viernes, 28 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON HUELLAS
Querida Mariana: Pablo Salazar López inició la gira de presentación de su libro “Tras las huellas del ñandú”. Estará en varias ciudades chiapanecas. Inició en Comitán la tarde del 26 de febrero 2025, en el Centro Cultural Rosario Castellanos.
Asistimos Paty Cajcam y yo. Permanecimos atentos en la entrada del recinto, para abordarlo antes del acto y tomarnos la foto del recuerdo, la de privilegio. No contamos que él entró por otro acceso. Guayito nos dijo: ya está en la sala. Ya estaba sentado en el sitio de honor, rodeado de amigos lectores que hicieron a un lado el protocolo, adquirieron ejemplares del libro, solicitaron la dedicatoria y la firma. Pablo los complació. Pensé: queda demostrada la ley matemática de que el orden de los factores no altera el producto. Nos sentamos en la última fila, hasta ahí llegó mi amigo José Ramón y preguntó: ¿por qué están como coyol de chucho, hasta atrás? Y explicamos, porque nos retiraremos antes, la combi de Paty hace el último viaje a las siete y media y yo debo ir en busca de mi cama que hace su último vuelo a las ocho. Justo en ese momento, Hermilo Aranda, director del Centro Cultural, dio la bienvenida y presentó al autor y a Ornán Gómez, quien hizo los comentarios.
Ornán dijo que cada historia del libro de Pablo resulta una obra de arte y luego, aprovechando en forma genial la presencia del autor, le pidió que platicara algo de la forma en que realiza su proceso creativo, Pablo, generoso, compartió su testimonio, lo que fue ¡toda una experiencia! Comenzó diciendo que leyó muchas biografías de escritores y concluyó que hay muchas maneras de abordar la creación, por lo que él debía buscar su propio camino. Esta senda creativa la resumió en cuatro elementos fundamentales, lo que fue una cátedra vigorosa. ¿De dónde pepenó Pablo la esencia de los cuentos que fueron galardonados con el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola? De los estímulos de varios lugares; de la fascinación por los animales; de datos curiosos; y del vaivén geográfico con recuerdos borrosos.
Muchos narradores han reflexionado acerca de la poética de la narrativa en general, Pablo obsequió su poética personal, diseccionó su obra y dijo: de esto me nutrí para escribir. Cada escritor tiene su peculiar manera de crear, fue muy interesante estar en el laboratorio de Pablo siendo testigo de la forma de unir los elementos de su realidad para crear una obra sublime de ficción.
Lo habíamos advertido, la presencia de Pablo sería lo que fue: un lujo para Comitán. Ahora, la oportunidad la tendrán los lectores de San Cristóbal de Las Casas, de Tuxtla Gutiérrez, y de Tapachula, según el calendario publicado. ¡En buena hora!
Posdata: había activado en modo vibrador mi celular. A la hora que Pablo iniciaría la lectura de un fragmento del cuento que da título al libro, comenzó a sacudirse mi pierna. Me acerqué a Paty y le dije, en voz bajísima, ya es hora de retirarnos. Como siempre lo hacemos, primero salí y un minuto después salió ella. Pélale. Ella hacia la terminal de la combi y yo hacia mi casa. Algo pepenamos. Fueron momentos agradables. Pablo es una persona afable, inteligente, generosa.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 27 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON LA CREACIÓN
Querida Mariana: cuento cuentos. Ah, me gusta usar esta expresión: ¡cuento cuentos! Todo mundo cuenta, la gente cuenta horas, cuenta dinero, cuenta comida, cuenta kilómetros, cuenta amantes, cuenta mares, cuenta días, meses, años. Yo cuento cuentos, me encantan los cuentos y me encanta contarlos. Me asumo como el abuelo que reúne a los nietos a la sombra de una ceiba y todos sentados escuchan la voz del viejo que cuenta cuentos, los clásicos de Caperucita y el Lobo hasta las maravillosas historias de Aquiles o de Ulises. Cuento cuentos, mientras otros cuentan cuentas.
Me impresiona la capacidad de los escritores en el proceso de creación. Un autor debe elegir “la persona” que cuenta el cuento. Un cuento está escrito en primera persona, en segunda persona o en tercera persona y está también el maravilloso plural nosotros. Los expertos explican que la menos empleada es la segunda, ah, pero la primera y la tercera se usan con profusión. El uso de la primera persona permite que el autor esté metido con los pies del alma en todas las aguas del mundo; el uso de la tercera permite ver todo con la omnipotencia de un Dios. La creación es infinita, siempre es como un espejo que repite la hazaña del inicio del universo, con sus virtudes e imperfecciones. Mientras el autor es más creativo, más genial en su proceso, los lectores nos deslumbramos porque estamos frente a alguien que imita casi a la perfección el don divino.
Quien traza rasgos autobiográficos en su obra narrativa está siendo él mismo, adentrándose en su ser, sacando piedras brillantes de las profundidades de la cueva más oscura y tenebrosa. Quien cuenta desde la tercera persona se asume como un ser poderosísimo, como si fuera el mago o el hada de los cuentos infantiles todo se mueve al influjo de un simple movimiento que hace con su mano o con la proverbial varita.
Por eso el acto de creación es un acto individual, solitario, lleno de envidia, de pasión y de soberbia. A mí me gusta más la historia de La Creación cuando es realizada por un solo Dios; desconfío de aquellas narraciones donde aparece un grupo de Dioses. Los mismos chistes tiran la idea de la creación grupal. Nos dicen que imaginemos a Dios con su esposa. A cualquier acto que realiza el hombre, su esposa le pone un pero y sugiere con delicadeza, pero en forma estricta, que no sea así sino asá.
Cuento cuentos. Me encanta crear historias. Admiro a quienes cuentan historias. Me gusta más el proceso creativo que abre ventanas inéditas, pero, de igual manera disfruto a quienes toman historias reales y nos las entregan con ligeros agregados. Todo lo que sucede en el mundo es digno de ser contado. Me fascina escuchar y leer cuentos que son árboles llenos de imaginación; admiro a quienes nos entregan historias con aires limpios, que siembran plantas con oxígeno; pero, de igual manera leo y escucho cuentos que apestan a mierda, que nos llevan por las cloacas, que nos muestran lo más denigrante del ser humano. De eso está hecho la humanidad. Todo mundo alaba la paz; eso de todo mundo es una mera utopía, porque vemos que la guerra está presente en cada instante de la humanidad, así que en el espíritu del hombre anidan las víboras, las arañas venenosas, las casampulgas, los hijos de la caca.
Cuento cuentos, en primera y en tercera persona. Cuento historias que me pasaron y también historias que le pasan a otros. Mi mente siempre está armando historias. Por eso las personas dicen que soy pesado, que soy orgulloso, que soy ish, que no saludo, que no convivo, que no me doy al mundo. ¿Cómo que no me doy al mundo? ¡No puedo darme más! Me doy a través de las historias que cuento, pero el proceso de creación exige que me escabulla del mundo, que permanezca en soledad en el lugar donde escribo; la creación me exige que esté conmigo. Y como me llevo bien conmigo, como soy mi mejor amigo, puedo escribir. Prefiero contar historias luminosas, con personajes sublimes, pero si debo incluir también a personajes llenos de mierda lo hago. La vida está llena de polvo de estrellas y de polvo de caca.
Posdata: cuento cuentos. Me encanta contar historias. Me encanta, asimismo, leer las historias que cuentan los otros. Cuando cuento soy como el viejo rodeado de nietos; cuando escucho soy el niño fascinado, con la cabeza levantada, con la mirada arrobada, iluminada.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 26 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON ENAMORADOS DE MUSEOS
Querida Mariana: ¿conocés a alguna persona enamorada de un museo? Ahora pensé en el escritor Julio Cortázar, él contaba que iba al Museo de Louvre y destinaba mucho tiempo para visitar una sala, sólo una. Quienes han ido al Louvre cuentan que son muchísimas obras, es imposible pepenar todo en una sola visita. Los turistas pasan en las salas como si estuviesen en un tobogán, apenas alcanzan a disfrutar todo lo disfrutable. Sí, los expertos recomiendan hacer lo que Julito, sentarse ante una obra y disfrutarla, exprimirla. Los grandes viajeros saben que lo mismo sucede cuando visitan una ciudad, para poder aprehenderla deben destinar varios minutos u horas a un determinado lugar, si van corriendo de un lugar a otro no hacen más que cortar frutos y atragantarse con ellos. Eso no es la vida, la vida es el disfrute sorbo a sorbo de un buen vino, bocado a bocado de un guiso exquisito. La vida no es el atragantamiento, ni la velocidad. Al visitar se aplica que lo menos es más, siempre y cuando la mirada esté dispuesta a abrir su espíritu.
He conocido cuando menos dos amigos, una chica y un chico, que me dijeron que no visitaron el Louvre, cuando estuvieron en París; lo que sí hicieron fue visitar el Museo de Orsay, donde existe una selecta obra de impresionistas; dedicaron varias horas en disfrutar de ese arte. La chica volvió tres veces, en tres diferentes días. Cuando volvieron estaban extasiados, supieron degustar los colores, las diversas sensaciones, las texturas, la luz derramada con generosidad.
Estos compas son los que yo llamo enamorados de museos. He conocido a varios. Cuando comparten su experiencia los veo iluminados, llenos de energía, con una mirada de orquídea, con una experiencia de aire fresco.
El otro día, sin que viniera al caso, Romeo me paró a mitad del parque y después del saludo de rigor me preguntó cuál era mi museo comiteco de preferencia. Dudé, siempre que alguien me pregunta algo imprevisto me pone en apuros, pero como estaba con mi compa, comencé a bordar una posible respuesta, comencé a dar una vuelta imaginaria a los museos de Comitán: el arqueológico, el de la ciudad, el Rosario Castellanos, el de arte y la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez. Y dije que todos tenían elementos importantes para llenarse de cultura; pero antes de elegir mi museo favorito dije que los habitantes de Comitán tenemos la gran ventaja que no tiene la gente de otras partes, nosotros en cualquier momento podemos entrar a los diversos museos y hacer lo que hacía Julio, sentarse ante una obra para gozarla en plenitud. ¿Mirás el gran privilegio de pararse frente a una pieza prehispánica, una pieza que fue tallada hace cientos de años y que no existe en ninguna otra parte del mundo? Asimismo ver, una y otra vez, el video donde María Trinidad Pulido da cuenta del origen de nuestro pueblo; María Trinidad fue una investigadora que dedicó su pasión por la historia de Comitán y de las haciendas de los alrededores, tema de gran relevancia (es una pena que donde está la pantalla en el Museo de La Ciudad no existe una banca para sentarse y ver con atención el video); me gusta visitar el Museo de Rosario Castellanos y darle una vueltita a la línea del tiempo para recorrer la vida de nuestra gran escritora; de igual manera disfruto entrar a la Casa Museo para disfrutar el patio central, me encanta sentarme en una banca y dejar que el tiempo haga una pausa en mi diario trajín; ¿y qué decir del Museo de Arte? Hace falta que los cuadros tengan la suficiente luz para disfrutarlos, es una pena que, por ejemplo, una pintura al óleo del gran pintor oaxaqueño Rodolfo Morales (que es un original que no existe en ninguna otra parte del mundo) no tenga iluminación correcta.
