sábado, 14 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE EL ETERNO JOVEN DE COMITÁN




Querida Mariana: Anexo fotografía de una avenida de Comitán. No es cualquier avenida, es la avenida que se llama Profr. Víctor Manuel Aranda León.
Hay muchas calles que llevan nombres de profesores. Cuando el maestro Ernesto Cifuentes fue presidente municipal convocó al cabildo y propuso que las calles del centro de Comitán honraran a profesores comitecos que habían servido a la patria desde el aula. El cabildo aprobó la propuesta. Fue cuando esta avenida fue bautizada con el nombre de quien fue director de la Escuela Primaria Fray Matías de Córdova. El maestro Víctor fue muy querido, porque, además de ser un buen maestro, era un deportista ejemplar. Lo recuerdo vestido con ropa blanca, deportiva, trepado en una bicicleta. En ese tiempo, muchas personas montaban bicicleta, pero pocos, como él, lo hacían como deporte, la mayoría empleaba la bicicleta como medio de transporte.
Pero, en realidad, no quiero hablar de la avenida, sino de la casa donde, ahora, aparece un enorme letrero de “No estacionarse. Salida las 24 horas.” Debo decir que nunca he creído este cuento de las veinticuatro horas. Entiendo que los propietarios de las casas advierten que los automovilistas deben respetar la entrada, porque hay muchos inconscientes que estacionan sus autos frente a las cocheras. El tío Eusebio puso un letrero que decía: “No estacionarse. Entrada a urgencias del hospital.” ¿Era entrada a urgencias? ¡No! Pero, comentaba que los automovilistas respetaban el lugar. Bueno.
¿Qué tiene de especial esta casa? ¡Nada y todo! Nada porque es una casa común, es una casa tradicional, con vigas de madera que soportan un techo de tejas. Lo más moderno es la puerta de metal que, sin duda, el actual propietario mandó a colocar, para que pasara su auto. Antes, en el tiempo en que ahí vivió el niño del que hablaré, no tenía este portón metálico, debió tener una puerta de madera, de esas que tenían chapas antiguas y llaves enormes.
¿Qué niño vivió en esa casa? El otro día encontré en mi muro del Facebook un comentario del maestro Cuauhtémoc Alcázar, el eterno joven de Comitán. Ahí, el maestro comentó que esa fue la casa donde creció. Algún día le preguntaré si la fachada no tenía ventanas, como acá se ve. ¡Esto sí es una rareza! ¿Por qué no tiene ventanas que den a la calle? Lo que sí se observa es un árbol. Esto indica que hay un patio al lado de la cochera, un patio en donde el niño Temo jugó de niño. En el comentario que el maestro Temo escribió dijo que él nació el catorce de julio de 1940 y dio las referencias de la casa donde vivió. Esto significa que hoy, el maestro Temo cumple setenta y ocho años, años de salud física y mental óptimas.
Vos sabés que yo admiro la fuerza de voluntad del maestro. Pienso que es un hombre congruente (y de éstos hay pocos en la viña del Señor). Predica con el ejemplo, es un deportista ejemplar. Nunca ha fumado y nunca se ha emborrachado, siempre está en práctica constante del ejercicio, no sólo del ejercicio físico, sino también del ejercicio de la vanidad. Porque esto sí debo decirlo, al maestro le encanta que las muchachas lo volteen a ver. Se piensa guapo, se sabe guapo.
El día diez de julio me topé con él en el barrio de San Sebastián, llevaba una piña que había comprado en el parque. Le pregunté, en forma de broma, si el catorce íbamos a echar trago y me confesó que el día de su cumpleaños desaparece de Comitán, viaja a San Cristóbal y allá celebra su día. Le encanta ser apapachado, pero no celebra con sus amigos y conocidos, que son muchos. Le encanta ser admirado. Frecuentemente sube a las redes sociales fotografías con los reconocimientos que ha recibido, sobre todo, por su disciplina deportiva. Hay una pequeña unidad deportiva en esta ciudad que lleva su nombre, pero él quisiera más. Por eso, en plan de broma, de nuevo, le dije que en la fachada de la casa que habitó debemos de colocar una placa que diga: “En esta casa vivió Cuauhtémoc Alcázar, el Eterno Joven de Comitán”. ¡Ah!, vi que sonrió, vi que imaginó la placa. Y dije que en toda la avenida se pintarían murales que plasmaran su vida, de cuando asistía a los gimnasios, de cuando refereaba funciones de box y de lucha, de cuando participó en concursos de fisicoculturismo, de cuando daba clases de educación física a los niños de primaria, de cuando fue director del deporte municipal, de cuando jugaba básquetbol o hacía gimnasia. El maestro sonrió. Y fui más allá, dije que esa avenida debería contener elementos deportivos, como si fuera un mínimo gimnasio al aire libre; y dije que en las esquinas habría “peras” para que los jóvenes pasaran a practicar el golpeteo de los boxeadores; en un remetido habría un “costal” para que los jóvenes practicaran el “gancho al hígado”; y habría unos tubos horizontales que sostendrían “argollas” para que los muchachos hicieran “El cristo”. ¡Todo sería una fiesta para el cuerpo! Miles de turistas acudirían a tomar fotografías de esta avenida dedicada al cultivo del deporte. ¡Ah!, sería maravilloso ver a muchachas con licras mostrando sus cuerpos maravillosos. El maestro Temo sería feliz y el pueblo sería feliz.
