viernes, 24 de agosto de 2018

DEFINICIÓN DE CULTURA




El término es confuso. Muchas personas lo emplean, como si fuera veneno, para espantar a las ratas intelectuales. Es tan confuso el término que en Chiapas hay un instituto gubernamental que se llama Consejo Estatal para las culturas y las artes, como si estas últimas no pertenecieran a las primeras. ¿Cuáles son las culturas de las que habla este Consejo?
Es tan confuso el término que muchos hablantes lo enredan con el término educación y ahí andan por todos lados diciendo que nos falta cultura vial, cuando lo que hace falta en Chiapas (y en muchos lugares polvorientos del tercer mundo) es educación vial.
En algún momento fui designado como director de cultura del ayuntamiento comiteco. Dos o tres personas acudieron a mi oficina para que les extendiera permisos para talar árboles. La primera vez no entendí, luego comprendí que había una confusión (una más). En el ayuntamiento había una dependencia que tenía el nombre de “Cultura Ambiental”. Ah, pensé, tal vez me hubiese gustado cambiar de dirección, eso de cultura ambiental sonaba como a ser experto en armar buenos ambientes, buenos reventones. ¡No! En realidad se trataba de una dependencia que tenía que ver con el medio ambiente.
¿Cultura? ¿Con qué se come? Si alguien dice que el maestro Enrique es un hombre culto debemos entender que se refiere a que su capacidad intelectual es soberbia, que es un hombre que posee muchos conocimientos en diversas materias. Octavio Paz era un hombre culto. ¿Quién puede poner en duda esta última sentencia? Bueno, pues resulta que, en términos reales, el famoso Octavio Paz era un hombre inculto, porque no sabía nada de electrónica; es decir, si alguien hace caso al ejemplo anterior podrá colegir que no existe, en ninguna parte del mundo, un hombre culto, porque nadie posee todo el conocimiento mundial (para ser congruente no escribo conocimiento universal, como muchos sí lo hacen).
Digo que es un término confuso y no sé bien a bien si la confusión sólo está en mi mente, porque veo que la mayoría de personas emplea el término sin ningún asomo de duda. La mayoría piensa que la cultura es esa botarga que siempre está haciendo sus pantomimas en las salas de concierto, en los museos, en las galerías, en los teatros, en las bibliotecas. Si alguien (fuera del círculo de selectos) se atreve a sugerir que la cultura también está trepada en los estantes de los mercados y en las barras de las pulquerías, de inmediato es visto con ojos de cilindro mal armado.
Dije que si creemos en la definición de diccionario, no existe persona en el mundo que pueda asumirse poseedora de la cultura mundial; pero si la cultura la extendemos en su sentido antropológico y decimos que cultura es todo lo que hace el ser humano, entonces el término toma aire, se vuelve un papalote gracioso, sin la pedantería de aquellas personas que caminan como pavo reales en salón de candiles de oro, porque así imaginan que deben caminar los cultos, cultísimos.
La cultura, en la última acepción se convierte entonces en el pan nuestro de cada día y cada vez que el ser humano realiza algo está haciendo cultura, sembrando cultura, cultivando su espíritu, porque he visto a un señor que se hincó en piso de aserrín y olió la silla hecha con madera de cedro y repasó su mano, una y otra vez, comprobando la perfección de la talla hecha por el carpintero; y he visto a una niña maravillada, casi casi como si estuviese frente al cuadro de la Gioconda, cuando un primo de ella le puso en la mano una piedrita que tenía la forma de sapito. Cuando el término cultura se expande como un globo azul, entonces puedo decir que comienzo a apreciar la palabra y escucho que suena como cascabel.