lunes, 9 de febrero de 2009

A la vuelta de la esquina


Hay días en que todo está sobre la palma de la mano. Días en que basta salir a la calle para toparse con el sol enchamarrado.
Tal vez siempre es así, tal vez la mirada es la que está más alerta.
Cuando esto sucede, los días pierden su rostro plano. Es como si la vida, de pronto, se trepara sobre cada esquina, sobre cada poste. Como si la vida fuera un pan, la silla del café, las palomas que cagan las fachadas de los templos, el paraguas que se abre como un sol negro.
Los días en que todo es obvio hasta el aroma de cada uno de los aromas es como una línea visible. Podemos ver el camino que deja la menta o la hierbabuena en los viveros de por el rumbo de Yalchivol. Podemos oler el moho que cubre las paredes de las casas de por el rumbo de La Castalia.
En estos días aparece la convicción de que cada barrio de Comitán tiene su propio olor. El centro huele a atole de granillo o jocoatol; el barrio de San Sebastián huele al cuero con que trabajan los talabarteros; y La Pila huele a incienso y a lamento.
Hay días en que todo está a la vuelta de la esquina. Tu sonrisa y tu recuerdo no son más que un hilo de agua que se enreda en el cabello del viento.