Cuando terminé de hacer este mínimo recuento, le dije a Romeo que el museo de arte, el arqueológico, el de la ciudad y el Rosario Castellanos están en casas comitecas remodeladas y acondicionadas; es decir, no tuvieron el diseño original para ser destinados como museos. Tal vez por esto, el museo que me parece más atractivo es el Belisario Domínguez, porque este museo tiene la esencia del espíritu del héroe, porque fue su casa, por eso fue muy criticado por los habitantes de nuestra ciudad la más reciente remodelación, porque eliminaron el jardín central convirtiéndolo en un patio que si bien es muy digno nada tiene que ver con el jardín original.
Posdata: no soy amante de algún museo en particular, pero sí me gusta entrar de vez en vez a los museos de nuestra ciudad y pepenar algunas esencias.
¡Tzatz Comitán!
martes, 25 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON UNA DELICADA OBRA ARQUITECTÓNICA
Querida Mariana: Paty Cajcam y yo tuvimos el privilegio de conocer una obra arquitectónica sublime, obra que dignifica la arquitectura comiteca, que otorga un rasgo de personalidad exquisita al pueblo. La fotografía que anexo es de la fachada de la Casa Alicia y de su diseñador, el arquitecto Roberto Torres Valle (para más orgullo, ¡mi ahijado!).
Pasamos a Cafetico a dejar ejemplares de la revista Arenilla más reciente, donde está Doña Marina en la portada, y subimos al despacho del arquitecto, lo encontramos chambeando, pero se hizo un huequito para llevarnos a conocer la Casa Alicia, que ya entregará a su propietario. La casa está en el barrio de La Cruz Grande y, como se ve, es una casa que honra la memoria de Doña Alicia.
Cuando entramos a la casa advertí lo que el genio creativo puede lograr en un espacio pequeño (el terreno es de 10 metros de frente y 17 de fondo y tiene jardines, una fuente, patio de servicio y seis suites.
Supe que mi ahijado y nosotros (en Arenilla) abonamos a la identidad de nuestro pueblo, él con su genio de diseño arquitectónico y Arenilla con su genio de diseño editorial. Supe que no fue coincidencia que al estar en el reparto del número 46 de nuestra revista visitáramos la casa que realizó el grupo Altova, proyectos y construcciones. El grupo Altova (con sus dirigentes: el arquitecto Roberto y el ingeniero Luis Álvarez Torres Valle) honraron a Doña Alicia y nosotros honramos a Doña Marina (con sus riquísimos antojos que prepara en su local de la Colonia Miguel Alemán).
Casa Alicia, nos explicó el arquitecto Roberto, es una casa desfragmentada; es decir, es un inteligente rompecabezas, donde cada una de sus piezas es parte de una totalidad. Cada una de las suites tiene un nombre propio que es un eslabón histórico de la familia: Gilberto, Isaías, Mario, Brizio, Elías y Ciro.
Mi ahijado nos explicó su concepto y lo amplió en la práctica: que los sentidos vivan la experiencia, y como si fuera un mago pasó la mano sobre matas de lavanda y romero y el espacio se llenó de un aroma cautivante, luego cerramos tantito los ojos y escuchamos el sonido del agua al derramarse de un estanque con plantas acuáticas; luego subimos a la planta alta y advertimos la sábana limpia del cielo comiteco, matizado con cintas de luz arbolada.
¿Otras características del inmueble? Cero mantenimiento, los muros van adquiriendo una pátina natural que no exigirá pintura; el diseño está sostenido en la tradición con elementos contemporáneos, síntesis de nuestra identidad.
La gran novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, es una novela fragmentada (al decir de Juan Villoro); parte de su grandeza radica en la destreza del escritor en armar ese rompecabezas para formar un todo genial. Casa Alicia se acerca mucho a esa estructura.
Mi ahijado Roberto logró unir la belleza con la funcionalidad, que es la columna vertebral de esta profesión. Las casas son los espacios donde la gente vive y convive. En los tiempos presentes está de moda un concepto de alojamiento: el Airbnb; es decir, los viajeros no tienen ya como única opción la de un cuarto de hotel que, en forma regular, consiste en pasillos y en espacios reducidos. En Comitán ya hay paisanos que ofrecen sus casas para el servicio del Airbnb. En Casa Alicia se advierte que puede ser una opción maravillosa para los visitantes. La casa está ubicada muy cerca de Coapam, quienes tienen conocimiento de nuestra ciudad saben que la zona está a seis o siete cuadras del centro histórico, lo que es una gran ventaja. El arquitecto nos dijo que algunos amigos y amigas, al conocer Casa Alicia, le comentaron que les encantaría rentar por una o dos noches una de las suites, un poco como para desconectarse del Comitán de todos los días, porque, en realidad, la obra invita a la introspección, es una casa que se vive hacia adentro. Las seis suites están unidas, pero conservan su privacidad.
Posdata: Comitán es mágico por el cuidado y el respeto que sus hijos e hijas prodigan a los mayores. Las nuevas generaciones no dejan que el polvo del olvido ensucie las obras que construyeron los antiguos. Nuestra revista Arenilla honra a grandes personajes del pueblo, como Doña Marina, mujer valiosa; y el grupo Altova, junto con el propietario, honra a Doña Alicia. Que sus nombres sigan alimentando nuestra identidad.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 24 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON EL SECRETO DE COMITÁN
Querida Mariana: los de acá dudan; los visitantes sí reconocen el secreto. El secreto viene de años atrás. En los documentos oficiales todo mundo encuentra que nuestra ciudad se llama Comitán de Domínguez, pero los mayores cuentan que un ilustre zapaluteco, Flavio Guillén, nombró a esta ciudad como Comitán de Las Flores; y cuando la gente preguntaba el porqué, todo mundo decía: por la belleza de sus mujeres y de sus jardines.
Por eso, cuando los visitantes llegan descubren el secreto de inmediato, porque los jardines bellos son tan profusos como abundantes las mujeres bellísimas. ¡Y acá está la muestra, acá está revelado el secreto!
Esta fotografía, por supuesto que es de privilegio, pero la comparto con este ligero comentario, porque la cinta del misterio siempre debe colocarse sobre un tapete bordado, con hilos de oro o con palabras, porque la palabra, el Verbo, es el material más precioso del ingenio humano. Nombrar los objetos y las esencias es oficio magistral. En esta fotografía todo tiene nombre, mi amiga se llama Yolanda Castellanos Trujillo y el árbol que es como su aura se llama Tenocté (con mayúscula, el nombre de la flor y el nombre de mi amiga).
Un día llegué a dar clases a la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz, ese día compartí con los chicos y chicas un fragmento histórico y al hablar de los conquistadores, el libro llamaba a los españoles como ilustres castellanos, dos segundos después de decir “ilustres castellanos”, Yoli y su hermana, sin ponerse de acuerdo, se pusieron de pie y vieron a la audiencia desde arriba, como si ellas estuvieran en el centro del universo, todos sonreímos y aplaudimos. La simpatía de ellas era una cinta de luz. Todos celebramos la ocurrencia. Hoy, muchos años después, sigo celebrando la vida de las ilustres Castellanos, maravillosas chicas comitecas, bellísimas flores de nuestro jardín supremo, que antes de llamarse Comitán de Domínguez se llamó Comitán de Las Flores, por la belleza de sus jardines y de sus mujeres.
Don Roberto Cordero Citalán dedicó una canción a nuestra ciudad, hoy mucha gente se emociona al escucharla y no son pocos los que le dan el título honorífico de “himno de Comitán”. ¿Recordás cómo inicia la canción? “Comitán, Comitán de las flores…”, pues sí, con todo respeto para el nombre oficial, hubiese sonado medio feo nombrarlo Comitán de Domínguez. ¿Con qué rimaba este apellido? En cambio, la rima que acompaña la letra de la canción es una secuencia lógica y natural: “…donde están mis amores, donde quieren de verdad…”
Acá está el botón de muestra: Comitán de Las flores es una ciudad única en el mundo, en el universo, por la belleza de sus jardines y de sus mujeres.
La profesión de mi amiga Yoli es cosmiatría, ella es una profesional en el cuidado de la piel. Su clínica está ubicada a dos cuadras del parque central, a pocos pasos de Correos de México, en una casa que fue propiedad de su papá y de su mamá, casa que tiene un jardín pequeño, pero bellísimo; casa donde crece este maravilloso Tenocté; casa donde vivió su abuelo y su abuela materna. Su abuelo Cicerón Trujillo fue presidente municipal de Comitán en dos ocasiones.
Posdata: el secreto de Comitán es visible para todos los espíritus sensibles, los visitantes llegan con una mirada dispuesta a la novedad y de inmediato reconocen el prodigio del Comitán de Las flores, de inmediato se enamoran de sus esencias más sublimes. Acá está un botón de muestra.
¡Tzatz Comitán!
sábado, 22 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA
Querida Mariana: la fotografía me la envió mi querido amigo José Ramón Domínguez, un profesional humanista, médico veterinario. ¿Cómo se aficionó a la fotografía? No lo sé. Lo que sí sé es que su pasión por el arte desborda; su pasión por la vida se manifiesta en cada instante.
Me envió la fotografía que tomó un día del mes de febrero 2025 en el interior del templo de San Caralampio. Él no llegó únicamente a tomar fotografías. La vida no funciona así. Entró al templo, porque sabe que, como en cualquier espacio de Comitán, la esencia vital aparece agazapada en cualquier nicho, en cualquier movimiento. Para quien está con el espíritu abierto a la novedad ésta aparece en diversas formas simbólicas: en una flor que nace en medio de una hendija de cemento, en el pájaro que se posa sobre un balcón de madera, en la niña que corre para que vuele un grupo de palomas, en la mujer que se abre la blusa para dar la teta a su criatura, en el abuelo que se sienta en una banca del parque a ver cómo la vida se hace eterna; la novedad está en la oración repetida mil veces, en el vuelo de un helicóptero, en la forma que la mujer vierte el atol de granillo en el vaso, en el caminar decidido del niño que va a la escuela, en los pasos del hombre que sube al campanario para hacer el llamado a misa. La vida está en todas partes, en todos los instantes. La vida es el acorde que acompaña la mano del pianista.
