viernes, 18 de junio de 2010

CARTA A MARIANA, DONDE SE DA CUENTA DE QUÉ COLOR ES EL ROSTRO DE LA ESTADÍSTICA



Querida Mariana: el uso de suelo de la colonia era exclusivo para vivienda. Así fue durante muchos años. En ese tiempo los niños salían al parque y jugaban pelota o trepaban a los columpios y resbaladillas; comían palomitas y algodones de París. Una tarde, la calma de la colonia cambió porque la autoridad modificó el uso de suelo (los vecinos comentaron que la autoridad había recibido una buena cantidad de dinero para la modificación). De inmediato, un vecino abrió una miscelánea; dos días más tarde, a tres casas de la casa de mi tía Eusebia, abrieron una tintorería y, poco a poco, la colonia perdió su tranquilidad. La miscelánea comenzó a vender cervezas y pronto en la banqueta de enfrente los caminantes se toparon con dos o tres borrachines que lanzaban piropos o se quedaban tendidos. Así pues, la estadística -maravillosa ciencia que nunca se equivoca- contabilizó los primeros pleitos, un apuñalado y, desgraciadamente, un miembro del “escuadrón de la muerte” fallecido.
La estadística, sobre todo, da cuenta de la infelicidad y de la tragedia. Los periódicos se venden más cuando hablan de accidentes y de ahorcados. Por esto, las guerras son tan temidas.
Por ahora, Marianita de mi corazón, una guerra deportiva se lleva a cabo. Decenas de jugadores se trasladaron a Sudáfrica para vencer al otro. Unos más que otros llevan buen armamento (no sé por qué la selección mexicana, por ratos, da la impresión de esos combatientes zapatistas que en 1994 llevaban rifles de palo).
La estadística ha comenzado a funcionar. No sólo en los estadios del país africano, sino también en las calles de nuestro país.
Es como la colonia de mi tía Eusebia. La pasión futbolera elimina la tranquilidad. La miscelánea de la esquina vende más cerveza y los pleitos, accidentes y tragedias están a la orden del día.
La estadística ¡no miente! Recordá que en matemáticas dos más dos siempre son cuatro. A mayor pasión futbolera mayor consumo de alcohol y mayor índice de accidentes.
Durante un mes, el mundo modifica nuestro “uso de suelo”. Todas las vecindades se convierten en misceláneas donde venden cerveza.
Recuerdo el Mundial de 1978. Estudiaba en la ciudad de México. Bueno, pues toda la temporada de partidos, la palomilla del departamento se pertrechaba con cajas de cerveza, alcohol, quesos, papitas y refrescos de cola y agua mineralizada (sabíamos que era una guerra y debíamos prepararnos). Gracias a Dios nunca entramos a estadísticas mayores. Nunca pasamos de ser parte de la estadística de los cientos de crudos que, al día siguiente, se encuentran sin un centavo en la bolsa para el descrude.
La estadística de las cosas buenas (lo dicta la propia estadística) siempre tiene menor importancia que la de las cosas malas. En la escuela, todo mundo está pendiente del porcentaje de reprobados y, en el México de todos los días, cada mañana nos despertamos con el recuento de los muertos producto de esta guerra absurda. Por esto, dicen los optimistas, es bueno que, aunque sea por un mes, el país se olvide por instantes de esta cruenta realidad y entre al mundo irreal de la estadística futbolera.
P.D. Ayer que nos vimos no me dijiste tu pronóstico. ¿Quién creés que será el campeón del mundo? En tu estadística personal, ¿cuántos sueños rebasan la media de la ficción?