viernes, 2 de octubre de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA CON VOCACIÓN




Es una sala del Museo de la Ciudad, de Comitán. El museo está recién estrenadito. Al fondo, se ve un foto mural que es una línea del tiempo. Ah, qué simpático juego. ¿Qué pasó en México y en el mundo cuando acá en Comitán se inauguraba la carretera panamericana? Basta bajar el dedo sobre esa línea del tiempo para encontrar la información. Es como aquel juego donde alguien pregunta ¿qué hacías la mañana en que caían las Torres Gemelas, de Nueva York?
Luego se ven unas bancas, bien cucas, pintadas de blanco, para que los visitantes del museo se sienten un momento y disfruten la información de esa sala. Se trata de que el extraño se lleve una probadita de lo que es Comitán por lo que ha sido; se trata de que los comitecos se reconozcan en ese espacio que es de todos y para todos. Sin entrar en polémica, tal vez este museo será, a partir de hoy, el más afectuoso de todos los museos existentes en el pueblo. Esto es muy sencillo de comprender: es un museo de la ciudad y la ciudad, lo sabemos, la conformamos todos los que acá han vivido, los que acá vivimos y los que acá vivirán.
En primer plano, aparece una fotografía, que cuelga como pendón divisorio y, más cerca, está Guillermo Castañeda Ochoa, el arquitecto responsable de la remodelación de la casa. Se trataba de adecuar el espacio para que funcionara como museo. Los cuartos que sirvieron como sala o como cocina, tal vez como dormitorio de la casa que habitó la familia Armendáriz Guerra, ahora son salas que dan cuenta de la historia de nuestro pueblo. Pero, Guillermo no sólo realizó el trabajo de restauración, también, ¡padre mío!, se echó a cuestas la labor de realizar la museografía. Para esta última encomienda se auxilió de expertos en diversas disciplinas, pero, me queda claro, la idea general es fruto de la gana y del entusiasmo de Memo.
No siempre los comitecos son los encargados de realizar las obras magnas en Comitán. En ocasiones sabemos de compañías constructoras que llegan de otras partes y se encargan de las obras de restauración o de construcción. En la mayoría de esas ocasiones escucho los comentarios que, en el mejor de los casos, dicen: “Cuando aparecen los problemas constructivos (que siempre hay) no se puede reclamar con alguien”. Por supuesto, ya no hay posibilidad de reclamo, porque esas constructoras ya regresaron a sus lugares de origen. En este caso, el proyecto correspondió a una empresa comiteca. Eso fue bueno. Y digo que fue bueno, porque el arquitecto Castañeda es un comiteco que, como miles y miles, ama a su ciudad. ¿Por qué ama a su ciudad? Muy sencillo, porque acá ha vivido la mayor parte de su vida, acá vive su esposa, acá viven sus hijos. Acá (ah, qué importante) vive su mamá, sus hermanos y acá vivió su papá (un artista que pintaba los cartelones del Cine Comitán). ¿Sus abuelos? Tal vez ellos también aportaron a este enorme árbol de chulul que es nuestro tenocté. Y esto fue fundamental, porque el otro día visité el museo y quedé muy complacido con el resultado final. Se nota que Guillermo y sus colaboradores (les ha enseñado que las cosas deben hacerse bien) visualizaron algo muy importante: estaban construyendo un museo para la ciudad; es decir, un espacio donde debía concentrarse, como en una cápsula, la esencia de este pueblo. ¿Cómo lograr esa síntesis y, sobre todo, hacerlo de una manera digna que refleje la luz de nuestro pueblo? ¡Ah, labor difícil! Pero (así me lo parece a mí) el resultado final es de gran calidad y calidez. Por supuesto que los visitantes, sobre todo los comitecos, hallarán motivos de discusión. Ya los estoy escuchando: “¿Por qué acá está fulano de tal?”, o “¿Por qué no pusieron a mengano?”. Las personas llegarán al museo y dirán que tal pared debió estar pintada de equis color o que la foto perengana mejor debió usarse en el espacio en donde está la foto ye. Este ejercicio será interesante. De hecho será el ejercicio que completará la esencia de nuestro pueblo. ¡Ah!, no podríamos estar lejos de la discusión y del chisme, es parte consustancial de nuestro ser. Por ejemplo, a mí me dio telele cuando vi una pantalla y detecté que la voz del narrador no coincide con el movimiento de labios, éstos iban por un lado y la voz no llegaba a tiempo. Me alarmé porque pensé que mi vista estaba desconectada de mi oído. Gracias a Dios ¡no!, era un error de edición del chunche. Pero, insisto (y es mi opinión muy personal) el Museo de la Ciudad ya se erige como uno de los más importantes del estado de Chiapas y esta aseveración está sustentada en la convicción de que ahí está un cachito de Comitán, un cachito de luz que nos da luz.
¿Quiénes están en la foto pendón, en blanco y negro? Son artistas que pintan los “cielos” de la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez (cielos que, cuentan, hoy desaparecieron). Quien está en la escalera es el abuelo de Guillermo, el que sostiene la escalera es Valdemar Castañeda (también muy hábil para la pintura y el dibujo), y el chiquitío que está encaramado en la escalera es ¡Guillermo!, quien juega a ser lo que actualmente es.
Gracias, Guillermo. Te doy las gracias por dirigir este proyecto; te doy las gracias, porque lo hiciste con cariño. No bastaba exigir calidad para el proyecto, era necesario arrimar el corazón y vos lo hiciste. Por ello, ¡gracias, Memo!