José Ramón sabe que en el interior de los templos, como si fuese libro de Tolstoi, está la guerra y paz; la guerra que se desarrolla en el interior del espíritu del ser humano creyente y el sosiego que encuentra a la hora que se hinca, prende una veladora y vomita en palabras (en silencio o a grito pelado) la miseria que anida en el alma. Es en esa posición donde el hombre y la mujer demuestran su grandeza y su vulnerabilidad. Es tan microscópica la voluntad del ser humano, pero, a la vez, ante la magnificencia del universo, de la divinidad, una energía inexplicable otorga la fuerza necesaria para hallar la dignidad, la cinta que conecta con lo sublime.
La fotografía que me envió y comparto con vos es excelsa. Acá está un instante donde nadie más puede acercarse, es ella (la mujer tojolabal) hincada ante la imagen de San Caralampio, de refilón la Virgen de Lourdes en su nicho. Pero la mirada de la mujer está dirigida al nicho central, su corazón está dispuesto hacia él, el santo más querido de la comunidad católica del pueblo. Ya lo hemos dicho en muchas ocasiones, en cientos de casas comitecas existen imágenes del santo.
Acá, en esta imagen, está concentrado un instante que sintetiza millones de instantes. La mujer viste un tradicional traje tojolabal.
Cuando llegaron los conquistadores españoles, en el siglo XVI, los ancestros de esta mujer eran los dueños originarios de esta tierras, sembraban sus parcelas y rendían culto a sus dioses, porque ellos eran más generosos en su cosmovisión, no sólo tenían a un Dios verdadero, sino que era una gran plebe que los acompañaba, porque ahí estaba el Dios de la lluvia y el Dios del Trueno y el Dios del Fuego y, dirían los clásicos, adláteres, que es una palabrita que es sinónimo de acompañante, aledaño. Los españoles nos trajeron el idioma y su religión de Dios único. Esta mujer, en un acto maravilloso de resistencia y de identidad, sigue hablando el idioma que estaba antes de la llegada de los españoles y sigue (qué belleza) conservando su ropa tradicional. Lo que sí pepenó esta mujer es la advocación hacia San Caralampio. ¿Los últimos siempre son los primeros?
Santo Domingo, el santo patrono del pueblo de Comitán llegó en las manos de los frailes dominicos en el siglo XVI, desde entonces le erigieron su templo, en el mero corazón de la ciudad, la iglesia grande. San Caralampio, Tata Lampo, llegó mucho después, en el siglo XIX, llegó en manos de un sencillo soldado, eso cuenta la historia, y fue a descansar a un rancho cercano al pueblo de Comitán, pero no tardó en ampliar su destello divino y viendo su prodigio, los pobladores de Comitán le construyeron su templo en un barrio más modesto, pero luminoso porque ahí, dice la leyenda, fue el origen de la ciudad: La Pila. Y desde entonces comenzó a escribirse su historia, una historia que contiene cientos de testimonios de su bondad, así como de su furia, porque, según los entendidos, San Caralampio es rete milagroso y “bien buena gente” con los fieles que lo respetan y lo adoran, pero (¡que no lo busquen!) es implacable con quienes se burlan de él o hacen bromas a sus costillas.
Esta fotografía de José Ramón, tomada en febrero 2025, sintetiza todos los cielos, todos los árboles, todos los pájaros, aires y cintas de agua, que han volado desde tiempos milenarios. La mujer está hincada, en la misma forma que San Caralampio está hincado ante la imagen divina, el simbolismo infinito de los espejos se presenta. La mujer, después de su oración que, en ocasiones, conjunta la petición y el agradecimiento, se paró y en ese movimiento de ascensión mínima su cuerpo y su alma hallaron sosiego, ella se dio una pausa en el tráfago diario y volvió más fortalecida a la faena de todos los días. Mi amigo amado captó el instante, también hizo una pausa y acá está la flama del cerillo, gracias a la magia de la fotografía este chispazo durará por siempre, así como, por siempre, dura la fe del pueblo comiteco hacia su santo más querido; así como por siempre durará el instante, el bordado, el ala, la flor, el piso, la mesa, la columna, la pared y el techo del templo.
La mujer tojolabal y mi amigo José Ramón coincidieron en el espacio, fueron hermanos, por un momento, de la misma fuerza de gravedad que sostiene a los planetas en el universo; fueron el cordón umbilical que da luz al misterio.
La plegaria de la mujer halló el conducto perfecto, ella depositó sus palabras en el manto de San Caralampio y la presencia divina abrió sus manos para recibirlas, para enviarlas, asimismo, al gran mar de la fe para que el milagro se manifieste, porque, ya lo hemos dicho, existen cientos de testimonios de que San Caralampio es rete milagroso; es decir, es el emisario divino que escucha los ruegos y peticiones de quienes son simples mortales, así como él lo fue en vida. ¿Cómo se da esa transmutación? Portento inexplicable.
La mujer se hincó. ¿En qué posición se colocó mi amigo? Nunca le preguntaré, pero si miramos bien la fotografía vemos que no pudo estar parado, él tuvo que colocarse también cerca del piso, dejar su posición erecta y en acto humilde si no hincarse sí acuclillarse. Esta posición indica que la línea del horizonte se modifica, cuando el ser humano modifica la posición de su cuerpo algo en el universo también responde. José Ramón corre, nada, monta bicicleta, brinda atención a mascotas, pero también se sienta para escuchar música clásica, para observar qué dicen las nubes en la amplia extensión de los bosques de Jatón; José Ramón acude a sitios simbólicos y descifra los mensajes que el universo envía, él prepara un pescado envuelto en papel metálico, toma vino y asiste a congresos internacionales; José Ramón sabe que el mundo de hoy es el futuro, la IA será la escalera por donde todas las personas deberán ascender. Todo es ascenso, ascenso es el acorde que va de una nota a otra en el teclado del piano; ascenso es el árbol que crece hoja por hoja, savia por savia; ascenso es la imagen de la mujer tojolabal que subió la escalinata del templo de San Caralampio, desde la base donde está enraizada la ceiba hasta donde la gente levanta el jacal que espera a los participantes de la Entrada de Flores y a todos los fieles; ascenso es el momento mágico en que ella, la mujer tojolabal, después de estar hincada frente a las imágenes divinas, se paró y continuó con la vida; ascenso es la puerta que pasamos todos los días, es la rosa que colocamos en el florero, es la orquídea que crece en los árboles de la zona de Los Lagos de Montebello; ascenso es el concierto de su hijo Max en el Senado de la República, la visita al museo, la vela que se prende en memoria del papá; ascenso es el momento en que José Ramón advierte que el obturador de su cámara se abre para recibir la luz; porque la esencia de la vida es ¡la luz!, la luz que él pepena en una fotografía, la luz que la mujer tojolabal recibe a la hora de hincarse frente a San Caralampio, la luz que todos los días bendice a Comitán en la madrugada.
Posdata: José Ramón, mi amado amigo, me envió esta fotografía que comparto con vos. Es prodigioso que un afecto te haga partícipe de su vida, que te diga con imágenes, con palabras, con abrazos, que el instante supremo, después de todo, está colocado en la rueda que comparte la esencia de la existencia.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 21 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON TRONCOS Y PUENTES DE MADERA
Querida Mariana: tuve un sueño. Soñé que caminaba por un puente de madera, abajo nada había, se sentía algo como una mano gigante invisible que me llamaba, pero nada había. Yo, que siempre he sido un tutuldioso, tomé valor quién sabe de qué árbol y me acerqué al barandal del puente, me acodé, pero de pronto sentí vértigo, porque el barandal de madera desapareció y quedé frente al vacío, con mi cuerpo levemente flexionado, pero no caí, tuve la sensación de que otra mano gigante me detenía, estaba en la orilla del puente de madera, frente al vacío y no caía, porque una mano era más poderosa que la otra, cuyo influjo se diluyó poco a poco. Qué sueño tan loco. Estuve seguro que si en algún momento caía, dos segundos después de la caída abriría los brazos y mis alas, porque ya tenía alas que me había injertado la mano bondadosa, me permitirían volar, ascender. El vacío no existía, todo era yo con mis alas, yo pájaro, yo espíritu sublime, así que dejé de ver el vacío, me incorporé y caminé sobre el puente hasta llegar a la orilla que estaba muy cerca del lugar donde estaba parado, acodado. Llegué a un gran bosque, dejé el puente de madera y caminé sobre un piso que tenía losetas de pasto recién cortadito, todo tenía un olor a juncia fresca, los árboles sólo eran troncos, como si un monstruo depredador hubiese comido todas las ramas y todas las frondas, no obstante, el paisaje no era aterrador, al contrario, todo el bosque lleno de troncos era como un espacio para el juego de las escondidas, para que las parejas se ocultaran y se dieran besos y se acariciaran, en cada punta de cada tronco había renuevos, lo que era como un mensaje de esperanza; pero ya mirás que los sueños como la vida son impredecibles y lo que era una imagen bucólica se convirtió en algo dramático, porque estaba a punto de correr por en medio de los troncos, de jugar a buscarte, cuando detrás de un tronco vi el rostro de una persona que sonreía en forma malévola, ¿recordás la portada de aquel libro que hablaba del misterio del demonio? Pues era ese rostro el que vi en mi sueño, no era un duende del bosque, ¡no!, era la personificación del perverso mayor, reía y entonces, lo que no había podido la mano gigantesca maligna del puente, lo estaba logrando esta cara, porque a pesar de mi resistencia por avanzar, sentía que mis pasos iban rumbo hacia donde estaba él. Dentro de mi inocencia volví la mirada y quise hallar, de veras, el rostro, digamos, que fuera el positivo de esta energía negativa, deseé que, igual que en el puente, apareciera el rostro que contrarrestara la cara boba, pero luciferina. ¡Nada! Ah, pero en el momento que estaba a punto de llegar hasta donde estaba el maligno, mi sueño dio una torcedura genial, maravillosa, como si hubiese sido cuento infantil, vi que apareció una niña con un vestido rojo y una canasta de mimbre y dijo: Álex, ¿qué estás haciendo acá?, y me señaló con su mano libre una casa hecha con galletas de jengibre. Esa era su casa, ahí debía ir, me tomó de la mano y ya olvidé el rostro demoniaco, el bosque dejó de ser ese sembradío de troncos, volvió a tener un paisaje lleno de árboles con ramas, follajes y pájaros, ¡sí, escuché el canto de las tiucas y de los cenzontles! En eso desperté, desperté con alegría, con buen ánimo, como si la niebla se cancelara y una madrugada sublime apareciera, una madrugada con cantos de pájaros, con vuelos, con aire fresco, con nubes matizadas con naranjas.
Posdata: a veces recuerdo mis sueños y, en ocasiones, despierto con desasosiego; ahora desperté contento, como si hubiera mandado a la chingada a las manos gigantescas malignas y a los rostros de gente cabrona.
Vos, ¿soñás bonito? A veces ¿tenés pesadillas? ¿Le das importancia a tus sueños? ¿Tenés un libro con el significado de los sueños? ¿Qué significa soñar a la niña con vestido rojo y canasta de mimbre?
