miércoles, 2 de junio de 2010

LAS HOJAS DEL CALENDARIO



A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como pencas de maguey, y mujeres que son como calendarios.
La mujer calendario es muy útil. Ella, igual que el planeta Tierra, contabiliza su vida de manera anual (aún cuando muchos insisten en decir que lo hace de manera mensual).
Como toda mujer de prosapia reúne varias subespecies, la hay de escritorio, de pared o de bolsillo. La de escritorio es la preferida por los jefes, pues sin importar la hora, ni el día, ella se extiende de manera generosa sobre el tablero para que su jefe pueda, sobre su piel de pergamino o de papel cuché, hacer un recuento de las pasiones por venir. La de bolsillo es discreta, sólo se muestra cuando su amado la saca de la cartera para confirmar fechas especiales. Por el contrario, la de pared es una descarada pues todos los días está expuesta a ojos y manos de cuantos se le ponen enfrente.
Además de útil, la mujer calendario es extensión de la memoria. Su amado puede consignar en el corazón de ella las fechas más especiales, aquellas que marcan la vida para siempre. Por esto es bueno que no sea minúscula. La que tiene caderas y pechos generosos es la que permite más anotaciones en rojo. Por lo regular es una mujer que no le hace el feo a los manchones ni a los borrones. Sabe que su amado la requiere cada día, a veces por la mañana para saber las actividades a desarrollar; a veces es al final del día que la mujer es requerida. Por esto, no falta la que se siente un mero objeto utilitario u objeto sexual, pero la mujer calendario es más, ¡mucho más! Es el río que lleva el agua de todos los días; es el viento que juega con las hojas secas; la molienda de las madrugadas y el cordel donde el tiempo cuelga la ropa.
El único defecto que tiene es su caducidad, es mujer de temporadas, casi casi como si fuese liga de fútbol o de béisbol. La mujer que se asume como tal ¡es plena!, la que tiene la nostalgia de lo perenne ¡es infeliz!
Mujer de mil colores, de retículas bien formadas; mujer de papel, de cartón plegable. Mujer de palabra empeñada, que no modifica su estructura.
Se cuenta que Mariano N. Ruiz diseñó un Calendario Perpetuo; esta mujer es ya una anciana que huele a humedades del siglo pasado. Ella, como si fuera una limosnera, extiende su mano y solicita un amado. Pero huele a cascajo, a carne podrida. Los meses de su cuerpo ya están agotados. Ella insiste en su permanencia, pero el diseño novedoso de la mujer de este año hace que todos los hombres desprecien a la vieja que sueña con su vigencia. Nunca entendió que la magia de la mujer calendario es su condición de viento, de instante.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como caminatas espaciales y mujeres que son especiales para las caminatas.