lunes, 28 de diciembre de 2015

REGALO DE NAVIDAD




Como si fuese prima hermana de El Principito, Morgana me tocó el brazo y dándome dos piquetes con su dedo índice dijo: “Tío, dibujame dos chuchitos”. Armando, papá de Morgana, había dicho una hora antes que ella le había pedido a Santa Clos dos perritos, como regalo de navidad. Armando, con el vaso de ponche a la mitad, dijo que Santa no le concedería su deseo a Morgana, porque una mascota no era un juguete, pero Elena, mamá de Morgana, al contrario, pensaba que sería bueno que ella tuviese un perrito (más bien una perrita, porque éstas son más limpias, les basta echarse para hacer pipí, no que los perros…). “¿Y vos, qué opinás?”, me preguntó Armando, con esa voz que siempre pone cuando quiere que yo esté de su lado. No, no, a mí no me pregunten, esto es cosa de Santa, dije, un poco como para no enredarme en asuntos que ni me vienen ni me van. ¿Dos perritos? No podríamos ni con uno, en la televisión dicen que no es conveniente regalar animales en navidad, luego en enero están en la calle. Además, tu hija no es muy responsable que digamos. Por eso, por eso, Margarita dice que una mascota los ayuda a ser nobles y a ser responsables, ¿oíste?, responsables. ¡Margarita, Margarita! ¿Qué va a saber Margarita, si ella ni animales tiene en su casa? Los únicos animales que tiene son las gallinas que tiene la tía Eulogia en el sitio. Las gallinas no requieren la misma atención que requiere un perro. Alejandro, ¿las gallinas son mascotas? No epero mi respuesta, él mismo se contestó: ¡Qué van a ser mascotas! La tía Eulogia las tiene para engordarlas y venderlas en el mercado. Así que Margarita es la menos indicada para decir si Morgana debe o no tener una mascota. “Vos, ¿qué decís?”, insistió Armando, pero yo, como dicen en Comitán, me hice tacuatz y pedí otro poco de ponche. La pausa funcionó, porque Armando olvidó lo de las mascotas, se paró a poner una película en el lector de devedé y me preguntó si ya había visto alguna de la Guerra de las Galaxias. Él, que es fanático, me dijo que hizo una larga fila la mañana de estreno de la más reciente. “Un robot, como R2D2, eso le debería traer Santa a Morgana. Los robots no ensucian la casa y no se pierden. Tienen un chip integrado que los hace casi tan inteligentes como los seres humanos”. Pero Armando no puso alguna película de la serie, puso “Birdman”, película de Iñarritu, que obtuvo el Óscar como mejor película. Elena regresó a la sala y me dio un vaso con ponche caliente, me preguntó si quería piquete, dije que no. Morgana entró y me dijo que le dibujara dos chuchitos, me quitó el vaso de ponche, lo puso sobre la mesa de centro y me dio un paquete de colores y un cuaderno de dibujo. ¡Niña, no estés molestando a tu tío!, dijo su papá, pero como la película ya había comenzado la ignoró. Elena subió las piernas al sofá, se tapó con una colcha y vio la pantalla. “Por favor, tío, por favor”, dijo Morgana y salió. Me quedé con los plumones y con el cuaderno sobre mi regazo. Quienes me conocen ¡saben que dibujo! Pero no dibujo correspondencias con la realidad. Desde siempre, no sé por qué, dibujo alteraciones de la realidad, como si en mi cabeza los animales y objetos reales no correspondieran a mi mundo. En mi mente, siempre, han existido animales diferentes, pero he comprobado que, igual que en el libro de El Principito, a la hora que enseño una boa con un elefante adentro de su panza, los adultos dicen que parece un sombrero, pero que le falta anchura, y todos los niños descubren que es ¡una boa con un elefante adentro de la panza! Así que, mientras mis primos veían Birdman yo pinté lo que acá se ve: dos chuchitos. Morgana entró justo a la hora que terminaba el dibujo, se acercó, sonrió y dijo: “Gracias, tío. Sí, sí, son dos chuchitos bien bonitos. Te prometo que los cuidaré mucho”. Elena nos vio, se paró y dijo en voz alta: “Mor, Santa mandó una carta y dijo que sólo un perrito encontró, porque muchos niños en todo el mundo le pidieron mascotas. ¿Te parece?”. Sí, mamá, sí. Ah, qué alegría, tendré tres chuchitos. Sí, los voy a querer mucho. Y se puso el cuaderno sobre su pecho y sonrió. En cuanto Morgana salió, Armando dijo: “Pero, que conste, yo no pondré un solo centavo para su alimentación y no quiero, entiéndelo, bien, no quiero que el pinche animal deje mierda por toda la casa”. No te preocupés, dijo Elena, tu hija y yo veremos que te moleste lo menos. Armando me vio y dijo un lugar común: “Ay, primo, no sé para qué me casé” y siguió viendo la pantalla.
Morgana me llamó por teléfono el veintiséis. Estaba feliz. Tenía tres chuchitos, me dijo. Repitió que los cuidaría mucho. Luego dijo: “Te paso a mi mamá”. Elena dijo: Gracias. Has hecho feliz a mi hija. Pero, yo, ¿por qué? Elena explicó que a la hora que dibujé los chuchitos ella entendió lo que debía hacer. ¿De veras? Claro. Es muy sencillo cumplir con los deseos del otro, cuando los deseos son nobles. ¿Viste el dibujo?, pregunté. Claro, dijo Elena, están bien bonitos. El pequeño está en su cunita. Una cunita igual ya le mandé a hacer a Benito. ¿Benito? ¿Así se llama el chucho que le compraste? Sí, es un french poodle y le pusimos así en honor tuyo (quienes me conocen saben que me llamo Alejandro Benito). Ah, gracias, dije, gracias. Reí. ¿Sabías que los french eran los perros de la nobleza?, preguntó Elena. Ah, pensé, es tan fácil cumplir deseos cuando el deseo es noble.
El tacuatz ¿puede ser una mascota? He visto a personas que tienen a cuches como mascotas. Debe ser bonito tener un tacuatz como mascota: “¿Jugamos a hacernos tacuatzes?” y amo y mascota se tiran al suelo y dejan que el problema pase.