¡Tzatz Comitán!
martes, 18 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON HILOS DE LUZ DIVINA
Querida Mariana: otra buena noticia. La aparición de un opúsculo escrito por Diego Greene, actual director del Instituto de Cultura, Artes y Chiapanequidad, del ayuntamiento de Comitán.
El libro es pequeño en tamaño, pero grande en contenido. Es como un libro de bolsillo, del tamaño de las oraciones que venden en los templos, de un cuarto de carta, con treinta y dos páginas.
No sé qué pensás vos, pero yo digo que en las casas comitecas de las personas católicas siempre hay una imagen de San Caralampio (de bulto o pequeñas, de madera o de yeso o de silicón) y esto es así, porque San Caralampio es un santo muy venerado, muy querido, tal vez es el santo más querido de los comitecos creyentes. Que no es un santo católico, esto a la feligresía le vale una pura y dos con sal, los comitecos y las comitecas ya lo incluyeron en el santoral de su preferencia.
Y ahora, Diego Greene, apasionado de la historia y de la cultura, entrega al pueblo este breve libro, con información que fortalece, como dice en el título, la “Fe y tradición de un pueblo”.
El día que saludé a Diego, y tuve el opúsculo en mi mano, le comenté que me daba mucho gusto la participación de tanto talento. El libro fue impreso en talleres de Tifón Estudio (que vos y yo conocemos porque es la editorial que ha impreso varios libros del gran narrador chiapaneco Héctor Cortés y de la antología que reúne la obra poética del gran Uberto Santos). El libro de Diego tiene una bellísima portada, fruto del talento de Daniel Saborío, quien es un genio del diseño y de la fotografía. Encontré a Daniel en la oficina de Diego y le manifesté mi admiración.
En la contraportada aparece una fotografía donde Diego está con el admirado Maestro Carlitos Navarrete (así, con eme mayúscula, con eme de maravilloso). Greene expresa que su texto “busca destacar la importancia de la investigación del Doctor Navarrete”, quien, a través de su libro “Documentos para la historia del culto a San Caralampio”, sembró un gran árbol, casi una ceiba, en el corazón del libro de nuestra historia.
¿Mirás cuánto talento reunido? Talento chiapaneco.
Ya sé que ahora estás levantando la mano para preguntar: ¿en dónde se consigue el libro? Pues no sé bien a bien, pero para no quedar callado, digo que hay ejemplares disponibles en la dirección de cultura, ubicada en la parte posterior del Museo Rosario Castellanos. ¿El costo? Ah, ya, vos querés que te informe todo. Imagino que el costo no será muy alto, porque es un libro pequeño, hecho, eso sí, con gran dignidad.
Posdata: sean bienvenidas estas propuestas editoriales, bienvenidas las rondas de gente talentosa de Comitán y de Chiapas.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 17 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON LIBRO DE CUENTOS
Querida Mariana: Quique me obsequió el libro “Tras la huella del ñandú”, de Pablo Salazar López, obra que obtuvo el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola – 2024. ¡Nadita! Quique conoce al autor. Pablo nació en Tuxtla Gutiérrez, en 1983. En este libro galardonado se revela como un excelente narrador.
Ahora, Pablo estará en Comitán para presentar el libro. Lo acompañará el escritor Ornán Gómez. La presencia de Pablo es un privilegio para nuestro pueblo. Comitán, en el año donde celebramos el centenario del nacimiento de Rosario Castellanos, tendrá la visita de un narrador que revitaliza la escritura de un género literario que ha sido relegado en los últimos tiempos. La propuesta literaria de Pablo Salazar demuestra la riqueza del género. Pablo, con esta obra, se coloca al lado de los grandes escritores chiapanecos de cuento.
Igual que vos, a mí me encanta leer cuentos, cuando leo cuentos brillantes mi espíritu se ensancha. Cuando, en redes sociales, me enteré que nuestro paisano Pablo había obtenido el premio de uno de los concursos más reputados de México quise tenerlo en las manos. Por fortuna no tuve que dar muchas vueltas, Quique (generoso, como siempre) me dijo que ya tenía un ejemplar para mí. Pasé a su oficina y al llegar a casa comencé a entrarle. Desde el primer texto supe que estaba frente a un gran narrador. ¡Bien justificado el premio! ¡Su obra honra al premio que lleva el nombre del gran Juan José Arreola! ¡Su premiación le da más prestigio al concurso nacional! Ah, qué alegría saber que Pablo es paisano, que se enorgullece de ser de esta tierra, porque así lo demuestra en su creación. Esta serie de cuentos es una maravillosa lección de cómo se puede ser universal a través de lo local. Pablo, con gran pericia, lograr unir esencias chiapanecas con ventanas internacionales. Lo que hace es altamente meritorio. Pablo tiene una mirada portentosa, un gran talento narrativo y una alta cultura. Estas esencias las enhebra con inteligencia.
Su presencia es un lujo en el pueblo, porque su libro ya lo presentó en la FIL de Guadalajara y también, el mes pasado, en Madrid, España. Ojalá que mucha gente llegue al auditorio del Centro Cultural Rosario Castellanos para escuchar los comentarios que realizará mi querido amigo Ornán y los comentarios del autor del libro. Como dicen los clásicos: la cita es el 26 de febrero 2025, a partir de las seis y media de la tarde. Por supuesto que la entrada es libre. Ojalá que mucha gente compre libros, porque luego ya mirás que la audiencia es pishcul y la compra es magra. Quienes aspiran a ser escritores hallarán en “Tras la huella del ñandú” una gran lección.
Es difícil (lo saben los escritores) lograr un libro que contenga cuentos en un mismo nivel. Vos sabés que la creación oscila entre lo mediano, lo pésimo y lo excelso. En el libro de Pablo todos los textos están muy cerca de la cima, lo que permite vislumbrar un altísimo nivel de creación. Todos los cuentos son muy disfrutables. Esta obra permite ver una armonía de paisajes luminosos.
Posdata: corrí cuando Quique me dijo que tenía un ejemplar para mí (es un decir, mis sesenta y siete de edad ya no me permiten carreras desbocadas). Casi estaba seguro que el encuentro sería prodigioso. Así lo fue. Dos días después le dije a Quique que el libro era un logro excelente. ¡Cómo no agradecer a mi amigo que me haya tendido la mano para disfrutar la obra de su amigo!
Decile a tus afectos que vayan a la presentación y que compren el libro, lo disfrutarán. Que se tomen la foto del recuerdo con Pablo, que soliciten la firma en el libro. Estarán frente a uno de los grandes de Chiapas.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 16 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON FOTOGRAFÍAS
Querida Mariana: acá tengo dos primicias: una fotografía y un texto. Ambos tesoros están unidos con la cuerda histórica del Colegio Mariano N. Ruiz. El texto fue escrito en febrero 2025 por el Maestro José Hugo Campos Guillén, actual director general y representante legal de la asociación; y la fotografía me la envió mi querida amiga Eva Morante Fernández, ella y yo fuimos compañeros de aula en la secundaria del colegio, egresamos en 1971. La fotografía es de finales de los años sesenta. Eva me dijo que la chica de la derecha es Paty Armendáriz Guerra. Estas dos imágenes, la visual y la escrita, sirven para conmemorar, para celebrar, los setenta y cinco años de vida del Colegio Mariano N. Ruiz.
Paso copia del texto escrito por el Maestro Campos Guillén:
SEMISESQUICENTENARIO
Con sano y justificado orgullo celebramos los 75 años de la fundación del Colegio Mariano N. Ruiz, tiempo que se resume en agradecimiento por todas las bondades y satisfacciones recibidas. El 5 de febrero del año 1950, Monseñor Carlos de Jesús Mandujano García, párroco de esta feligresía comiteca, sembró la semilla que habría de germinar en savia bendita para luego florecer y dar cosechas abundantes. El Colegio Mariano nace con el sello católico que su fundador le imprimió y distingue su obra a la memoria del sabio chiapaneco injustamente olvidado, el Maestro Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar. Son innumerables las generaciones de alumnos que han pasado por las aulas de nuestro colegio y no me equivoco cuando digo que difícilmente en Comitán no exista familia que no tenga un vínculo que no lo una a nuestra institución. En esta celebración no debo dejar pasar el valioso aporte y legado cultural de personajes que han dejado una huella imborrable por su servicio a la docencia de nuestra escuela: los hermanos Mandujano García, Carlos y Raúl, sacerdotes en Cristo; la Madre Sarita; Maestro Jorge Gordillo; Maestro Güero; Don Augusto Molinari; Maestro Víctor Cuervo; y otros tanto que han trascendido en la historia de nuestro pueblo y que su memoria permanecerá perenne a través de los tiempos. Jubilosos también por los que ahora les toca aportar un granito en la formación de generaciones presentes y futuras.
COMMUNIA NON COMMUNITER, hacer lo ordinario de manera extraordinaria, frase que resume la más elevada esencia de la educación, ideales que sostienen los pilares.
Posdata: quedan estas dos imágenes como síntesis de setenta y cinco años de vida productiva. ¿Y ahora? El Colegio Mariano N. Ruiz va por los cien años. ¿Viste bien la fotografía que mandó mi querida amiga Eva? Ya te conté que estos uniformes de gala los confeccionaba el gran sastre comiteco Guillermo Villatoro, ¡ah, qué elegancia la de Francia! Adelante van Paty y otra chica, luego el maestro que dirige la banda de guerra (chicos con tambores y cornetas, con kepis). El desfile pasaba por esta calle que estaba entre el palacio municipal y el parque central. Quienes vivieron este tiempo hablan de la gallardía de los estudiantes. Era un alto honor participar con la representación de la escuela donde estudiaban. He platicado que junto a la gallardía de estudiantes del Colegio Mariano N. Ruiz (que acá se aprecia), la Escuela Secundaria y Preparatoria presentaba un grupo de chicos y chicas con total disciplina. Muchas personas se congregaban para presenciar el desfile, aplaudían a cada contingente. Las autoridades presenciaban el desfile desde los balcones de la presidencia municipal, cada contingente saludaba a la bandera que ondeaba en el balcón central.
Posdata: hoy ya no existe esta calle; hoy ya no existe el portal (de color azul) que fue parte de la llamada Manzana de la Discordia, derruida a finales de los años setenta. El templo que se ve al fondo (templo de Santo Domingo) hoy tiene otro color. La misma presidencia ya está remodelada. Tal vez lo único que se mantiene sin cambio es el árbol y el cielo, así como la vocación de servicio del Colegio Mariano N. Ruiz.
¿Ya viste una pequeña madera entre los dos arcos del palacio municipal? Era la tabla, con fondo negro y letras blancas, que anunciaba cuál era la farmacia que estaba de turno esa semana; es decir, la farmacia que daba servicio durante las veinticuatro horas del día.
