martes, 28 de agosto de 2018

CARTA A MARIANA, CON AGUA QUE HUMEDECE EL PAPEL




Querida Mariana: ¿Y quién dijo que para nombrar a Rosario debemos recordarla con valeriana? Vos sabés que la valeriana, en dosis bajísimas, la recetan para que los pacientes con insomnio puedan dormir. La cinta “Los adioses” resultó lo que había pronosticado: Un valerianazo. El ritmo es pesadísimo, porque la película es muy pretensiosa y, ya se sabe, cuando la pretensión va por delante el arte se vuelve plástico.
Te doy mi opinión, la opinión de un simple espectador. Fui el domingo a la función de la una con veinticinco minutos. La sala apenas recibió a quince o dieciséis espectadores. A mitad de la película, una pareja que estaba sentada delante se paró y se retiró. Te juro que tenía tiempo que no observaba tal comportamiento.
Hay tomas fotográficas muy bellas, pero muy manieristas, lo que provoca afectación. Por ejemplo, diré que hay una toma (ya final) en la que la protagonista está en la tina del baño. La toma, a vuelo de pájaro, es muy bella, muy plástica, pero, ¡ay!, muy falsa. Rosario se cubre los pechos y su pubis es escondido porque ella tiene un cruce de piernas muy estético. ¡Por el amor de Dios! ¿Quién se baña así? La actriz posa para la cámara. Todo resulta mera pose.
Yo digo (sin ser crítico de cine) que ese tipo de fotografía sintetiza el carácter manierista del film, que, desde el principio, revela lo que será: una película que no atrapará la atención del cinéfilo y que, al final, terminará aburriendo.
Fui al cine reconociendo lo que siempre he dicho: el lenguaje literario es muy diferente al lenguaje cinematográfico, pero éste tiene la característica de embelesarnos al contarnos una historia soportada en imágenes y en sonidos. Fui al cine con la esperanza de hallar una buena cinta.
A mí me hubiera gustado ver la cinta y sorprenderme ante una película bien hecha. ¡No resultó así! La película tiene dos momentos dominantes: uno que cuenta la historia de Rosario y Ricardo al inicio de su relación, cuando se conocen en la facultad; y el otro momento es cuando ya están casados. Digo que tal vez, que tal vez, la directora se equivocó en la narración de ambos momentos. Tal vez (perdón por la arrogancia) lo más conveniente hubiese sido narrar la historia de manera cronológica y no como aparece, con una serie de flashbacks, gratuitos la mayoría de ellos. La mezcolanza hace que la cinta sea más atropellada.
Las actuaciones de actores y actrices son muy dignas, el mobiliario y circunstancia de época son impecables. Los espectadores logramos pepenar dos o tres poemas de Rosario a lo largo de la cinta, lo que hace que la película no cuaje es el ritmo, es un ritmo (ya lo dije) con demasiadas pretensiones de grandilocuencia. Si comparara la literatura de Rosario con esta cinta, digo que, en cuanto a ritmo literario, tiene menos de “Balún-Canán” y más de “Rito de iniciación”, que, como sabés, es una novela malograda de Rosario, porque tiene “pretensiones” de la “nouvelle roman”, que en los años sesenta estuvo de moda en Francia. La novela “Rito de iniciación”, de Rosario, también fue muy pretensiosa, por eso terminó siendo una novela que ella no quiso publicar y que al final se publicó con resultados no agradables. A los estudiantes les recomiendo leer “Balún-Canán”, nunca recomiendo leer ese otro ejercicio que pretendió ser vanguardista y terminó siendo un ejercicio fallido. A los estudiantes les recomiendo escribir y hablar con claridad y de manera sencilla, tratando de acercarse a la sencillez que poseen los grandes de la oratoria y de la literatura (y del cine, agregaría).
Y como dicen los jóvenes, para acabarla de acabar, de los dos momentos (brevísimos) en los que aparece Comitán en la cinta (uno en La Pila, y el otro en la finca Campumá), en uno de ellos existe un equívoco del tamaño de la grandeza literaria de Rosario. Las mujeres indígenas que ahí aparecen no visten los atuendos de las mujeres que a diario caminan por el parque de La Pila (en tiempos de Rosario y aún en estos tiempos. Algún experto me ha dicho que tienen la vestimenta de Amatenango del Valle). Los espectadores de Comitán de inmediato reconocieron el error y cuchichearon entre ellos (es probable que esto no suceda en ninguna otra sala de México, pero acá sí se notó el dislate).
Es una pena que la directora no haya hecho un documental, porque habría resultado una obra maestra y digo esto porque al final de la cinta aparece un breve instante de una película real (en blanco y negro, más negro que blanco) donde se ve a Rosario Castellanos acodada en el balcón de su casa, ve hacia el frente donde está un bosque bellísimo (quienes conocieron la casa de Rosario cuentan que estaba frente al bosque de Chapultepec, en la Ciudad de México). Rosario camina hacia el interior de su casa, se observa parte de su biblioteca, y toma un libro. Ahí termina la cinta. Final dignísimo de una película sosa.
Conste que no me estoy metiendo en el tema, porque por ahí muchas personas se pueden ir a favor del mensaje panfletario que aborda. Poner a una gran mujer en defensa de los valores de la mujer genera mucha simpatía en la sociedad actual. Sólo hablo de lo que me pareció como película, como muestra de lo que debe y no debe ser el séptimo arte; hablo con el aval que me otorga ser asiduo aficionado al cine, desde hace más de cincuenta y cinco años. Esta experiencia me permite, desde el inicio de una cinta, ver si ella tiene calidad o no. Me da pena decir que en este caso la cinta no respondió a mis expectativas como cinéfilo. No me gustó. Como en gustos se rompen géneros puede ser que alguien por ahí haya encontrado belleza en la secuencia sordísima. Toda opinión es muy respetable. Mi opinión es negativa en este caso y lo lamento.
No me salí de la sala a media función, porque (lo sabés) era un deber moral terminar de verla para contar con una opinión válida. Vivimos en el pueblo que habitó Rosario en su infancia y adolescencia. Lo que le importa a Comitán nos importa a nosotros.
No, perdón, no me gustó. Esto no significa que recomiende que no la vean. Al contrario, ¡vayan!, pero no se sorprendan si al final hallan lo que yo encontré (o bueno, tal vez sea mejor decir: lo que no encontré).
Posdata: Al salir de la sala (oh, coincidencia) me topé con Óscar Bonifaz, quien acudió como invitado especial la noche de preestreno y quien fue amigo personal de la escritora. Le pregunté qué le había parecido la película, me dijo: “No me gustó”. Bueno, ya somos dos y contando (perdón, debí escribir ¡cuatro!, olvidaba a la pareja que se salió a mitad de la exhibición).