miércoles, 30 de junio de 2010

PARA MAÑANA




La ciudad del futuro es ésta donde vos y yo vivimos. Ésta será la ciudad de tus hijos y de los hijos de tus hijos. Nuestra ciudad es una ciudad de hoy, para nosotros, pero también es la de mañana. Por la tarde y por la noche nuestros pasos la recorrerán así como la recorren ahora. Por esto debemos luchar por ella, no dejar que otros la modifiquen a imagen y semejanza suya. Esta ciudad fue pensada para gente como vos y como yo, para gente que ama el aire y que le encanta mirar los árboles plenos de pájaros.
Ésta que vivimos es la ciudad del siglo XXII. No tenemos por qué imaginarla. Es un absurdo imaginar cómo es el corazón si basta abrirnos el pecho.
Acá, en estas calles, hemos prendido nuestros corazones en las paredes, como si fuesen de esos milagritos que cuelgan en los retablos de los templos; acá hemos vivido nuestros amores, hemos soñado e imaginado otro mundo dentro de este mundo. Acá, vos y yo reímos cada vez que alguien cuenta la anécdota de aquella reina de agosto a la que le fallaba “un remo” y que el poeta -previa apuesta- osó decirle la verdad sin decírsela, pues se acercó al trono y con sendas flores en las manos dijo a la soberana: “Por favor, entre el clavel y la rosa, su majestad ¡escoja!”.
En estas calles tan lejanas de la sal y del Sol de la playa; en estas calles que se inclinan o se retuercen asombradas ante las calles planas nos revolvemos como insectos.
Acá nacimos vos y yo. No importa preguntar si será el lugar de nuestra muerte, pues la vida es lo que importa en este momento. La vida es la puerta que nos lleva a decir que esta misma ciudad será nuestra la mañana de mañana.
Ésta no es París, ni Praga. No tiene el caché de Nueva York, ni la sutileza de Madrás. Es una ciudad humilde, con sandalias y túnica blanca. Es una ciudad mujer, de pechos generosos y muslos como de árbol de agua. Es una ciudad anciana que, en tiempo de frío, le duelen los huesos. Pero basta una copa de buen “comiteco” para calentar su corazón y su vista.
Carece de puentes levadizos, pero, en contraparte, tiene mil hamacas que acunan los deseos de sus muchachas.
Ésta será la ciudad de tus hijos. Ellos correrán por sus plazas, oirán sus campanas y jugarán rayuela o canicas sobre sus pisos de esponja. Por esto, ¡oílo bien!, no podemos dejar que le pongan afeites made in Taiwán. Porque es una ciudad con aroma de Selva, vos y yo debemos alentar los sueños de orquídea.
Al final del camino reconoceremos que fue y no fue de nosotros. Es una ciudad que no nos pertenece. Los de mañana nos la han encargado en este tiempo. Esta ciudad de barro, de adobe, de teja ¡no es nuestra! Les pertenece a tus hijos y a los hijos de tus hijos. Por esto es que debemos cuidarla, protegerla. Dicta la norma de mínima educación que vos y yo no debemos disponer de lo que no es nuestro. Nuestro sólo el corazón que nos anima, el pie que da el primer paso hacia el destino.
La ciudad del futuro es ésta donde vos y yo vivimos. El futuro no es un plasma en tercera dimensión o un video juego. El futuro es el cielo limpio, el rostro de canario, el agua simple que tocará el espíritu de tus hijos.