¡Tzatz Comitán!
sábado, 15 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON ENTRADA DE FLORES
Querida Mariana: el 10 de febrero 2025 se celebró la Entrada de Flores dedicada a San Caralampio. Si un visitante la hubiera presenciado podría sintetizar el recorrido de la siguiente manera: un grupo de personas, muchas provenientes de comunidades cercanas a Comitán, se reunieron en un punto que le dicen “El chumís”, nombre de un árbol. A las once partieron hacia el templo de San Caralampio, que se encuentra en el barrio de La Pila, en Comitán. Llegaron a otro lugar que tiene nombre de otro árbol: El cedro. En este lugar había otros grupos que se unieron al grupo inicial y todo el contingente comenzó a subir por calles empinadas, pasaron por un lugar llamado “Las siete esquinas”. La gente llevaba velas, flores e imágenes del santo homenajeado. Se pudo ver claramente que la celebración fue una mezcla de elementos sacros y profanos, pero todos reunidos en torno a la invocación de San Caralampio, que, dicen, es el santo más querido del pueblo. El contingente estuvo conformado al principio por gente que tocaba tambor y silbatos de carrizo, que llevaba banderas con imágenes religiosas e imágenes de San Caralampio; a continuación, lejos del grupo inicial, grupos de comparsas; hombres vestidos de mujeres; jinetes sobre caballos, sobresaliendo la figura del presidente municipal, el señor Fox, quien siempre participa. Todo fue una gran fiesta, muchas personas de la ciudad acudieron a las calles y avenidas por donde pasó la manifestación pagano-religiosa y se conmovieron ante las imágenes del santo, se emocionaron al ver a las mujeres con rebozos y a los hombres con sombreros caminar para agradecer los favores recibidos por San Caralampio y para implorar sus bendiciones. Quienes saben dicen que la Entrada de flores del 10 de febrero está relacionada con la petición de lluvia para las siembras, para que vayan bien las cosechas. Todo fue una gran algarabía, así como la entrada se divide en una manifestación religiosa y luego otra pagana, la audiencia también se divide en dos grupos, hubo quienes al finalizar la primera parte se retiraron; hubo quienes llegaron exclusivamente para ver lo que se asemejó mucho a un carnaval y disfrutaron la caminata de las comparsas, de los hombres vestidos de mujeres con sus leperadas, así como la presencia, por primera vez, de un grupo de bastoneras de la república centroamericana de El Salvador. En todo el trayecto hubo autos con altavoces con música y quema de cuetes. Cuando los diversos grupos llegaron al templo, subieron la escalinata, entraron al templo, satisfechos por haber cumplido, y al salir recibieron un vaso de agua de temperante.
La gente de acá conoce el ritual. Lo que anteriormente escribí sería la síntesis apretadísima de lo que vería un visitante. Es complicado, complicadísimo, resumir la experiencia de un día de Entrada de Flores, son muchos elementos los que confluyen. Los comitecos y comitecas, argüenderos por naturaleza y chismositos, siempre encuentran material para la crítica. Es bueno que exista tal discusión, pero cuando se ve el hecho en sí se concluye que la Entrada de Flores del 2025 fue una mezcla extraña de participaciones. No, ya no es lo que era. Esta manifestación social, llena de vida, no es lo que era. Por supuesto que no. Los tiempos han cambiado. El mismo Comitán de hoy ya no es el Comitán de 1928, cuando el investigador Carlos Basauri vivió esta experiencia y la dejó narrada en el libro “Tojolabales, tzeltales y mayas. Breves apuntes sobre antropología, etnografía y lingüística”. El testimonio de Basauri es de gran importancia para el conocimiento de esta tradición. Los historiadores e investigadores pueden hallar elementos para la comparación. Basta ver (en una fotografía) que el jacal está hecho de madera y (media hora antes de la entrada de flores) está pelón; al observar la fotografía que fue tomada media hora después de la entrada de flores, se aprecia que hay muchísima gente encaramada sobre el jacal y ya tiene flores. En este 2025, días antes prepararon el jacal con estructura de fierro y (haciendo la comparación) media hora antes de la entrada de flores ya estaba adornado con laurel. Ninguna persona sube al jacal después de la llegada de las personas. En las fotos de 1928, después del arribo del contingente se aprecia que hay varias personas en la parte superior del templo, al lado de las torres. Si se ve con atención da vértigo porque esas personas no tienen protección alguna, están paradas sobre una especie de alero, breve saliente que sirve de adorno.
A Basauri llamó su atención lo siguiente: “…a esta fiesta concurren todos los indios, llevando muchas y variadas ofrendas: gallinas, borregos, huevos, flores, palmas, dinero…” En 2025 no llevaron animalitos como ofrenda, las flores siguen presentes (hinojo, que repasan sobre la falda del santo y lo llevan a sus casas donde hacen té para curarse). Sí, querida Mariana, los tiempos son otros, pero hay esencias que continúan vigentes. Lo que siempre es un tema inmodificable es que todos (manifestantes religiosos y paganos) lo hacen por amor y veneración hacia San Caralampio. Te conté que hace años entrevisté a uno de los llamados “intensos” (gente que se viste de mujer, que comienza a beber trago desde el Chumís, hace desmadre en todo el trayecto y llega bolísimo al templo), él me dijo, con vaso de agua de temperante en mano, que todo lo hacía en nombre de San Caralampio, porque desde chiquitío su papá lo llevaba a la Entrada de Flores, cuando me dijo esto ya me lo dijo con los ojos llenos de lágrimas. Casi casi vi en su mirada perdida, mirada de bolo, un resabio de su mirada infantil, de su recuerdo de niño.
El testimonio de Basauri es de gran valor. No sé si en alguna plática te compartí una anécdota que el investigador contó en su libro y que da una idea del mito de Tata Lampo. Para que no me quede en la conciencia lo transcribo: “…en el año 1910 el cura secular de Santo Domingo subió al púlpito y lanzó ante el asombro de los fieles la aseveración de que “en el martirologio no figuraba San Caralampio” y que nunca había existido ni mucho menos tenía los privilegios que se le atribuían. No se hizo esperar una demostración palpable del error en que había incurrido dicho señor cura, pues esa misma noche, al tratar de encender una lámpara de alcohol, se inflamó todo el contenido del depósito, y el sacerdote recibió graves quemaduras en el rostro. Todos los adeptos de San Caralampio robustecieron su fe con este motivo y los pocos a quienes había convencido el cura, lo abandonaron”. Qué historia. Mirá el comentario con que Basauri remata lo contado: “Muchos ejemplos como el anterior podrían citarse, pues todos los vecinos de Comitán tienen algo que contar respecto a las grandes concesiones hechas por el santo a sus fieles servidores, así como los graves castigos que han recibido otros que se han atrevido a dudar o a desobedecerlo”.
Para quien quiera juzgar los cambios ocurridos puede servir como respuesta lo anterior. Los bolos, los que hacen malcriadezas, no son mal vistos por San Caralampio, de lo contrario ya hubiera descargado su furia contra ellos. ¡No! Parece que el santo sabe que en lo íntimo “los carnavaleros” no tienen otra forma de demostrar su cariño y su fe. Hacen desmadre, pero todo lo hacen (así lo aseguran) en honor al santo.
La entrada ya no es lo que era, Comitán ya no es lo que era, pero algo de la esencia de la tradición continúa, esta esencia es la fe inconmovible al santo. Tata Lampo sigue siendo el santo más querido de Comitán.
Posdata: Paty Cajcam y yo fuimos a hacer un ligero registro de la entrada del 2025. Bajamos a La Pila, como a las diez de la mañana, cuando en el templete del parque central aún no estaban las autoridades. Subimos y entramos al templo, cerca del altar estaba una imagen de Tata Lampo y al lado la fotografía de Doña Conchita Pérez, quien falleció días antes, y fue una gran devota y vecina del santo. Esta escena fue algo inédito, algo que conmovió a muchas de las personas que le tuvieron buena ley a la gran cocinera comiteca. En el atrio estaba la marimba de los hermanos Castro, dándole con todo, las líneas de plásticos y adornos volaban al ritmo del aire, como si celebraran la música y la vida. Ya estaba la señora con su mesa, los vasos, los contenedores con el agua de temperante. A todo mundo le ofrecía, en vasos de cristal. No había desperdicio con vasos de unicel, al contrario, como en los viejos tiempos, los vasos, en cuanto eran vaciados los metía en una vasija para lavarlos para que continuaran sirviendo. En el parque había venta de dulces, de jocotes encurtidos, de elotes hervidos. Dos mujeres, sentadas en el graderío, platicaban, vestían los tradicionales trajes tojolabales.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 14 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON TECHOS
Querida Mariana: el cielo es el techo del mundo. Sin embargo, todas las casas necesitan techos para protegerse. Las techumbres evitan que veamos el cielo desde las recámaras, sobre todo el cielo nocturno, que es un obsequio divino. Sólo la literatura permite el prodigio de tener una casa sin techo. El autor serbio Goran Petrovic, en su novela “Bajo el techo que se desmorona”, habla de una casa sin techo, la gente la habita. Salvo ese extraño y maravilloso ejemplo, todas las demás casas tienen techos. Comitán tuvo casas con techos de tejas. Luis Armando Suárez tiene una editorial que se llama “EntreTejas”, es un nombre maravilloso. Porque, los comitecos de los años cincuenta y años anteriores crecieron entre tejas. Hoy dicen que los techos de tejas son un problema, porque cada año hay necesidad de “trastejar”. Nunca he comprendido bien a bien el porqué del deterioro de las tejas. ¿Por qué hay filtraciones de agua, cuando nadie camina por los techos? ¿De verdad los gatos provocan las rajaduras de las tejas? Nunca he visto que una nube panzona se siente a descansar sobre un techo.
Hoy, todo mundo construye sus residencias, pero les meten techos de cemento. No hay ya el acto de trastejar, basta con impermeabilizar los techos cada temporada previa a las lluvias.
Yo también crecí viendo techos de teja, esa visión permitió que algo del barro de Yalchivol entrara por mis ojos y abonara mi espíritu.
Los comitecos de bien tenemos espíritu de barro. El barro es, me cuentan los expertos, un material amable. El otro día entré a una casa construida a principios del siglo, es una casa maravillosa, con cuatro corredores, con pilares de madera, patio central y sitio. El techo, por supuesto, está cubierto con tejas. El propietario me contó que el amarre de las vigas está hecho con cuero. La casa tiene muchos años y se mantiene muy bien, tiene las famosas paredes maestras, que eran paredes con un grosor galán. Desde la calle se ve la casa con paredes que tienen más de siete metros de alto, son altísimas, con balcones a la mitad, pero cuando entré a la casa vi que el balcón casi casi está al ras del piso. Las habitaciones tienen una altura de cuatro metros; es decir, las casas tenían un relleno como de tres metros. Recordé mi casa de infancia, tenía una distribución similar. Mi casa tenía un zaguán con escalones. Después de subirlos se llegaba al nivel de piso, pero, por ejemplo, la oficina de mi papá, que era la Corresponsalía del Banco de México, estaba debajo del nivel de piso, había que bajar algunos escalones.
