sábado, 25 de enero de 2025
CARTA A MARIANA, CON LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA
Querida Mariana: anexo fotografía que tomé el pasado 21 de enero 2025. Eran como las ocho de la mañana, en el parque central de Comitán.
Siempre que hablamos de una fotografía lo hacemos en pasado. Parece una obviedad, pero no existen fotografías que retraten el futuro. Tal vez en años por venir esto sea posible, sobre todo ahora que la IA (inteligencia artificial) está revolucionando la manera de relacionarnos con el mundo. Pero en este año, donde celebramos el centenario del nacimiento de Rosario Castellanos, todas las fotografías son testimonio de hechos pasados.
La mañana del 21 de enero tomé esta fotografía. Una fotografía que da testimonio de un momento que jamás volverá a repetirse. En esta fotografía hay personas que identificamos perfectamente y otras personas que el azar reunió. En esta fotografía hay objetos y edificios inmutables, elementos de la vida cotidiana comiteca.
La fotografía es símbolo del paso del tiempo. Era una mañana afectuosa, en pleno invierno, el clima comiteco era un abrazo, una cinta de luz. ¿Quiénes aparecen en esta imagen que la cuerda del destino unió en ese momento? En primer plano, por supuesto, está el escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda, en la siguiente banca está una mujer, sola, con el bolso sobre sus muslos y los brazos cruzados, señal de que espera. En la banca de enfrente está una chica, de igual forma, con el bolso sobre el muslo, que revisa su celular. La chica vestía un short verde fluorescente y un par de calcetas y tenis blancos. Al fondo está un tradicional bolero que lustra los zapatos de un hombre, al lado un señor, sentado sobre un pretil, también con brazos cruzados. Una mujer, bolso al hombro, con vestido y suéter de colores encendidos, camina con rumbo al parque y más atrás se ve la fila de muchas personas que esperan su turno para entrar a Elektra. Dije que eran las ocho de la mañana. Desde mucho antes la fila se forma, esto lo aprovechan las personas que venden tortas, gelatinas, atol de granillo, arroz con leche, pedazos de rosca y tamales de bola o de hoja. Toda manifestación humana (desfile, festejo popular, encuentro deportivo) congrega a comerciantes que ofrecen diversos productos.
En esta fotografía se comprueba que cada persona está en su burbuja. Algunos (como Luis) comparten con otras personas, muchos están solos, porque la soledad es la esencia humana, soledad que se comparte cuando estamos con otros. La convivencia es la mano que da una soledad a otra soledad u otras.
El entorno urbano muestra el edificio del Teatro de La Ciudad, los edificios de varias plantas donde hay negocios (zapaterías, restaurantes, cafés, departamentos), árboles, sombrillas, expendedores de periódicos y la base con el busto de Rosario Castellanos, que es obra de Luis, quien acá está en primer plano, sonriente, barbado, con un sombrero, lentes y una chamarra.
Vos y yo sabemos que todo mundo es importante, cada persona es el centro del universo, nadie es más que otro, ni menos. Pero esta fotografía es especial porque acá aparece Luis en su pueblo, en una mañana luminosa, con un cielo impecable, cálido. Luis vino a Comitán a presentar su libro “Repaso vital”, que es una publicación de Editorial EntreTejas, de Luis Armando Suárez Argüello. La presentación fue el 18 de enero 2025, a las siete de la noche, en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos, con un lleno total, lo que demostró el cariño y reconocimiento que los paisanos rinden a la persona de Luis y de su obra. ¿Sabés quiénes estuvieron en la mesa de honor? Tres destacados comitecos: Luis Armando Suárez Argüello (como moderador), Juan Carlos Gómez Aranda, Mario Uvence Rojas y el escultor. Como dice el dicho común: fue un rotundo y maravilloso poker, con ases. A diferencia de la fotografía que envío, donde las personas coincidieron en forma eventual. La chica del short verde y la señora del bolso nunca supieron que estaban cerca del autor de la obra en bronce que representa a Rosario Castellanos, obra que honra la esencia de nuestra escritora.
Luis ve hacia la cámara de mi celular, porque vio que, en medio de la plática que sosteníamos, saqué el teléfono y le dije: “…como si no te dieras cuenta…” y apreté el obturador. Cometí ese desacato, porque yo, a diferencia de las otras personas, tenía la certeza del momento que vivía: estaba al lado del gran artista comiteco, estaba sentado en la misma banca (como si fuéramos compañeros de clase); y entendí que si no conservaba el testimonio gráfico de ese instante, éste (como sucedió) se difuminaría en el aire, porque Luis me lo dijo esa mañana: todos los días cambiamos. Sí, en cada momento vamos siendo otros a pesar de ser los mismos.
