí veo el movimiento apresurado del mundo. Con decirte que, a veces, el simple movimiento brutal de la vida me da vértigo. Es cuando cierro los ojos. No me gustan las grandes ciudades. A mí no me ilusiona conocer Nueva York o alguna de esas grandes urbes donde la vista rebota contra el cemento y el cristal. ¡No! Me encantan los lugares plácidos, las pequeñas villas, donde aún corren riachuelos de agua transparente, hay muchos árboles y animalitos pastando. Me encantan los lugares donde se escucha el paso del viento, donde el aire juega a saltar la cuerda. No me gustan las ferias donde hay muchos juegos mecánicos, me gustan las ferias de pueblo, donde el juego mecánico más visible es la rueda de caballitos o la carpa donde se presenta la mujer araña que se quedó así por desobedecer a sus padres. Posdata: me gusta la feria de la vida, pero la disfruto ya sin excesos, sin arriesgarme a jugar juegos que no me corresponden. Tomo apuntes de la vida, hago dibujos, redacto textillos. ¡Tzatz Comitán!