viernes, 9 de julio de 2010
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL FÚTBOL ES UN JUEGO SIMPLE
Querida Mariana: ayer fuimos al club a jugar el juego de “Los hijos del cielo”. Como siempre, asistimos más de veinte. El portero nos exigió el carnet en la entrada del laberinto. En cuanto certificó la validez nos dio un pase para entregar al Minotauro. Yo (ya me conocés) llevaba un paraguas, porque ahora llueve todo el día y a mí no me gusta mojarme (excepto cuando me baño con agua calientita).
Me coloqué detrás de Lupita y la seguí. Ella nunca se pierde en el laberinto. A los ochenta y cuatro pasos el Minotauro apareció, bufaba y de sus belfos salía un chorro de vapor que olía a azufre (son los efectos especiales que emplea cuando cree que hay un jugador nuevo al que puede impresionar). Lupita le entregó el pase y el Mino levantó la aguja que impide el paso; luego, la bestia me detuvo con su mano derecha y exigió el pase. Cuando le di el boleto de color amarillo él desvió su atención y vio el paraguas. Entonces lo vi disminuir en su furia y en su arrogancia, tomó la actitud de una ratita y me dijo, con voz casi infantil: “¿Me puedo quedar con él?” y, enseguida, con la mano extendida completó: “Te lo cambio por el pase”. “Y yo ¿para qué jodidos quiero el pase?”, pensé, pero Lupita ya me apuraba, así que tomé el pase y dejé feliz al Mino, que se echó junto al gato encargado de corretear a las ratas que entran a comer el maíz que siembra el portero al lado de los senderos. El Mino abrió el paraguas y sonrió. Corrí para alcanzar a Lupita; ochenta y cuatro pasos después alcanzamos el patio de los juegos donde los compañeros nos esperaban. Todos aplaudieron cuando nos vieron aparecer y, según el reglamento inmemorial, nos tiramos sobre el césped para que cada uno de los jugadores se hincara ante nosotros para ofrecernos un don, pero cuando vieron que yo llevaba el pase en las manos llevaron sus manos a la cara y cerraron sus ojos.
Lupita se paró mientras los demás jugadores gritaban como si fueran vampiros expuestos al sol, y me jaló. “Huyamos -dijo- presiento algo malo”. Por fortuna, insisto, ella conoce cada sendero como la palma de su mano y en menos que canta Teseo estuvimos en la entrada. El Minotauro brillaba por su ausencia. El portero nos dijo que abandonó el puesto, que lo vio caminar con rumbo al Sur. Iba feliz con el paraguas abierto.
Ahora, mientras te escribo, tengo el pase amarillo sobre el escritorio. Lupita acaba de irse, toda enojada, porque insistía en que lo quemáramos, pero me opuse. Si causó tal reacción en los demás jugadores algo especial significa. ¿Qué? ¡No lo sé! Estoy buscando en el Internet, alguna leyenda que explique el significado, pero aún no encuentro algo. Hace rato vi un brillo especial sobre el pase y pensé que brillaba por sí mismo, pero, luego descubrí que era un rayo de sol. Como todas las tardes está nublado ya un rayo de sol se convierte en algo inusual. Lo único cierto es que me quedé sin paraguas a cambio de un boleto amarillo que no sé para qué sirve. Tal vez no sirve para algo y la actitud irracional de los demás fue un plan fraguado para expulsarnos del grupo. De hecho, la última vez que jugamos noté cierto enfado cuando nos tocó ponerles las manos en el pecho. Alicia no gimió como siempre lo había hecho. Lupita tiene razón, ¿con qué cara volvemos a jugar con ellos?
P.D. ¿Y si a Lupita le sugiero que formemos otro grupo para el juego? ¿A vos te gustaría jugar el juego de Los hijos del cielo?