lunes, 2 de julio de 2018

CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO DE LA CHINA QUE RECUERDA A LA CHAYO





Querida Mariana: Murió la escritora China Mendoza. Ella contaba que el mote de China se lo puso su papá desde niña. José Camposeco dijo que era La China porque su verborrea era tan extensa como aquel país. Camposeco no se equivocó: La China, al hablar, era como una selva llena de lianas, chachalacas, monos aulladores y estampida de elefantes. ¡Ah, cómo hablaba! Ahora que me enteré de su muerte recordé el fragmento de un documental que realizó el canal 11, de la televisión. Dicho documental fue parte de la serie “Letras de la Diplomacia”. En el programa dedicado a Rosario Castellanos, La China Mendoza habla de su relación con Rosario. La China siempre muy gentil con sus amigos y demoledora con sus enemigos, dice que Rosario no tenía una gracia absoluta, pero estar con ella era un “enorme placer humano”. Pienso que ahora, los amigos de La China podrían decir lo mismo de ella, no así sus enemigos, que vaya que los tuvo. Tuvo mucha gente que no la quiso, porque, como ya se anotó, era demoledora en sus juicios. Ella siempre sostuvo que su obra literaria fue “ninguneada” porque su carácter era muy impulsivo y no tenía la costumbre de hacer caravanas al poder (Eso decía). Yo leí, hace muchos años, su novela “De Ausencia”, que, hasta donde mi memoria logra rescatar, es la historia de una mujer que así se llama: Ausencia. La novela (hasta donde recuerdo) también muestra un desborde en el discurso, como si las palabras fueran agua y no hubiera dique para detenerlas. En la literatura mexicana he hallado este mismo desborde en las obras de Fernando Del Paso. Debo decir acá que en “De Ausencia” estaba ausente del deslumbre de “Noticias del Imperio”. No ninguneo a La China, sólo digo que mi gusto literario reconoce más brillo en la obra de Del Paso.
Y ya puesto en comparaciones (ah, qué odioso), reconozco que, en materia periodística, me gusta más el estilo de nuestra Chayo que el de La Mendoza.
Pero, ya puestos a hacer comparaciones, digo que si me hubiese tocado estar, en una reunión, en alguna casa de la Ciudad de México, frente a Rosario, Fernando y María Luisa, no habría dudado al elegir estar sentado al lado de ésta. ¡Claro! María Luisa era el desborde, era la de la plática sabrosa, de la declaración lapidaria e imaginativa. Porque, de aquel documental del canal 11, lo que más recuerdo es cuando la China Mendoza rememora el momento en que fallece el papá de Rosario. Cuenta el instante del fallecimiento de don César con una gran emotividad, casi casi como si lo estuviera viendo en ese momento, casi casi como si ella hubiese estado presente (doña Lolita Albores decía que era falsa la versión que la China contaba). La China dice que cuando conoció a Rosario en la facultad de Filosofía y Letras, Rosario le contó que el día de la muerte de su papá, ella y él fueron al centro, su papá manejaba el coche, cuando, sin más, le dio un ataque al corazón, entonces Rosario hizo a un lado al papá, tomó el volante y manejó hasta su casa. La China cuenta que Rosario le dijo que no sabía manejar, pero se había fijado muy bien qué hacía el papá con los pies y las manos y se puso a manejar, en la Ciudad de México, por primera vez. La China dice que Rosario era una muchacha muy temeraria y valiente. Doña Lolita decía que no, que Chayito era tímida y que jamás hubiese hecho tal cosa. Doña Lolita contaba que Rosario alcanzó a pedir ayuda, porque se paralizó a la hora que su papá se paralizó de manera definitiva. ¿A quién creerle? Tal vez La China Mendoza le hizo agregados a lo que Rosario contó o ésta le contó tal historia para hacer crecer el mito. Yo le creo más a doña Lolita.
En fin, esto recordé ahora que me enteré de la muerte de La China Mendoza, la (según ella) ninguneada en la literatura mexicana. “De Ausencia” fue el título de la novela que leí. Ahora “de su ausencia” se hablará de acá en adelante. ¿Qué tanto? ¿También será ninguneada en su muerte?