sábado, 9 de julio de 2016

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE UN CUADRO SIN FORMA





Querida Mariana: Jorge se burló de Linda, porque ésta levantó un pedazo de cartón, carcomido, y dijo que era un cuadro sin forma. Jorge, con actitud de sabihondo, se rio y dijo que Linda era una tonta porque todo cuadro tiene forma ¡de cuadro! Linda, quien es una niña bonita, no le hizo caso y, muy orgullosa, mostró con todo mundo su pedazo de cartón sin forma definida.
Recordé una vez que con Rocío fui al Museo de Arte Moderno, en la Ciudad de México, y en una de las salas ella me preguntó por qué la gente asistía más a los estadios que a los museos. Ya te conté en alguna ocasión que Rocío era una muchacha estudiante del Tec de Monterrey que conocí en una fiesta y con la cual tuve una amistad cercana. La recuerdo, siempre, con gran afecto. No sé por qué dejamos de frecuentarnos y ahora ya no sé de ella. Yo dije que, tal vez, era porque los estadios son más emocionantes que los museos y ella estuvo de acuerdo, entonces dijo algo que a mí me sorprendió. Dijo que los cuadros eran monótonos en su forma, dijo que sería bonito que los pintores cambiaran las formas de sus lienzos. Como estábamos ante un paisaje del gran José María Velasco, ella dijo que ese cuadro sería más bello si estuviera pintado en un bastidor de un metro de alto y treinta de largo, para que abarcara toda la sala. Lo imaginé y estuve de acuerdo con Rocío. Ella fue más allá, dijo que, a la mitad, la tela debía tener un entremetido que provocaría una sensación de volumen. El espectador vería todo el Valle de México y, en el entremetido, tendría la impresión de acercarse a un hueco. Así, imaginando formas informes, jugamos por toda la sala. Cuando estuvimos ante un cuadro con un jaguar, Rocío dijo que esa garra que estaba en primer plano debía estar recortada para dar la sensación de cercanía total. Rocío, con su imaginación, se adelantaba mucho a estos recursos tecnológicos de hoy que ya nos acercan al prodigio de la cuarta dimensión.
Rocío no estaba mal, así como Linda no está mal. El mundo funciona a través de la modificación de las formas ya obsoletas. ¿Qué sucede con las obras de los grandes arquitectos y diseñadores del mundo? Han modificado los “cuadros” y se han atrevido a cambiar las formas de una manera innovadora y atrevida.
Hay mucha gente que prefiere las formas definidas; hay otros que buscan lo diverso. La naturaleza pareciera darnos una enseñanza permanente en cuanto a las formas. La genialidad de Picasso, cuando descubrió el Cubismo, tiene mucho que ver con la repetición de formas. Picasso nos enseñó que los rostros de las personas no siempre tienen las mismas formas aburridas que los clichés de moda nos imponen. Los jóvenes, en intento de vencer las inercias, buscan formas novedosas, por ejemplo, en los cortes de cabello. Cuando pasa a mi lado un chavo punk volteo y lo miro, casi con la misma emoción con que veo el diseño del Museo Guggenheim, del maravilloso Frank Lloyd Wright. Ahora está de moda raparse un lado de la cabeza y dejar el otro con cabello. ¿Quién hubiera imaginado en los años sesenta un corte así? ¡Nadie! Ah, pero en los años setenta, algún chavo prendido imaginó una forma diferente, novedosa, revolucionaria, y se dejó crecer el cabello. Ah, qué melenas tan de león desenfado usaron los chavos de ese tiempo. Lo que había sido exclusivo de mujeres (cabelleras largas) era, también, territorio de hombres. Y ahora, las mujeres, que siempre han ostentando cabelleras largas, se rapan sin dar mayor explicación. Sor Juana, dice la historia o el mito, se cortó la cabellera larga como trampa para ingresar a la universidad. Hoy, medio mundo femenino se rapa sólo porque sí, porque nadie puede dictar formas a las cabelleras masculinas o femeninas. Hoy, las formas, se entiende, son parte importante del fondo; es decir, las formas son la manera de rebelarse ante algo y decir que la Tierra tiene la forma esférica (en forma de naranja, decía el maestro de geografía, en la secundaria), pero, como advertía Rocío, bien puede buscarse otra forma, para hacer más divertido el asunto de la vida.
Acá en Comitán nos sorprendimos gratamente cuando un día levantamos la vista y vimos el techo de lo que hoy es el Pabellón Municipal y que, originalmente, fue creado para albergar un mercado. Un techo que no desentonaba con los techos de tejas de las casas tradicionales, pero que sí rompía, de golpe y porrazo, con la forma tradicional. ¿Era posible construir techos con paraboloides? Por supuesto que sí. Ahí estaba la prueba.