Las casas de principios del siglo XX tenían una gran altura, las habitaciones tenían cuatro metros de altura. El propietario de la casa que menciono me dijo que los constructores de aquellos tiempos eran sabios, porque su casa es muy fresca en tiempo de calor y, aunque pareciera paradójico, en tiempo de frío es muy cálida.
Circula en redes sociales una fotografía de Comitán de los años cincuenta a vista de pájaro, es una imagen preciosa, porque se ve la armonía del pueblo, es impresionante ver todos los techos con teja. Poco a poco se fue deteriorando dicha imagen. Llegaron tiempos de renovación y las casas se transformaron, la gente prefirió los nuevos materiales y desecharon la teja, así como los pisos de ladrillo. ¿Perdimos o ganamos? Como en cualquier cambio hubo de las dos esencias. Ganamos y perdimos, tal vez alguien diría que perdimos más de lo que ganamos, que la ganancia fue magra. El propietario de la casa que comento y que la mantiene en buen estado me dijo que él se siente privilegiado por vivir en una casa de aquellos tiempos, dice que disfruta la galanura del patio central, los corredores y la bendición de las alturas de los cuartos.
Posdata: crecimos entre tejas. Los chicos y chicas de hoy crecen entre losas de hormigón. ¿Quién tiene una mejor perspectiva de la vida?
Mencioné la Corresponsalía del Banco de México, mi papá fue el corresponsal de 1953 a 1964. Mi papá dejó de serlo cuando abrieron la primera sucursal que estuvo en la esquina del edificio donde hoy está el Teatro de la Ciudad. En los últimos tiempos hubo una sucursal a una cuadra del parque central, en un edificio que es propiedad de los herederos de Don Roberto Pulido. Y digo hubo porque en días pasados me encontré con la noticia sorprendente que Banamex (ya no CitiBanamex) cerró esa sucursal del centro. ¿Por qué? Andá a saber.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 13 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON LA PRESENCIA DE LUIS AGUILAR CASTAÑEDA
Querida Mariana: personajes de Chiapas celebran el centenario del nacimiento de Rosario Castellanos. Hoy, el escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda, destacado artista, se une a Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, presidente del Congreso del estado de Chiapas; al profesor Denis Solís, presidente municipal de La Trinitaria; y a Jorge Mandujano, escritor destacado, y nos comparte unas palabras. Él, quien, con sus manos, modeló el rostro de nuestra escritora, busto que se encuentra en una de las esquinas del parque central y que es, sin duda, el bronce que vale oro, ya que es la imagen donde la gente se toma las fotografías del recuerdo, la imagen donde la autoridad acude cada ocasión importante para dejar coronas de flores. Él, quien, invitó al aire y al viento a regodearse en los vacíos (oquedades, le llama Mario Uvence), ahora modeló letras para formar palabras para esculpir un texto que es homenaje permanente a la memoria de la gran Chayo, nuestra Chayito. Te comparto lo que Luis envió:
Rosario, tú le escribiste un comentario al escultor, aquel que se lamentaba de hacer su figura en arcilla; y le sugerías que experimentara con otros materiales: memoria, ensueño, humo, sueño, NADA.
A ese escultor le sugiero que no se lamente, que pruebe el vacío, y descubra en él que la verdadera creación surge de la nada porque en el vacío encontramos la libertad de crear y "El límite es el cielo".
Hasta acá las palabras de Luis Aguilar Castañeda, un rosario con cuentas hechas de letras. El remate final del texto de Luis es el título de su obra en bronce, pero no sólo es el nombre de su creación, también es una definición de la personalidad de los creadores y creadores. Si el cielo es infinito, ¡no hay límite!
Luis, con gran cercanía, le habla a Rosario, nos confiesa algo íntimo, ella, la escritora, le escribió antes al escultor, revela que la escritora sugirió la experimentación con otros materiales aparte de la arcilla, materias memorables: la memoria, el ensueño, el humo, el sueño y la nada, porque, dice el escultor, la verdadera creación surge de la nada, porque la nada es un recipiente lleno de esencias. En este mensaje que Luis nos comparte, donde honra de nuevo a Rosario Castellanos, nos obsequia también una poética acerca de la creación. Todos los materiales que existen en el universo son el feliz pretexto para la creación, también las letras, las mismas que aprendimos en la primera educación. La palabra también provino de la Nada, de ese infinito mar que en cada instante besa las orillas de las playas.
Y acá, el gran escultor, quien también es ducho para la redacción (ya lo demostró en la serie de textos que redactó para su libro “Repaso vital”), tomó las palabras y las modeló con maestría, porque Rosario, gran árbol literario, también tomó de la Nada su numen creativo. Rosario, quien siempre se asumió comiteca, a pesar de nacer en la Ciudad de México; y Luis, comiteco de nacencia y por confirmación, aparecen unidos acá, de nuevo. Un día, hace años, Luis modeló el rostro de Rosario en cera y luego lo convirtió en una escultura en bronce; en este 2025, año donde el mundo celebra el centenario del nacimiento de la escritora, Luis remodeló ese rostro, ahora no sólo fue arcilla lo que tomó en sus manos, ahora, como él lo expresó, también tomó esencias de su memoria, de sus ensueños, del humo, de sus sueños y, sobre todo, de la Nada, esencia que siempre lo acompaña, que es fiel compañera desde que nació.
Posdata: desde esta ventana, querida mía, honramos a Rosario. Mentes brillantes nos comparten breves textos que son como puños de confeti. Cada una de las palabras es como una nota de marimba, juntos estamos componiendo una gran obra musical, la polifonía es una gran aria.
Posdata: a manera de telegrama comparto que me complace avisar que más personajes de Chiapas envían sus textos breves, donde todos y todas, estamos formando un gran rosario con cuentas luminosas. En la tierra de la palabra libre, vuelan mensajes, como palomas de alas luminosas.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 12 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON ONDAS, BUENAS Y MALAS
Querida Mariana: Cuál es la onda, es el título de un cuento de José Agustín, pero bien pudo ser una pregunta de los chavos setenteros en Comitán. Y esto es así, porque la onda era lo actual, todo mundo juvenil andaba en la onda, aun cuando no supiéramos bien a bien qué era la onda. Bueno, sí, la onda era estar lejos de la momiza, cerca de la chaviza, porque los jóvenes pertenecíamos a la categoría de los chavos y de las chavas. Esa chava está linda, decíamos, y tal vez, no lo sé, las chicas decían que un chavo estaba lindo. ¡No! En realidad, la palabra lindo y linda no se aplicaba a la chaviza, eso sonaba como un término de la momiza, la momiza era la gente adulta, la gente mayor, los que olían a naftalina, los que se molestaban por lo que hacíamos nosotros, quienes decían que el mundo estaba mal, porque los jóvenes estábamos perdidos. Ellos, la momiza, no estaban en la onda, no agarraban la onda, la onda era la novedad, lo que imperaba, la onda era el pantalón acampanado, la camisa sicodélica, el cabello largo para los hombres y, por supuesto, las palabras que no olían rancio, los términos que sintetizaban la esencia de esos tiempos, tiempos de amor y paz, tiempos de hacer la v de la victoria con los dedos índice y medio; eran tiempos que habían crecido al amparo de la revolución cultural de los años sesenta, de los años donde el mundo conoció la píldora anticonceptiva y que fue como un pasaporte para el desenfreno sexual, el pasaporte para las comunas hippies.
En Comitán, aunque te sorprendás, los chavos llegábamos al parque central, el íntimo, el que luego, al inicio de la nueva década, la del ochenta, se amplió para quedar como ahora está, y preguntábamos a los que estaban sentados en las bancas de granito con lienzos de madera a manera de respaldo: ¿qué onda? Y sabíamos que no era una pregunta que mereciera respuesta o que esperara respuesta, ¡no!, era a manera de saludo, era como decir: ¡qué onda!, ¡qué hay! ¿en qué la rolan?, porque el rol era parte de la onda y la onda era parte del rock, porque la chaviza de los años setenta, también veníamos de Los Beatles, el Cuarteto de Liverpool, esos genios musicales que habían revolucionado la música, que habían casi casi enterrado los valses de la momiza. Los Beatles habían inaugurado una nueva forma de moverse, de disfrutar el mundo, ya no era necesario tomarse de las manos y del talle para bailar, el baile, como si fuera una celebración de la vida se practicaba en comunidad, pero bailando solos, sin necesidad de tocar a la pareja, porque todo era un estar con todos, sin ataduras, por eso, en las comunas hippies se practicaba el sexo con la prédica de los Tres Mosqueteros: uno para todos y todos para uno. ¿Agarrás el patín? José Agustín dice que un sinónimo de la onda es el patín y era patín del diablo cuando algunos chavos le quemaban las patas al mismísimo demonio, porque en los años setenta hubo (los conocí) chavos que se daban pasones de la mary, que compraban con el conserje de una cancha de básquetbol (¡Dios mío!)
A la salida del cine Montebello, después de haberse reventado dos películas gringas, de cuatro a siete de la noche, la música de un pequeño café nos esperaba, ahí, más o menos al lado de la casa del doctor Rodríguez, el odontólogo (dentista, le decíamos en aquellos tiempos), estaba un cafetín donde tocaba un grupo de chavos setenteros, tocaba la música de la chaviza, con guitarras eléctricas y batería. Este grupo luego se pasó a la Casa Yaninni (que ya conté era un edificio de mi papá, por lo que yo digo que era la Casa Molinari) y todo mundo conoció el Intermezzo y todo mundo (de la chaviza) llegó a tomarse un café o un refresco para escuchar al grupo que interpretaba música juvenil. La leyenda cuenta que la chica del grupo era muy linda (¡no!, linda no era un término que usáramos en esos años, tal vez podíamos decir que la chica era buena onda, era la onda, estaba como lo había recetado el doctor).
Y todo era la onda. Así como había la buena onda, también había la mala onda, y la mala onda casi siempre aparecía en casa, con los hermanos, con las hermanas, que se ponían sus moños, y con los papás y las mamás, quienes no agarraban la onda; y, por supuesto, en las escuelas y en los colegios, donde la buena onda estaba en el grupo de amigos y amigas y la mala onda estaba en la actitud de los maestros que seguían sin agarrar la onda y continuaban dejando tareas, impidiendo que uno hablara en clase, molestándose porque nos íbamos de pinta, al billar, al parque, al café o a la cantina. ¿La momiza no se daba cuenta que la vida nos exigía salir a la calle?
Posdata: Cuál es la onda es el título de un cuento de José Agustín, pero también pudo ser la pregunta saludo que hacíamos los chavos de los años setenta en el parque central de Comitán. ¡Qué onda! ¡Qué pex! ¡Qué pasotes! ¿En qué la jalan? Porque el jale también era palabra de aquellos tiempos, todo mundo buena onda le entraba al jale.
