jueves, 12 de julio de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL DINOSAURIO NO ES EL MEJOR ANIMAL
Querida Mariana: Julio Cortázar dijo en una ocasión que deberíamos tener cuidado a la hora de escribir, porque siempre está el riesgo de terminar escribiendo textos como el famoso microrrelato de Monterroso, ese que dice: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Muchos lectores alaban este cuento mínimo, otros dicen que es la tomada de pelo más grande del mundo. Julio opinaba lo último. Pienso que muchos opinamos de igual manera. Dentro de los primeros hay dos o tres que realizan estudios exegéticos (¡qué palabra!) y análisis hermenéuticos (¡perdón, otra palabra dominguera!). Me cuentan que dos o tres alumnos de profesional han realizado tesis acerca del cuento “El dinosaurio”. ¿Cómo es posible que un cuento de siete palabras haya generado textos con miles de palabras?
Ya te conté que en una ocasión coincidí con Monterroso. Escritor simpático, chaparrito, con carita de ardilla asustada. Asistí a un encuentro de escritores y ahí estaba él, junto a su esposa Bárbara Jacobs, también escritora y que ahora (a la muerte de Tito) es pareja del artista plástico Vicente Rojo. En esa ocasión, muchos escritores noveles escribieron microrrelatos y al leerlos dijeron que eran en homenaje a Tito Monterroso. ¡Ay, señor! ¿Cómo se atrevían a leer cuentos breves frente al que la crítica considera autor del cuento mínimo más célebre del mundo? Era un poco como aquella cita clásica que dice que hubo un señor que le quería enseñar a hacer chiles a Clemente Jacques. Además resultó lo contrario de lo que decían. No era homenaje a Tito, al final querían que sus cuentos fueran aplaudidos y, en una de esas, considerados superiores al de El dinosaurio.
¿Por qué algunos lectores (muchísimos) consideran una genialidad el cuentito de Tito? “Cuando despertó, el dinosaurio estaba allí”. Como decía el coordinador general del Centro Chiapaneco de Escritores, todo lector, al término de una lectura, debe preguntar ¿Y? En el caso del cuento de Monterroso, la pregunta se hace cinco segundos después, que es el tiempo que uno tarda en leer el cuentito. Después de hacerse la pregunta uno termina concluyendo que “El dinosaurio” es ¡la gran tomadura de pelo!
Varios críticos han comentado que como inicio de un cuento serio es muy bueno, pero, por lo mismo, falta todo lo demás. Ignacio me dijo un día que sería bueno realizar un concurso, al estilo de “Concluye el cuento”, en el que el inicio fuera el “cuento” de Tito. Ah, le dije, sin duda saldrían textos interesantes, textos que, sí, en realidad, fueran cuentos serios y no ese mero ejercicio que a Monterroso le significó recibir el reconocimiento mundial. Si en verdad el texto de Monterroso no es tan excelso como muchos pregonan, la pregunta obligada es: ¿Cuál, entonces, es el nivel que tenemos como lectores? En las redes sociales, con mucha frecuencia, hallamos ahora textos que son de calidad menor, casi ínfima. Pululan (pucha, ya asomó otra palabra de piedra que sueña con ser nube) textos mediocres que son alabados. Lo que en mis tiempos se llamaban “Pensamientos”, porque eran textos simples, ahora se llaman “Poemas”, con lo que la confusión es mayor.
Ahora, por los signos de los tiempos, apareció un nuevo género literario, la twitteratura; es decir, textos constreñidos al número de letras que permite tal sistema de comunicación. Monterroso fue cultivador de la telegrafiatura (los telegramas permitían un uso de diez palabras), ahora hay millones de cultivadores de la twitteratura. La ocurrencia suple al talento y a la inteligencia. Esto (no lo advertimos bien a bien) provoca que los lectores cada vez sean más conformistas. ¿Quién lee un cuento serio si existen posibilidades de leer un texto con doscientos ochenta caracteres, que son textos de no más de cien palabras? ¿Qué nos espera en el futuro? ¿Adoradores de textos semejantes a El dinosaurio?
Posdata: No vayás a pensar que tengo algo personal en contra de Tito. ¡No! Hay textitos que él escribió y que no me disgustan. Lo que no admito es que esa tomadura de pelo reciba tanto elogio y tanto análisis por parte de estudiosos y de críticos literarios, porque se supone que estos últimos son lectores expertos, cuya obligación moral es discriminar entre lo digno y lo indigno. ¡Uf!
“Cuando despertó, el dinosaurio estaba allí”. Cuando vemos que la línea se emplea, en forma irónica, para ilustrar el sistema político mexicano, podemos concluir que es un texto mediocre. Ahora, ya, como parte del juego, podemos decir que, con el triunfo de López Obrador, el dinosaurio desapareció. Y con esto, hacemos más breve el famoso cuento mínimo de Tito: “Cuando despertó, el dinosaurio desapareció”, que es lo que sucede con la nata de los sueños.
¡Ay, Tito, le tomaste el pelo a medio mundo!