viernes, 15 de julio de 2016

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE EXISTE UN ÁRBOL QUE SE LLAMA LIBRO





Querida Mariana: Según el periódico “La Jornada”, la AAP (Association of American Publishers) dio a conocer que en los Estados Unidos de Norteamérica, en el año 2015, se vendieron 557 millones de libros de pasta blanda y 997 millones de ejemplares de bolsillo. Esto corresponde a un porcentaje mínimo de la población, pero habla de que en el mundo hay millones y millones de lectores. Es falso, entonces, el dato de que no se lee. Se lee y se lee mucho y se lee bien. ¿Cómo estarán las estadísticas en nuestro país? Los porcentajes de lectores, con respecto al total de la población, no deben ser muy alentadores, si los comparamos con los fanáticos del fútbol soccer, por ejemplo. No sería justo hacer un comparativo con la cifra que dio el periódico, porque en nuestro país el poder adquisitivo es jodido; es decir, la gente que compra libros es mucho menor a la cifra de lectores. Pero, en este país, la gente lee, por supuesto que sí. Claro, el porcentaje es pishcul (pishcul, vos lo sabés, significa ínfimo, mínimo, poquitío), porque -no podía ser de otra manera- el índice de lectura es representativo de la situación social del país. La pregunta que te haré es simple y boba, pero, a final de cuentas, puede dar una idea de cómo anda la patria: ahora que los maestros andan en paros, luchas y bloqueos en contra de la Reforma Educativa, ¿qué sucede a la hora que descansan, a la hora que están dentro de sus tiendas de campaña? Ningún periodista ha hecho un reportaje al respecto; es decir, alguien que nos diga, como dijera la famosa canción, “a qué dedican el tiempo libre”. He visto fotos, de ahí deduzco, que muchos duermen, otros comen, otros meditan, otros llenan crucigramas, hojean periódicos, consultan su celular (su Facebook), y muchos (de veras, muchos) juegan cartas o ven televisión y pocos (de veras, pocos) leen libros. ¿Miento acaso? ¿No, verdad? Si hablo, entonces, del sector magisterial, que es el encargado de promover la lectura dentro del aula, caigo en el lugar común que dice que la mejor práctica educativa es el ejemplo. Yo no podría (ni me atrevería) a pontificar acerca de las ventajas de practicar el fútbol soccer, puesto que soy incapaz de patear de manera correcta un balón. Por esto, me dedico a lo que me gusta, a lo que practico desde que era un adolescente: la lectura. ¿Los maestros pueden promover la lectura si son escasos practicantes de la misma?
Recuerdo con emoción la tarde que vi, en el Cine Comitán, la película que contaba la vida de Pelé, el más grande futbolista de todos los tiempos. La película es en blanco y negro. En una escena muestra una calle polvosa, con casas que tienen cristales quebrados. Un grupo de niños, incluido Edson, se reúnen para aventarse una cascarita de fut. A la manera clásica, las porterías las improvisan con piedras y la pelota es una bola hecha con calcetines viejos y roídos. ¿Qué hacía a estos niños reunirse todas las tardes para jugar fut? Algún gen heredado corría por sus venas. Bueno, así como hay miles de millones de niños que juegan algún deporte, de igual manera (en menor cantidad) hay millones de niños que prefieren el mundo de la lectura. Ambos mundos no son excluyentes, por supuesto, pero la pasión es la pasión y ésta sí domina a las otras. Los lectores preferirán mil veces leer a jugar y los jugadores botarán el libro a la hora que aparezca el balón.
¿Cómo inicia el gusto por una determinada afición? Los que saben dicen que mucho tiene que ver con el entorno en que uno crece. Los niños franceses que caminan de la mano con el papá por la orilla del río Sena y ven, una y otra vez, las librerías que ahí se encuentran (bouquinistes) pueden llegar a enamorarse de los libros; los niños argentinos que caminan de la mano con la mamá por las grandes avenidas de Buenos Aires y se topan, una y otra vez, con las decenas de librerías que ahí existen, pueden llegar a ser grandes lectores. Los que saben dicen que mucho se da por contagio, por feliz contagio. ¿Qué sucede en nuestro país cuando los niños caminan de la mano de sus papás y miran que la mayoría de sus maestros juega cartas, ve televisión o duerme y pocos leen libros?
¿Cuántas librerías existen en el país? Pocas, poquísimas. Las librerías son locales en vías de extinción. En Comitán somos privilegiados porque hace un año, más o menos, Sol y Samy abrieron la librería Lalilu, que es un espacio lleno de luz y de imaginación. Pero, la verdad es que los niños mexicanos tienen pocas oportunidades de andarse topeteando con libros. A pesar de ello hay millones de lectores en el país y esto es halagador.
Medio mundo se apena cuando menciona el nombre de Vicente Fox (ex presidente de la república), porque es un hombre de inteligencia limitada. Él, en el delirio del poder, dijo que sería bueno hacer de México un país de lectores. ¡Dios mío, qué desacierto! He dicho que sería tanto como aspirar a hacer de México un país de futbolistas. Hay millones y millones de futbolistas y esto es bueno; hay millones de lectores y esto da esperanza, porque (esto lo sabe todo mundo, incluso los millones y millones de futbolistas) la patria se construye aplicando la inteligencia y la imaginación; no se construye a base de patadas. Aunque, al hacer una revisión histórica de los últimos años vemos que este país pareciera más tratado con las patas que con la luz de la inteligencia. Por esto, por esto, mi niña, es bueno que haya intentos por hacer de este país no un país de lectores, sino procurar que existan lectores que hagan la lectura correcta del país, del país que somos y del país que deseamos ser y esto, insisto, sólo se logra a través de una juventud y una niñez que no sólo jueguen fútbol, sino que también lean y lean bien. ¿Cómo se logra esto? Ah, es muy complejo, pero un buen inicio es a través del feliz contagio, del ejemplo. Leamos más, leamos mucho, en plazas, en parques, en aulas y, si se puede, en medio de los plantones y de los paros. Con el buen ejemplo también se construye la patria, desde la lucha y del reclamo ante la tozudez y carácter impositivo de las autoridades educativas con su Reforma Educativa.