lunes, 9 de julio de 2018

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




No sé, pero a mí me parece que el chayote es una de las verduras más atrevidas. Por si alguien duda, en esta fotografía hay un chayote travieso. Los lectores deberán creer lo que digo: Este chayote está del lado de la calle, del lado de la banqueta. Es un chayote atrevido, rebelde. Si yo fuera un escritor de guiones de programas estilo “La rosa de Guadalupe” (cuyo productor es el actor comiteco Javiercito Esponda), escribiría: “¡Ay, pobre mamá Chayota! Ella siempre recomendando al hijo que se porte bien y éste, malcriado, se descuelga de la barda y abandona la casa.” Pero como no soy escritor de dramas televisivos, mejor hago una pregunta que siempre ronda en mi cabeza y que, con toda seriedad, expongo a los estudiosos del Derecho: ¿A quién corresponde este chayote? ¿Al dueño del predio o al peatón que lo ve primero? Es decir, si yo camino frente a esta barda y veo el chayote que está afuera ¿puedo tomarlo porque está en un espacio público? ¿O debo respetar, porque la mata está sembrada en el interior? A ver, ¿qué doctor en Derecho puede responder a esta cuestión que tiene tintes de legalidad y de ilegalidad? Porque, de la respuesta dependerá otro tipo de cuestionamientos, uno de éstos puede ser: ¿Es legal que un comerciante coloque sus productos en la vía pública? El tío Eusebio comentaba que todo lo que estaba en la vía pública era de todos y ponía el ejemplo del anillo perdido. Imaginemos que una mujer camina por uno de los pasillos del mercado Primero de Mayo y, frente al puesto donde venden quesos de Ocosingo, mira algo que brilla en el suelo, se agacha y ve que es un anillo de oro. Ella lo levanta. ¿Qué debe hacer con el anillo? El anillo, decía el tío Eusebio, está en la vía pública, por lo tanto, la señora, perfectamente, puede guardar el anillo en su bolso y, a partir de ese momento, considerarlo suyo. ¡Ah!, decía Gabino, ¿entonces, puedo tomar el auto que está en la vía pública? No, decía el tío, porque el auto no está tirado en el suelo; además, para entrar al auto se necesita una llave que sólo posee el propietario. Cuando un delincuente abre un auto con una ganzúa, está cometiendo un hurto y debe ser llevado a la cárcel, pero la mujer del anillo no podrá ser acusada de hurto.
¿Y qué sucede en caso de un celular que, igual que el anillo, está tirado en el pasillo del mercado? ¿Qué sucede con una cartera en el piso? El tío Eusebio decía que ahí entraba en juego el orden legal y el orden moral y explicaba que de acuerdo a su leal entender estos casos eran iguales que el del anillo. La señora puede levantar el celular y la cartera y quedarse con ellos. Pero, como el celular y la cartera tienen forma de ubicar a los propietarios entonces interviene el orden moral. La señora que levantó tales objetos puede esperar a que el propietario del celular llame desde otro y entregarlo; puede revisar la cartera y ver la dirección del propietario a través de la credencial de elector y regresarla.
¿Sucede lo mismo en el caso del chayote que acá se ve? Un peatón puede cortar el chayote y, de acuerdo con el dicho del tío, no cometerá ningún ilícito, porque el chayote ya no está en el terreno del dueño de la planta; pero si aparece el código moral, el peatón puede pensar que no le corresponde porque él no es quien sembró la mata de chayote. ¿Qué pasa si el chayote cae a la banqueta? ¿Qué pasa si tomo una escoba y, como no queriendo, le doy un garrotazo al chayote para que caiga y pueda yo justificar que estaba en el piso?
Muchos frutos y verduras son obedientes. Las piñas crecen en un solo lugar, lo mismo sucede con las naranjas, con las tunas. ¿Qué decir de las verdolagas o de los jitomates? En cambio, los chayotes son traviesos, se descuelgan de tapescos, caminan sobre los capiteles de las bardas o, como éste, se descuelgan de la barda y juguetean en la calle. ¡Ay! Si yo fuera escritor de dramas televisivos diría: ¡Pobre mamá chayota, siempre está preocupada porque no sabe en dónde están sus hijos!