Puse total atención a lo que Luis me platicaba, a sus planes (porque los planes, a diferencia de las fotografías, sí hablan del futuro, nadie en el mundo hace planes para el pasado), pero, como si fuera Doña Lolita Albores, quien tenía la capacidad de hacer cinco cosas al mismo tiempo, veía lo que sucedía alrededor; veía a la señora del bolso que permaneció así, como si fuera una escultura de carne, hasta que se paró y caminó con rumbo al templo de San José. ¿Qué esperaba? ¿Nada más hacía tiempo mientras llegaba la hora de emprender el camino hacia su trabajo? Por el contrario, la chica del short verde siguió sentada ahí en el momento que Luis y yo nos paramos y caminamos con rumbo a la casa de Luis Armando, residencia donde Luis pernoctó (Luis Armando le dijo que no fuera a un hotel, ya le había acondicionado una recámara en su casa, casa que fue propiedad de Don Armando y de Doña Amanda, papá y mamá de los Suárez Argüello, hogar donde crecieron Kathy, Carlos, Ernesto, Ramiro y Luis Armando). La chica del short se quedó sentada, ¿quién sabe en qué momento se paró? Ella, mientras Luis y yo estuvimos sentados en esa banca, teniendo de fondo su obra escultórica, no dejó de consultar su celular, tal vez veía un video en TitTok.
Luis y yo nos paramos y, como siempre sucede, el paisaje humano se modificó. La banca se quedó en espera de otras personas, porque las bancas sirven para descanso, para espera, para la pausa. El busto de Rosario, de igual manera quedó con sus vacíos (oquedades, le llama Mario Uvence). Todo el mobiliario de plazas y objetos decorativos o de arte están ahí para disfrute de las personas. La banca para el sosiego del cuerpo y las obras escultóricas para el sosiego del espíritu.
Una mañana de enero de 2025, el artista Luis estuvo en el parque de Comitán, donde están sus obras escultóricas (el busto de Rosario y la famosa escultura que fue premiada en Japón y que en Comitán le cambiaron el nombre de “Día Marcado” por el de “Las canasteras” o el de “Las Lolas”, lugar donde nos citamos (él llegó puntualísimo, a las siete y media). Mientras bajábamos con rumbo al mercado primero de mayo, donde compramos dos vasos de jocoatol, le pregunté, sólo como juego, como cinta de destino: “¿y quién hará tu busto para que se coloque en Comitán, en el Comitán de Aguilar?”, de inmediato, con sonrisa pícara me dijo: “Ya hice mi autorretrato”. En su libro (que es ya la primera autobiografía) aparece la fotografía de su autorretrato, ahí, en blanco y negro está su esencia en medio del aire, con las oquedades que dice Uvence; Mario sostiene que Luis no tendría la necesidad de firmar sus obras, porque su estilo es inconfundible, de igual manera que un espectador se para frente a una pintura cubista de Picasso y sin ver la firma sabe que es un cuadro del gran Pablo, así, cuando alguien se para frente a una obra de Luis sabe que es del gran artista comiteco.
Caminamos lentamente, su mirada así lo exige, en cierto momento se paraba para ver las formas de las lajas del parque, sí, en esas oquedades que obligan a la gente común a detenerse para evitar las torceduras de los pies, Luis veía lo que siempre ha visto, formas y texturas que son huellas del origen del universo y cuya expansión él sigue formulando.
Caminamos a gusto, el clima de Comitán así lo imponía. Le dije que lo veía feliz. La presentación de su libro fue un acto exitoso. La sala Rufino Tamayo, del museo de arte, fue insuficiente para recibir a la cantidad de amigos y amigas que se dieron cita para escuchar lo que Luis, Mario, Juan Carlos y Luis Armando expusieron en forma brillante.
Posdata: debo confesar que me perdí el acto de presentación. Vos sabés que yo me acuesto a las ocho de la noche. Me cuesta muchísimo modificar esta rutina que da sanación a mi cuerpo. Me encantaría que hubieran tardeadas. Una mujer también de cierta edad pidió en el Facebook que un día Michael Bublé haga un concierto vespertino, ella se ha perdido la oportunidad de escucharlo en vivo, porque los conciertos son en la noche, ya muy noche. Yo también me lo perdí. Pero, la vida es generosa y Luis me compensó dos días después concediéndome el honor de platicar con él y tomar un jocoatol calientito.
¡Tzatz Comitán!