jueves, 2 de enero de 2025

CARTA A MARIANA, CON UN PRIMER DÍA

Querida Mariana: ¿un primer día? En nuestra cultura occidental consideramos como primer día el uno de enero de cada año. A partir de ese primer día contamos 364 hacia adelante o 365 si es año bisiesto. A la cuenta agregamos días hasta llegar al final de meta y comenzamos de nuevo. Todo es un recuento. Nuestro paisano, el escultor Luis Aguilar Castañeda cerró el 2024 con un libro que presenta su vida y obra, todo contado por él, más el agregado de testimonios de amigos intelectuales, poetas y artistas. Su libro se titula: “Repaso vital”, y con esas dos palabras sintetiza el camino que ha seguido durante los años de su vida, desde el primer día del primer año de vida hasta el primer día de 2025, donde habrá de comenzar una nueva cuenta. El libro es una edición muy bella, de Editorial EntreTejas. Se puede conseguir en el domicilio de dicha editorial en el pueblo de Luis, el escultor, y de Luis Armando, el editor. ¿Primer día? Sí, por supuesto. En la vida de todos los artistas y todas las artistas hay también un primer día que define las vocaciones. En este libro, Luis coloca piedrecitas, a manera de señales, para que los lectores y lectoras sigamos las huellas y descubramos el primer día donde todo se definió. Pero ese inicio ha tenido, como en un rosario, muchas más cuentas, cuentas de recomienzo. Luis, me ha contado, cada vez que despierta hace un ritual al tomar un vaso de agua, todo es como si fuera el primer día de la primera era, como si estuviera en el interior de una cueva de Altamira. Por ello, decidí que mi último día del 2024 iniciara leyendo su libro “Repaso Vital”, porque pensé que yo también tengo mi ritual para bendecir el día, para bendecir la vida. Después de darle una vuelta a su libro, ahora inicio el primer día del 2025 con el sabor de un libro entre las manos, con esencias de metales, de piedras, de cera, de bronce; con esencias de los vacíos que Luis construye en sus obras escultóricas. Inicio el primer día tomando un vaso lleno de arte. Su repaso vital me ha permitido dar un recorrido por el camino que sus manos, cerebro, corazón y espíritu han formado. En el prólogo, Mario Uvence Rojas dice: “…la imagen otrora de la tierra de alfareros no sería la misma sin Luis”. Cuánta razón tiene Mario, Luis ha modificado, para bien, la traza de Comitán, nuestra mirada se llena con sus bronces, que en sus manos son materia etérea. Por eso quise que mi ablución primera fuera beberme un vaso con su “Repaso vital”, porque el primer día fue antecedido por el último día del otro año, época que exige un repaso a lo hecho y a lo ignorado, este repaso no es más que la síntesis de la vida. Esto fue lo que hizo Luis al escribir su libro: regresar a sus primeros días y apilarlos para ver la obra que ha hecho, lo que ha entregado, lo que aún está por hacer. Me bebí su libro como un conjuro feliz, como una manera de invocar esencias luminosas para todos los días que, como olas indecibles, van a dar a la playa donde refrescan las arenillas del espíritu. El libro de Luis invita a lectores y lectoras a hacer lo propio: un recuento de lo vivido y de lo que está por llegar. Posdata: su libro es un recordatorio a las autoridades gubernamentales. Les dice, sin decirlo, que hace falta hacer un repaso por su obra instalada en Comitán y dignificarla, porque muchas piezas están en el olvido. Él mismo ha dicho en reiteradas ocasiones que la obra que está en un extremo del Bulevar de La Federación no ha tenido el mantenimiento mínimo y en cualquier momento puede derrumbarse, con consecuencias trágicas. Cuando Luis venga al pueblo lo invitaré a tomar un vaso de atol de granillo en el mercado primero de mayo y le preguntaré el porqué de la omisión del nombre del colegio donde estudió su educación secundaria (que es el Colegio Mariano N. Ruiz), digo esto porque en su libro él escribió: “mis estudios de primaria transcurrieron en la escuela “Fray Matías de Córdova”, la recuerdo con cariño (…) el tiempo corre y llega la época de la secundaria, con una edad entre 12 y 15 años. La escuela estaba frente a un parque lleno de árboles y de recuerdos. Mi fuerte era el dibujo técnico y después el modelado…”. Así, sin hacer mención del nombre, como si su memoria hiciera una escultura en el aire. ¡Tzatz Comitán!