martes, 1 de junio de 2010

LAS TAREAS DEL DÍA


Nada por obligación. Todo por placer. ¿Por qué Amín fuma? ¿Por qué Armando bebe cerveza? ¿Por qué Mary tiene tantos novios? ¡Por placer! Nada ni nadie los obliga a hacerlo. A Amín le recomiendan deje el cigarro, pero él no quiere hacerlo. Quien se lo recomienda no siente placer ante ese vicio, otra debe ser su obsesión. Todo mundo tiene vicios que adquiere porque le proporcionan placer. ¡El que esté libre de vicios que tire el primer pecado!
No escribo nunca por obligación. ¡Lo hago por placer! El otro día Eugenio me preguntó si no me cansaba escribir a diario en este blog. ¡Por supuesto que no! De lo contrario no escribiría. Escribo más. Por ahora escribo intentos de poesía, así como una novelilla breve. Mi vicio es la escritura.
Tampoco leo por obligación. Tiene tiempo que dejé el aula, donde, por lo regular, te imponen lecturas. Pero aún cuando estuve en el aula ¡nunca leí por obligación! Todo lo consideré como una sugerencia del maestro en turno. Acepté la sugerencia y leí con placer. Porque el placer es el que hace la diferencia. Siento placer cuando escribo, cuando miro un atardecer, cuando veo el cielo a las cinco de la mañana (hace rato descubrí la luna y varias estrellas). Siento placer cuando camino por las calles de Comitán, cuando preparo la revista digital DIEZ, cuando escribo las Arenillas para El Heraldo de Chiapas, cuando platico con dos o tres afectos, cuando recibo correos de dos o tres afectos. Siento placer cuando veo una película, cuando escucho música, cuando dibujo, cuando pinto mis cajitas. Siento placer cada instante que vivo. Nadie me obliga a vivir. Vivo con el mismo entusiasmo con el que aprendí a mirar un cuadro o una mariposa.
Nunca nada por obligación. Siento placer cuando mis alumnas descubren algo en su interior. Siento placer cuando como lo que como, cuando sueño lo que sueño y cuando desecho lo que no me sirve para soñar, para vivir.
Nada por obligación.