Esta avenida se convertiría en una de las más visitadas y celebradas de Comitán. Los locales de esa avenida cambiarían su vocación comercial, sólo habría negocios relacionados con la rama del deporte: ropa deportiva, gimnasios, comida nutritiva, bicicletas, tenis, artículos para pesca, pesas, pelotas, gorras, trofeos, medallas, suplementos y demás vainas. Y como la avenida se convertiría en un espacio para hacer carreras de triciclos y de carreras pedestres para niños, pensé que debía ser un andador y la gente disfrutaría toda esa maravilla. Pero luego pensé ¿qué pasaría en las noches? No faltaría el compa que sacara unas mesas para vender micheladas y de ahí en adelante. Las organizaciones pondrían también sus carpas y comenzarían a vender tacos de carne asada (sí, de esa que parece carne de perro, toda tatemada). Y luego no faltaría el compa que ofrecería alguna pastillita y…
No, le dije al maestro. Olvidemos la idea. Vi que la idea se fue desinflando como globo, así como se desinflan miles de buenas ideas en esta patria, y todo porque hay personas que le dan vuelta a toda buena idea. En nuestro pueblo hay muchas personas que generan ideas positivas, pero que no van más allá porque hay intereses que no apuntalan el beneficio colectivo. ¿A poco no es buena idea hacer peatonal el centro de Comitán? ¿A poco no es buena idea dignificar el parque central? Cuando, en alguna plática, aparece este par de temas, siempre se disuelven como manzanas en ácido sulfúrico cuando alguien dice que ¡no!, no, al rato las organizaciones se apoderarán del centro, colocarán vendimias y no habrá poder humano que los saque.
Al maestro Temo le encanta ser apapachado, él mismo procura el apapacho popular. Posee algo que es común a la mayoría de los cultivadores del gimnasio: un culto a la personalidad física. ¡Cómo no! Mientras levantan una pesa con ciento veinte kilogramos se ven en el espejo, mientras hacen lagartijas ¡se ven en el espejo! Siempre están viéndose al espejo. Levantan los brazos, muestran sus conejos y, como si fueran aquel famoso Polivoz, dicen: ¡Qué bonito soy, como me quiero!
De broma le dije si íbamos a echar trago el día de su cumpleaños. Dijo que no, que lo celebraría con su familia, en San Cristóbal. Le di su abrazo anticipado. Con ese abrazo manifestaba mi admiración a su voluntad férrea. Ha dedicado su vida a cultivar su vida, su cuerpo y su alma; en ese camino ha sido generoso con los comitecos, siempre ha motivado a otros a hacer ejercicio y a tener una alimentación sana. Su presencia en las calles de Comitán es una presencia generosa, porque siempre pareciera estar diciéndonos: ¿Quieren llegar a los setenta y ocho años de vida con la plenitud con la que he llegado? Pues la receta es sencilla: hagan ejercicio moderado y aliméntense de igual manera; háganlo con constancia.
Constancia ha sido el concepto puntal de su espíritu. Así se conforman los grandes espíritus del mundo, con constancia.

Posdata: Querida Mariana, sabés que me cupo el honor de ser compañero del maestro Temo en un programa de radio. Él llegaba una vez al mes, para hablar de casas y personajes comitecos. En ese programa dije que él es muy “metidito”. Como si gozara del don de la ubicuidad está en mil lugares donde se produce lo que después será noticia. Esa cualidad, adosada con una prodigiosa memoria, le ha permitido conservar en su alma una serie de datos que ayudan a conformar nuestra identidad comiteca.
¡Ah, el maestro bien quisiera que en la casa que habitó de niño hubiera una placa que así lo consignara! Le encanta que lo apapachen.