¡Tzatz Comitán!
martes, 11 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON EL VIEJITO DE LA NOCHEBUENA
Querida Mariana: lo vi y escuché en la televisión y pensé que debía compartirlo con vos. El domingo miraba el programa “Aprendiendo a envejecer” (ya que no aprendí a ser un joven, le entro a lecciones de tercera edad, para que mi vejez sea plena, digna, digo). Llegó un joven escritor, Adrián Chávez, a presentar su novela más reciente: “Querido Quetzalcóatl”.
Hasta ese momento todo parecía normal, pero cuando contó el suceso histórico que inspiró su creación ¡me fui para atrás!, como tal vez te pase a vos.
Te cuento, Adrián contó que un día se topó con un hecho histórico: el presidente de México Pascual Ortiz Rubio “decretó” que en nuestro país el encargado de traer los regalos a niños y niñas en navidad sería, nada más y nada menos: Quetzalcóatl. ¿Podés creerlo?
Adrián dijo que la propuesta fracasó estrepitosamente. Uf. El pueblo no hizo caso de la bobera del presidente. En caso de que la iniciativa hubiese “entrado”, la niñez mexicana habría comenzado sus cartitas, con el título de la novela: querido Quetzalcóatl.
El autor agregó lo que sabemos: la figura del Santa Clos actual es un invento de la Coca Cola, en los años treinta la imagen del viejo panzón, sonriente, vestido con colores rojos, comenzó a popularizarse.
Si lo pensamos tantito vemos que nuestra identidad quedó en entredicho, preferimos una imagen capitalista norteamericana que nuestra imagen nacionalista. Pero también, el Ortiz Rubio se la jaló. Qué pena que ninguno de sus asesores le recomendó adoptar la figura del personaje que en Comitán imperaba. Acá ni Quetzalcóatl ni el pinche gordo, acá era El Viejito de La Nochebuena quien traía los regalos, era una imagen afable, afectuosa y era tan genial que cada niño y cada niña lo imaginaba a su real gusto.
Pero vos sabés que en nuestro pueblo somos muy dados a vanagloriar lo de fuera, un día los niños y niñas prefirieron los “dulces extranjeros” y metieron los dulces regionales al bolso del olvido; de igual manera, le abrieron las puertas de las casas al tal Santa Clos y dejaron afuera al Viejito de La Noche Buena, sintiendo frío, con la bolsa llena de juguetes modestos. Como siempre, cambiamos lo más por lo menos.
El Internet dice que Ortiz Rubio fue presidente del año treinta al año treinta y dos, del siglo pasado. Con este “decreto” se la jaló. Bueno, nuestro ex presidente tenía un apodo que, tal vez, da idea de su personalidad, le decían “El nopalito”, por ¡baboso! ¡Señor de todos los huertos!
Qué cosas, ¿no? Algunos lectores y lectoras comentan que la novelita de Adrián está simpática. ¡Cómo no! Ya podemos imaginar a Quetzalcóatl, en el Olimpo mexicano, recibiendo miles de cartas donde le piden muñecas, juegos de té, pelotas y bicicletas.
Posdata: el autor halló un suceso histórico extravagante y dijo ¡de acá soy y escribió una ficción! La realidad política mexicana da para muchas novelas y cuentos.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 10 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO INFINITA
Querida Mariana: “pero te peinas”. Frase que usaron en un comercial del IFE (actual INE), frase que se hizo muy famosa. En el ingenioso anuncio un compa le avisaba a otro que iría a tomarse la foto de la credencial y el segundo le decía: pero te peinas. Durante mucho tiempo se volvió frase común, de cotorreo. Cuando alguien decía que se iría a tomar una foto (aunque no fuera la de la credencial) alguien decía: ¡pero te peinas!
Recordé la frase la mañana de ayer. Fui a Plaza Las Flores y en la entrada de Walmart vi a un grupo de chicos de prepa en una caseta que, por treinta pesos, toma fotos instantáneas. ¿Mirás el prodigio? En tiempos de fotografías, de las famosas selfies, aún hay gente que se toma fotos para imprimir. Los vi entrar, eran cinco, tres chicas y dos chicos, los vi correr la cortina negra, no lo vi, pero intuí que se encaramaron unos con otros sobre la pequeña banca para que salieran sus rostros; escuché sus risas (ya se sabe cómo se goza la vida en convivencia, cuando la juventud es un pájaro al hombro). Cuando salieron de esa breve jaula les pedí (viejo metiche) que me permitieran ver la foto. Amables lo hicieron. Vi ocho pequeños recuadros donde aparecían ellos haciendo diversos gestos. Papelito que daba constancia del instante gozoso, pensé en la cita común: “papelito ¡habla!” ¿Y quién se quedará con la fotografía?, pregunté. Uno de los chicos dijo que la recortarían y se repartirían los pedacitos, fotos minúsculas. En algunos pedacitos una o dos caras salieron movidas. Desde afuera los escuché divertirse, una avalancha de risas brotaba del cuartito. Cuando la cámara dejó de funcionar, los vi correr la cortina y regresar a lo cotidiano, donde la gente entraba a Walmart para surtir su despensa. Ese cuartito les permitió una pausa divertida. Esperaron que la máquina vomitara la fotografía impresa y todos se acercaron para verla (yo incluido, viejo metiche). Lo hice porque deseaba atrapar ese instante que el prodigio de la vida me permitió vivir (compartir con ellos).
Pudieron tomarse la selfie en cualquier lugar de La Plaza, tomarse mil fotos (exagero, pero sí existe la posibilidad, hacer mil caras, sacar la lengua, ponerse serios, hacer bizco), pero decidieron gastar sus treinta pesos y meterse a la cabina para tener otra experiencia, algo que parece venir del pasado en tiempo presente.
La fotografía siempre ha estado presente en la historia del ser humano, digo, desde el descubrimiento de la fotografía. Mi mamá tiene dos o tres fotos que le fueron tomadas en San Juan de Letrán, en la Ciudad de México, los fotógrafos ambulantes (sin permiso) tomaban fotos a los peatones y luego ofrecían un papelito con la dirección donde podían pasar a comprarlas. En el pueblo hubo un fotógrafo callejero, en la calle que da a la parte posterior de la Biblioteca Rosario Castellanos y del Auditorio Roberto Bonifaz, casi frente al local de “Chacharilandia”, cuando había urgencia de unas fotos para una credencial de un equipo deportivo, uno se paraba frente a su cámara de cajón y minutos después las entregaba, todas húmedas.
Hoy, medio mundo tiene celulares con los que toman fotos (miento, debí decir ¡todo mundo!) Todos se toman las selfies. Vos mirás que yo tengo mi sección sagrada, la de las fotos de privilegio, donde amigos y amigas me permiten tomarme una foto para compartirla en mi muro. Estuve a punto de decirles a los chicos de la fotografía instantánea que me permitieran tomarme una foto con ellos, pero sosegué.
Posdata: pienso que este tiempo permite que exista un registro fotográfico como jamás se dio en épocas pasadas de la historia de la humanidad. Dentro de muchos años, todo mundo podrá saber cómo era nuestro Comitán actual y podrá advertir los mínimos cambios que se fueron dando. ¿Cómo fue el Comitán de los años cincuenta? Poseemos pocas evidencias. Por fortuna, Armando Alfonzo Alfonzo nos regaló sus libros “Sólo para comitecos” y “Comitán 1940”, que, a través de su narrativa y de sus espléndidos dibujos, nos ayudan a conocer algunos aspectos. Asimismo, tenemos el libro “Así te recuerdo, Comitán”, de la querida Lolita Albores; y la presencia de escritores como nuestra amada Rosario Castellanos y de B. Traven y de Basauri. Las fotografías que pueden ayudarnos a armar, más o menos, el rompecabezas, aún siguen en los baúles, ahí están humedeciéndose, echándose a perder. ¡Qué pena! Bastaría que sus propietarios les tomaran una foto con el celular y las compartieran en redes sociales.
Todos los días se toman millones de fotografías en el mundo, se comparten en el Facebook (libro de caras). No siempre nos peinamos, a veces salimos con nuestras hormas desaliñadas. Total, se trata de compartir vida con los demás.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 9 de febrero de 2025
CUANDO SE DIO EL MILAGRO DE LA CHICA SOBRE EL AGUA
¿Cómo se llamaba el pueblo de la costa? No recuerdo, perdón. Armando, con un short, me invitó a subir a un barco, que tenía un toldo, el sol se regocijaba en los cuerpos de quienes por ahí andábamos, nos hacía sudar, nos achicharraba (vi a dos niñas que tenían las espaldas rojísimas, como si hubiesen sido pedazos de carne puestos sobre una parrilla con fuego). En ese tiempo nadie usaba bloqueadores, las personas que viajaban en plan de vacaciones se tumbaban en las playas y se bronceaban.
Tampoco sé cómo se llama ese brazo donde entraba el mar, los hombres y mujeres de las costas sí saben el nombre de esas curiosidades geográficas. La gran extensión marítima parecía jugar escondidas y se metía en un callejón largo, pero no muy ancho, bueno, ¡sí! Armando y yo estábamos en una orilla, desde esa orilla yo podía ver la orilla contraria, a muchos metros de distancia. Desde la orilla donde yo estaba podía ver las residencias levantadas en la otra orilla. En la orilla nuestra todo era una retahíla de construcciones modestas, con pilares de madera y techos de palma; en cambio, en la orilla distante las construcciones eran residencias fastuosas, se veía una serie de arcos en la planta baja y techos de tejas rojas, con la sombra de palmeras esbeltas, altísimas. Armando me dijo que en la otra orilla vivía la gente de dinero, me contó que ahí tenían casas de campo algunos artistas de Hollywood y también un príncipe europeo tenía una quinta. Vi estacionados (¿así se dice?) varios yates. Armando me invitaba a subir a un barco modesto, el toldo que tenía había sido improvisado con una serie de postes de madera y una lona agujereada.
