martes, 29 de junio de 2010

VOLVER A SER NIÑO


(Alumnas del cuarto semestre de la Licenciatura en Puericultura, de la UDS, extendieron una invitación a Amín Guillén Flores, José Gustavo Trujillo Tovar y a un servidor para asistir a la presentación de una recopilación de Leyendas y Cuentos. Paso copia del textillo que leí).

Agradezco la invitación. Acudo emocionado y sorprendido. Emocionado porque el trabajo que han hecho tiene que ver con rasgos de identidad, con la cultura de nuestro pueblo; y sorprendido porque, en estos tiempos de globalización y de efectos especiales, ustedes rescatan la antigua tradición de la narración oral. El hombre, lo sabemos, no es nada si no tiene conciencia de sus raíces culturales. Las sociedades más ricas son aquéllas que preservan las culturas que les legaron sus mayores.
El futuro nos lo pintan de colores metálicos y nos lo presentan automatizado. Los jóvenes de hoy, ustedes mismos, advierten que la tecnología facilita las tareas del hombre, cada vez más. ¿Qué tiempos vivirán los niños del futuro? Un futuro inimaginable, un futuro en donde la robótica jugará un papel preponderante. Y ante esto, los profesionales de la educación, tarea en la que ustedes están inmersos, deben estar preparados. Y deben estarlo porque la distancia que existía entre educandos y educadores, en el siglo pasado, se acorta en este siglo. Pareciera que en algún instante del futuro la brecha se revertirá y los educadores quedarán a la zaga de lo que, en términos de tecnología, sabrán los niños y jóvenes. Ya en estos tiempos vemos algunos maestros que reconocen su impericia en el manejo de la computadora, de los celulares y demás chunches tecnológicos. Esto ocasiona un desfase en el sistema tradicional de educación. ¿Qué conocimiento transmitir si los niños y jóvenes superarán en destreza tecnológica a los adultos?
No obstante este panorama, en apariencia, aterrador por inconcebible, el proyecto que hoy ustedes presentan es sintomático de un camino correcto. ¿Por qué digo que es un camino correcto? Porque los niños de este siglo, así como los del siglo XXII y los del XXIII seguirán siendo niños y nuestro inconsciente colectivo necesitará muchas más generaciones para modificar su estructura. Los niños del futuro también soñarán, también se emocionarán a la luz de una vela cuando el abuelo les cuente un cuento o una leyenda. Las velas serán diferentes a las que hoy usamos pero las historias serán muy semejantes a éstas que hoy han recopilado. Las leyendas y cuentos que hoy presentan no son más que la continuidad de las leyendas e historias que desde el principio de los siglos emocionaron a los primeros hombres. Seguimos teniendo temores; seguimos ignorando todo acerca del universo; seguimos emocionándonos ante la pasión del hombre. Seguimos siendo hombres y hombres serán los hombres del futuro. En el siglo XXIII (esperemos que la humanidad llegue plena a este tiempo) los hombres elevarán su mirada al cielo y seguirán sintiendo esa mezcla de asombro y pavor ante el gran misterio. Porque, por más avances tecnológicos que logre, el hombre jamás alcanzará a tocar el corazón de esto que llamamos creación.
La leyenda nace en el intento de dar respuesta a los misterios de la vida y de la muerte. Todo aquello que no encuentra una explicación en el plano de la física; todo aquello que no puede ser tocado, que se vuelve esquivo ante el razonamiento, es pretexto para la creación; y ya ustedes se dieron cuenta que cada uno de los pueblos (por su herencia cultural) imagina y crea historias diferentes. Las leyendas nuestras son diferentes a las de la India o a las de Francia, pero todas están unidas por un cordón umbilical común: el toque humano. Aunque en las leyendas y en los cuentos aparezcan animales fantásticos, increados, tal creación está en relación directa con nuestros sueños. Acá, en nuestra cultura, no hallamos esos animales prodigiosos que se llaman dragones, pero tenemos otros animales para alimentar nuestra imaginación y nuestros temores. Los animales fantásticos que pueblan nuestras leyendas no son enormes ni tienen alas. Nuestras proyecciones son más terrenales. ¡No podía ser de otra manera! Nosotros, ya nos lo dijeron los antiguos estamos hechos de maíz. Tal vez algún día, cuando las leyendas encuentren el hombre formado por el viento y por el aire, nuestros animales serán prodigiosos como un dragón, mientras tanto corresponde a ustedes y a los estudiosos de estos fenómenos mentales descubrir porqué nuestras leyendas están tan ligadas a la tierra y a la oscuridad. Nuestros cuentos están ausentes de luz, se regodean en la penumbra.
Por el momento no suspendo la emoción de mi espíritu. Me reconforta saber que ustedes han investigado acerca de los juegos tradicionales y que tienen en sus manos y en su corazón la fórmula para acercar el mundo a los niños de hoy y del futuro. El videojuego jamás suplirá la emoción de salir al patio y jugar una ronda. Esta ronda no es más que una réplica del ritual que hicieron los antiguos pobladores de estas tierras para agradar al Dios del Sol y de la Luna.
Los niños de todos los tiempos se emocionaron, se emocionan y se emocionarán con el juego más sencillo que nos presenta la vida: ¡el juego de la vida!
Hoy volvemos a ser niños, gracias a ustedes y nos sentimos bien, muy bien.
Gracias.