¿Has visto alguna foto del Oculus, estación de tren que construyó el arquitecto Santiago Calatrava, en Nueva York? Las personas dicen que es un edificio costosísimo, pero a mí me sorprende, más que la chuchería de Calatrava en gastar millones de dólares, el atrevimiento en el diseño. En medio de una serie de edificios que son como cajas de zapatos alargadas, él tiene el arrojo de “alargar” las formas y de colocar una estructura que es como el sueño de una mantis religiosa. Ah, qué atrevimiento tan informal.
La naturaleza es pródiga en formas sin forma. ¿Imaginás que las montañas fueran cuadradas o circulares o cilíndricas? ¿Imaginás la “perfección” de las formas en la naturaleza? Uf, el género humano ya hubiese muerto de hartazgo. La naturaleza, madre de las formas, juega con ellas, las alarga, las condensa, les da aire, les otorga vuelo.
Rocío tenía razón: si los museos no fuesen tan cuadrados en sus formas atraerían más espectadores. A mí, lo sabés de sobra, me encantan los libros impresos. No me aburren, pero me sorprendo cuando encuentro un libro que se sale de los formatos preestablecidos. El otro día hallé un libro que hablaba de las manzanas que tenía forma de manzana y, en el interior, aparecía un gusano que hablaba de las plagas que atacan a los manzanos.
Una tarde de éstas, Enrique Díaz, un artista plástico chiapaneco, inauguró su más reciente exposición. A Enrique lo conocí hace ya muchos años en la ciudad de Tuxtla. Recuerdo que él tenía un café, en cuyos muros exponía su obra. Ahí, alguna tarde, nos citamos con una amiga para tomar un café. Enrique siempre experimenta, tanto en el concepto de sus obras, como en las formas de los soportes. ¿No acaso la máxima representación icónica de este país está pintada sobre un ayate? Enrique pinta sobre cartones, sobre maderas, sobre pedazos de costal. Está en el camino que Rocío proponía, el camino que ya descubrió Robertoni Gómez, por ejemplo, quien realiza murales fragmentados de cerámica, en donde las formas son como un árbol cuyas ramas son brazos, son piernas, son rostros. La plástica chiapaneca está jugando con el fondo y con las formas. Algún día nos sorprenderemos con un descubrimiento audaz.
Marcos dice que la aeronáutica terrícola no avanza, como debiera, porque los científicos insisten en la forma alargada y no prueban con la forma curvada, a pesar de que quienes juran haber avistado una nave extraterrestre hablan de formas circulares. ¿Has visto que en la serie de películas de la Guerra de las Galaxias la forma imperante tiende más a lo alargado que a lo circular? Claro, esto no es tan simple como lo escribo. Los científicos sí experimentan con formas circulares, pero lo hacen en los laboratorios secretos, muy lejos de donde caminamos los mortales comunes y corrientes.
¿Qué pasa con las formas en Comitán? ¿Qué sucede con los edificios que se construyen actualmente? No sé. Yo camino por las calles de nuestro pueblo y veo que, por fortuna, aún hay muchos árboles, pero, poco a poco, las nuevas edificaciones provocan su desaparición, porque la vanguardia privilegia el cemento y el aluminio. Una amiga urbanista me dice que la tendencia en países tercermundistas es la construcción vertical, más que la horizontal. ¿Cómo dotar de servicios a grandes extensiones habitadas? Es muy difícil. Por esto, las ciudades en crecimiento procuran construir extensos núcleos poblacionales en terrenos pequeños.
Nosotros fuimos privilegiados en Comitán (aún lo somos, en parte). Teníamos casas grandes con hermosos sitios, llenos de árboles frutales. Un día, construyeron la colonia Miguel Alemán y vimos que la extensión se reducía; tiempo después, fuimos testigos de la construcción del Infonavit y supimos que ahí se había jodido la cosa, porque las casas eran brevísimas. Ahora, todo mundo lo sabe, hay decenas de fraccionamientos con casas pequeñísimas, que no pueden jugar con las formas. Todas son cajas de zapatos, de zapatos de niños enanos.

Posdata: Si la forma es fondo, ¿qué lectura debemos hacer con la forma cuadrada de los nuevos conjuntos habitacionales? Ah, si yo pudiera, querida niña, haría un decreto que resguardara los sitios de las casas que aún se conservan. Si los seres humanos somos las casas que habitamos, por eso Comitán es un pueblo grande. Hubo un tiempo en que fuimos los maravillosos sitios de las casas. Entonces, ¡Dios mío!, la pregunta es: ¿Cómo será el espíritu de este pueblo, ahora que las casas que habitamos son minúsculas, tacitas de té?
Mi sobrina Linda tiene razón. Los seres humanos debemos jugar más con cuadros sin forma.