Yo veía, era lo único que hacía. Veía todo lo que era novedoso para mí. Siendo habitante de un lugar donde no hay ni ríos, es comprensible que ese brazo de mar me sedujera. Pero el grado máximo de seducción apareció cuando asomó una lancha justo a mitad del brazo de mar, la vi majestuosa de lejos y conforme se acercó mi asombro creció, pero jamás imaginé que al final, cuando ya había pasado frente a mí, apareciera una mujer que practicaba esquí acuático (luego supe que así se llamaba lo que hacía), ella llevaba lentes para protección del sol, cabellera húmeda, las piernas abiertas, colocadas sobre una tabla que era como el lomo de un pez deslizándose sobre el borbollón de agua que salía de la parte trasera de la lancha, ella tenía agarrado algo como un manubrio con una mano, la otra mano la tenía extendida en el aire, como un pañuelo divertido, el manubrio estaba enganchado, mediante una soga firme y delgada, a la lancha que servía para jalarla. Ella sonreía, su sonrisa parecía una mantarraya luminosa en su rostro. Mi recuerdo es de una escena llena de agua, agua en medio de una orilla y de otra, de agua que, en forma de espuma, era como un camino blanco que le indicaba por dónde debía ir la chica sobre la tabla. Pensé, fue inevitable, en pasajes bíblicos donde hombres, siempre hombres, caminaban sobre el agua, esta chica desafiaba la ley de la gravedad y se deslizaba sobre el agua, pensé que había, más que una esencia divina, una muestra de la física, donde la velocidad y la forma ergonómica de la tabla le permitían avanzar sobre el agua, sin que se hundiera. ¿Era una chica de la otra orilla? ¿Alguna actriz de Hollywood? ¿Una princesa?
Yo no sé nadar. Siempre digo el chiste sobado “como anona anonadada porque nado nada”. Cuando estoy en un lugar donde hay agua me retiro lo más posible de la orilla. Todo lo veo desde lejos. Así, de lejos, vi a la chica. Nunca pensé en envidiarla, porque ella hacía lo que yo no podría jamás. No. Nunca he envidiado a Dios por crear el universo, sólo me dedico a observar su creación, a verla, a disfrutarla. Esa mañana fue lo que hice, la vi un lapso breve, pero sigo recordando a la chica y será un recuerdo inagotable.
No, le dije a Armando, lo dije, según yo, en forma amistosa, pero el terror, tal vez, imprimió un tono alto a mi respuesta. No, por supuesto que no, no subiría con él al barco. ¿Qué vería desde el barco? Lo mismo que estaba viendo desde la orilla. No me preocupa saber el nombre del pueblo costero, así como no me preocupó saber el nombre de la chica.
sábado, 8 de febrero de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN PIZARRÓN VACÍO
Querida Mariana: un día, hace tiempo, íbamos Pau y yo en el tsurito; bajamos rumbo al barrio de La Pila, por la calle que está detrás del templo de San Caralampio. Al pasar frente a la casa de Doña Conchita Pérez, Pau casi sacó la cabeza en la ventanilla y dijo: “Mirá, tío, una escuelita callejera”. Lo dijo porque Doña Conchita siempre sacaba un pizarrón donde anotaba el menú del día.
El 6 de febrero 2025, bajé por la misma calle, como a las ocho de la mañana y, en lugar del pizarrón, hallé una cartulina pegada en la puerta con un mensaje triste, ahí avisaban del fallecimiento de nuestra querida amiga, Doña Conchita Pérez.
El letrero decía: “Falleció la Sra. Conchita Pérez de Penagos. Sus restos están siendo velados en Funerales Figueroa, planta alta, cerca de la Unidad Deportiva”.
La vida era bonita, en los tiempos donde Pau y yo pasábamos frente a su casa y encontrábamos el pizarrón. Pau, con su inocencia y fina ironía, dijo que parecía una escuelita callejera, porque siempre había un pizarrón, pero el pizarrón avisaba el menú del día, porque en los últimos tiempos, la gran maestra de la gastronomía comiteca, avisaba a sus clientes qué platillos habría para ese día.
Siempre pensé que algún maldoso pasaría a borrar el menú, sólo para hacer la travesura, pero eso nunca sucedió. No sucedió porque los del barrio conocían perfectamente a la maravillosa vecina, quien tenía un carácter amigable, pero también era de carácter fuerte, cuando la ocasión lo ameritaba. Ah, que no la buscaran porque la encontraban.
La cocina comiteca, en una de sus mejores versiones, estaba en su casa, casa maravillosa, con un patio generoso que tiene una vista sorprendente hacia la parte alta de la ciudad.
Te conté que hace años ella tuvo un restaurante abierto al público, en los últimos tiempos sólo preparaba comida para llevar. Cuando tuvo su restaurante, con mesas y sillas en el patio, con los amigos fui en una o dos ocasiones a tomar la cerveza y degustar las exquisiteces que preparaba. Muchos amigos de buen comer, de exquisito gusto, gente de mundo, personas que han estado en grandes restaurantes, alababan la sazón de Doña Conchita y disfrutaban su plática sabrosa.
Ella, todo mundo lo hizo notar al conocerse su fallecimiento, fue gran devota de San Caralampio, ¡cómo no!, su casa está pegada al templo de Tata Lampo. No cualquiera tiene como vecino de al lado a un santo y menos al santo más querido de Comitán. Su devoción por el santo inició desde que era pequeña, ella platicaba cómo desde niña vivió con intensidad los festejos dedicados al santo, desde que un grupo de hombres levantaban el jacal y lo adornaban con ramas, hasta la entrada de flores, del día 10 de febrero y la algarabía de la feria del 20. Con su carácter de lideresa ella coordinaba los festejos, por supuesto que hubo gente que le peleó el puesto, porque pensaban que no podía ser de su propiedad, pero, digo yo, cuando vivís al lado del santo pues adquirís el llamado Derecho de Cercanía. Ningún mortal estuvo tan cerca, porque si bien la familia Morales Sarti también colindó con el templo, nadie estuvo cachete con cachete con Tata Lampo. La familia Morales Sarti fue vecina del graderío, pero Doña Conchita estuvo pegada a la sacristía y cerca, muy cerca, de la imagen del santo.
Cinco días antes de la celebración de la Entrada de Flores se despidió de la vida. No sé cuál fue el motivo de su deceso, pero recuerdo que dos días antes pasé frente a su casa y estaba colgado el pizarrón con el menú del día, esa mañana llamó mi atención el tercer platillo: “Tortas comitecas”. En el título de este platillo estaba concentrada la tradición que ella se encargó de preservar. Hay miles de formas de preparar una torta, basta recordar en la Ciudad de México, las tortas que les llaman “Guajolotas”, que son las tortas que llevan un tamal en medio, un tamal de rajas (los tamales de rajas, los verdes, son exquisitos); basta recordar en Guadalajara, las tortas ahogadas (sin duda que mi amiga Eva Morante las ha saboreado); ¿y en Mérida?, ah, pues las deliciosas tortas de cochinita. ¡Mil variedades de tortas, todas exquisitas! Te he contado que cuando estudié en la Ciudad de México, iba, en compañía de mi palomilla, al mercado cerca del departamento de Avenida Cuauhtémoc, a disfrutar unas excelentes tortas cubanas (ahora en Comitán hay una fonda que vende “tortas mata hambre”, tortas tortugotas). Pues Doña Conchita preparaba “Tortas comitecas”, muy seguido las anotaba en el menú del pizarrón.
En Arenilla fuimos amigos de Doña Conchita, ella siempre nos trató con mucho afecto. Cuando salía la edición de la revista impresa, en forma muy atenta, pero con su carita exigente, me enviaba un mensaje donde decía que no le había pasado a dejar su ejemplar. Con atingencia bajábamos al barrio con Paty Cacjam, tocábamos en la puerta y esperábamos que ella apareciera en la ventana, ahí nos saludábamos y ella extendía la mano para recibir su Arenilla. Fue una fiel lectora. Nos cabe el orgullo de decir que ella apareció en nuestro primer número, que apareció en 2017, allí ella nos compartió la receta de la barbacoa, de la barbacoa a su estilo, al estilo comiteco. No transcribiré la receta, pero si te interesa buscá nuestro primer número y la hallarás, sólo diré que para preparar el recaudo (que en el pueblo le llamamos “recado”, qué simpático) ella utilizaba los siguientes ingredientes: pimienta chica, pimienta gorda, canela, clavo, anís, nuez moscada, mostaza, semilla de cilantro, tomillo, orégano, laurel, hojas de aguacate y vino tino. ¿Mirás la magia? La gran maestra de la cocina comiteca, quien a diario sacaba el pizarrón a la calle, para compartir sus conocimientos gastronómicos, para dar la clase de identidad, tenía el conocimiento preciso y exacto para mezclar las esencias. Una de las más grandes comitecas no nació en el pueblo, Doña Conchita (así nos lo contó) nació en Torreón, Coahuila, pero muy criatura llegó a Comitán y acá se quedó a vivir. ¿Cómo se apropió de la esencia de la comida comiteca? También contaba que fue su suegra, Doña Virginia Pérez Rivera, quien le pasó la estafeta, quien le dio la receta mayor. Doña Virginia le enseñó a deshuesar gallinas y guajolotes, así como la preparación de los más conocidos platillos comitecos: pierna mechada, lomo relleno, tachilgüil y chanfaina.
Muchísimas personas lamentaron el fallecimiento de Doña Conchita y escribieron mensajes afectuosos en las redes sociales. Cada palabra fue como un ingrediente para hacer un platillo divino, porque fueron mensajes últimos para una de las últimas maestras de la gastronomía comiteca. Por fortuna, hay muchas mujeres y hombres que en nuestro pueblo continúan con la tradición, lo hacen con innovaciones, con nuevas propuestas.
Doña Conchita fue agua de La Pila, fue un “aguafuerte”, un agua limpia, un agua fresca; ella fue como un gajo de la ceiba, el árbol sagrado de los mayas; fue un rayito de luz emanado de la imagen de San Caralampio; en su palabra estuvo enredado el sonido del carrizo y del tambor. A veces tuvo la imagen de "diablita” y en otras ocasiones fue la diosa del hinojo, mirada del aire, memoria del azafrán. Su carita redonda siempre fue un sol, un comal sin tizne, un comal con colorete provocado por el fuego del horno, del horno de la vida.
Ella fue musgo para la humedad del encanto, ausencia de caminos. Desde su casa, amplia extensión, miraba los techos de las casas que se desparraman en la cima comiteca, desde ahí presenció en noches de luna llena el barco luminoso con la bandera de la paz; desde la orilla del mundo siempre lo saludó, para que nada se olvidara, para que todo fuera la raíz de la esencia; ella fue adoradora del sabor, cada mañana escribía en su pizarrón, escribía una lección sencilla, la de la buena sazón. Era tal su magia, que los clientes casi casi olían esas palabras, cuando escribía “espinazo con chaya”, esta esencia era como una cinta mágica que jalaba los recuerdos y no los dejaba hasta que tocaban y pedían “dos órdenes”. Ella, ¿ya miraste?, servía “órdenes”, así fue siempre su modo alegre, la gente le “ordenaba” y ella respondía con “órdenes”. Nunca se dejó, siempre supo que era una mujer privilegiada, era la más cercana vecina del santo más amado del pueblo. Que nadie osara meterse con San Caralampio, ese santo le correspondía, era suyo, por Derecho de Cercanía.
Posdata: se apagó su luz, su pecho fue demasiado para el corazón, el viento fue insuficiente para su vuelo. ¡Descanse en paz, la maestra del pizarrón callejero!
¡Tzatz Comitán!
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