sábado, 31 de octubre de 2015

EN NOMBRE DEL PADRE Y DEL ABUELO




Me gustan los altares dedicados a los muertos. En casa no ponemos altar, no porque no tengamos muertitos, sino porque a mi papá no le gusta. Él, enojado, dice que debemos dejarlos descansar. Margarita dice que los muertos no se cansan, como son almas ya no caminan, ¡flotan! Y los que flotan no se cansan. Ah, a mí me gustaría tener ese don, sin morirme. Sería bonito flotar a la hora que camino por la subida a Guadalupe.
Me gustan los altares. En la casa de Martita sí ponen un altar en la sala, en el esquinero. La mamá corta papel de china y adorna una mesa, ahí colocan, en el centro, la foto del abuelo. Hace un año Martita me invitó a comer calabaza en dulce, bien rica. Cuando vi la foto del abuelo le pregunté quién era. Martita me contó que su abuelo llegó a Comitán cuando las calles eran empedradas y no había luz, bueno, sí había luz, pero sólo la daban de seis de la tarde a seis de la mañana. ¿En serio? Sí, dijo la mamá. ¿Y cómo le hacían para el refrigerador? ¡No había! Yo quise seguir preguntando, pero Martita me dio un platito con calabaza, bien rica.
Me gustan los altares porque es como si los vivos platicáramos con los muertos. A veces, mi mamá saca la foto de mi abuela y también me cuenta de cómo era ella. Mi abuela nació en el Distrito Federal, conoció a mi abuelo una vez que éste fue a la Ciudad de México por motivos de trabajo. No recuerdo en qué trabajaba mi abuelo, pero era algo como un banco. Mi abuelo se enamoró de inmediato de mi abuela. En la foto que me enseña mi mamá la veo muy guapa, con sus ojos claros y sus trenzas que caen generosas sobre su pecho. ¡Ah, qué bonita era mi abuela! Mi mamá dice que yo heredé sus ojos, tal vez por esto también soy muy bonita.
Me gustan los altares porque son como caminos para unirnos. ¿Qué es la muerte? No lo sé. Cuando se murió Aldo, el gato que me regaló mi tía Eugenia, lo abracé y le pedí que no se fuera, pero él ya no me oía. La muerte, dice mi mamá, es pasar al otro lado, pero cuando le pregunto en dónde está el otro lado ella no sabe decirme, elude mi pregunta y siempre, qué risa, comenta otra cosa. A mí me da risa ver cómo ella duda. Le cuesta decir lo que el maestro Romeo dice: la muerte es la Nada.
Pero la Nada no debe ser tan la nada, porque cuando veo los altares sé que ahí están esos hombres y mujeres que nos miran fijamente desde sus fotografías, desde el otro lado. En la casa de Martita colocan la ofrenda en honor a su abuelo; en casa de Rosario lo hacen en memoria de sus papás, quienes murieron, juntos, cuando el coche en que viajaban salió volando por una cuneta. Rosario dice que si el auto hubiese sido un avión, sus papás habrían volado como patos y se hubieran posado vivos en las ramas de esos árboles donde los cuerpos de sus papás quedaron colgados, sangrantes.
No sólo hacen altares para los abuelos y los papás, también hacen altares que dedican a héroes, a maestros, a científicos, a artistas y ¡a escritores! A mí me gustan los altares y me gusta leer. Leo mucho. A veces leo libros de escritores vivos, pero a veces también leo libros de autores ya muertos. Esta posibilidad me encanta. Pienso que los libros son como altares dedicados a los escritores y desde ahí nos hablan. Nos cuentan historias como las que me cuenta mi mamá. Mi abuelo ya no puede hablarme, porque está enterrado en el panteón de Comitán. A veces vamos a verlo, le llevamos flores, pero él ya no se da cuenta. Quien me habla de él es mi mamá. Es una lástima que mi abuelo no fue escritor. Si hubiese escrito libros, como R. L. Stevenson, me hablaría desde esas páginas. Me gusta mucho leer. He leído todos los libros de J. K. Rowling, la autora de Harry Potter. J. K. está viva y sigue escribiendo, pero cuando se muera seguirá hablando y contando a través de sus libros, por esto pienso que los libros son como altares. Me gustan los altares. Es una pena que mi papá no crea en la venida de los muertos. Él dice que debemos dejarlos descansar, pero Margarita dice que los muertos flotan. Ah, sería tan bonito flotar, sin estar muerta. A veces pienso que cuando leo floto, porque viajo a muchos lugares y no me canso. Los libros son bonitos, por eso me gusta leer.