miércoles, 25 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, A VUESTRA SALUD




Querida Mariana: Yo viví la parte final de la Época de Oro de los Presidentes Municipales de Comitán. Recuerdo una tarde que mi papá necesitó hablar con el ingeniero Abelardo Cristiani, presidente municipal. El ingeniero citó a mi papá en su residencia familiar, en la esquina de donde ahora está la oficina de TELMEX. Fuimos. Una muchacha abrió la puerta y dijo que el ingeniero nos esperaba en su oficina. Cruzamos un jardín lleno de flores, con un sol tierno, generoso. El ingeniero salió a recibirnos en el corredor y nos invitó a pasar a su estudio. Yo estaba sorprendido, el estudio recibía luz de un ventanal que daba a la calle y llenaba de tonalidades ámbar a toda la estancia. Alguien, en algún momento, me había contado que el ingeniero había estudiado en Inglaterra. Esa tarde casi comprobé la historia, porque el ingeniero era todo un caballero, un gentleman. Atendió a mi papá con gran afecto y respetuosa confianza. En un momento de la charla, el ingeniero se paró, fue hasta el librero y preguntó a mi papá si deseaba tomar una copa de coñac. Mi papá dijo que sí. Para ese momento yo estaba lleno del aroma de cedro o de caoba que se desprendía de los libreros empotrados en la pared. El ingeniero sirvió dos copas de coñac, una para él y otra para mi papá. Cuando volvió a sentarse, levantó la copa y brindó: “A vuestra salud”, mi papá hizo lo mismo y dijo: “A la suya”, y bebieron. ¡Ah, qué instante! Yo estaba alelado. ¡Qué trato tan fino, tan exquisito! Sí, querida Mariana, viví la colita de la Época de Oro de los Presidentes Municipales. Dicen que (y así es) las comparaciones son odiosas, pero este pequeño momento que te comparto, da una idea de cómo eran antes los presidentes municipales. No haré la comparación con los actuales, pero te encargo que vos la hagás y luego me digás.
Lo mismo sucedió con el cine mexicano. Hubo una época (la llamada Época de Oro del Cine Mexicano), que, sin tanto recurso digital, la pantalla se llenaba de dignidad, esa pantalla que representaba las imágenes tomadas por Gabriel Figueroa. Como dijo el poeta: “Nunca los cielos fueron tan altos”. Ahora, nuestros mejores cineastas no están en el país, han emigrado a Hollywood y desde allá nos mandan su talento. ¿Por qué? Pues porque en este país no vivimos la Época Dorada.
A mí me impresionó el ritual de esa tarde. Cuando nos despedimos, le dije a mi papá, ya camino a casa, que el trato del ingeniero Cristiani había sido de gran caballerosidad. Sí, dijo mi papá: “El ingeniero es de buena cuna”. Desde entonces, cuando bebía la primera copa de brandy o de ron con los amigos, levantaba el vaso y, en mi interior, decía: “A vuestra salud”. ¿Para quién era el brindis? Yo lo enviaba, desde la Ciudad de México, para mi pueblo, para mis papás, para mis afectos y para la muchacha bonita que me gustaba. Lo decía en silencio, porque si lo hubiera expresado en voz alta, los amigos me habrían acabado con sus bromas y chanzas. En silencio levantaba el vaso y, con la misma dignidad con que el presidente municipal de mi pueblo y mi papá habían brindado, decía: “A vuestra salud”, y pensaba en mis abuelos, en mis primas hermanas y en mis tíos. Todo era como una oración. No quiero ser irreverente, pero el primer trago era como una hostia que me llenaba de luz. El ritual era mágico e imponía una dignidad que revivía los mejores tiempos de los mejores tiempos. Desear salud era lo máximo, es ¡lo máximo!
Hoy, cuando escribo a las cuatro de la madrugada, levantó mi taza con té de limón, caliente, y con la misma dignidad del ex presidente municipal de mi pueblo, digo: “A vuestra salud”, y pienso en el ingeniero Cristiani y en mi papá, y vuelvo a verlos en el estudio de la residencia del primero y vuelvo a sentir el aroma del cedro o de la caoba de los libreros y siento el aire que vuela como mariposa en el jardín de la casa y veo reír a ambos y siento la armonía del pueblo de Comitán.
Posdata: Sí, querida Mariana, yo viví la colita de la Época de Oro de Los Presidentes Municipales, de cuando su proceder era de una honestidad total y el cumplimiento de su palabra era total. Aprendí que brindar con coñac o con un sencillo vaso de agua es, de igual manera, un ritual de príncipes. Por esto, ahora, levanto mi taza y digo: “A vuestra salud”, y pienso en el ingeniero, en mi papá, en mis afectos más cercanos y queridos, en vos, y en Comitán. “A vuestra salud”, querida mía, ¡a vuestra salud!
Yo viví la colita de la Época de Oro de Comitán. ¡Oh, mi Dios!
Ahora, que se dice a nivel nacional que vivimos en la antesala de la Cuarta Transformación del País, expreso mi confianza porque, a nivel local, también comencemos a recuperar la dignidad de aquellos presidentes municipales que amaron, de verdad, a este pueblo y pusieron sus mejores capacidades al servicio de su pueblo.