sábado, 11 de agosto de 2018

CARTA A MARIANA, DONDE APARECEN HUELLAS DEL PASADO




Querida Mariana: El otro día fui a La Trinitaria, ese pueblo maravilloso, tan cercano a Comitán. Fui a repartir ARENILLA-Revista y aproveché a comprar caramelitos. Encontré, al lado del palacio municipal, la placa que acá comparto con vos. La placa está en una casa en proceso de remodelación que, de manera fastuosa, tiene relieves de columnas jónicas. La residencia remodelada es rotunda. El cronista del pueblo y, por supuesto, el propietario de la residencia deben saber con precisión el origen de la placa, que dice: “Banco de Comercio de Chiapas, S.A. – Corresponsalía”. Lo que yo puedo decir es que antes, mucho antes, que existieran las sucursales bancarias como existen ahora en las ciudades de Chiapas, como en otras partes de la república, hubo Corresponsalías. Digo esto, porque mi papá fue corresponsal, en Comitán, del Banco Nacional de México.
Llama mi atención la placa que está en La Trinitaria porque no sé si ahí hubo una corresponsalía del Banco de Comercio. Se sorprende, porque, entiendo, nunca ha existido una sucursal bancaria. Lo que ahora veo es un cajero automático que existe en el portal de la presidencia municipal.
En Comitán sí hubo corresponsalías. Mi papá, ya lo dije, fue corresponsal del Banco Nacional de México. La corresponsalía funcionó en la casa donde crecí, que ahora es propiedad de la esposa de don Juanito Torres (frente al Supermercado del Centro), a media cuadra del parque central de la ciudad.
Recuerdo que muchas personas llegaban a la casa, que siempre tenía sus puertas abiertas. Esas personas (que tenían necesidad de hacer alguna transacción bancaria) subían por un zaguán, llegaban al patio central de la casa (que tenía cuatro corredores) y entraban a la oficina que estaba en el primer cuarto a la derecha. Ahí estaba mi papá y algunos empleados, cobradores y secretarias, no más de cinco o seis personas. Eso era todo. Julio Gordillo Domínguez (en paz descanse) siempre que se topaba conmigo recordaba, en su estilo desenfadado y cariñoso: “Estimé mucho a tu papacito, él siempre me cambió mi cheque.” Mi mamá recuerda que el señor Escobar, quien tenía una afamada joyería, llegaba a la Corresponsalía a comprar lingotes de oro.
Como ya dije, la casa siempre estaba con la puerta abierta y entraba Juan, Pedro y María. Jamás hubo (gracias a Dios) algún incidente de delincuencia. Estoy hablando de los años sesenta, Comitán era un lugar lleno de tranquilidad, habitado por gente honesta.
La placa que ahora está en la espléndida residencia de La Trinitaria da cuenta de una Corresponsalía del Banco de Comercio, antecedente de BANCOMER y del actual BBVA BANCOMER. En los años sesenta, la banca era mexicana; sus propietarios eran mexicanos. Fue en tiempos de López Portillo (el presidente que, con lágrimas en los ojos, prometió que defendería el peso como un perro) que la banca fue nacionalizada. Cuando volvió a privatizarse la banca se volvió extranjera. El Banco Nacional de México (institución para la que trabajó mi papá) luego fue BANAMEX y ahora es CITIBANAMEX. Alguien me contó que ahora BANORTE es el único banco en México que es propiedad de mexicanos, BBVA BANCOMER es de capital español, CITIBANAMEX es de capital norteamericano, SANTANDER (en su nombre lleva la sangre) también es de capital español, el HSBC es de capital inglés y el SCOTIABANK es de capital canadiense.
Ahora que vi la placa en La Trinitaria, recordé la imagen de Manuel Espinosa Yglesias, un poblano que fue el director general del Banco de Comercio y que recibió un impacto brutal cuando López Portillo expropió su banco. Como has de entender, don Manuel Espinosa fue uno de los hombres más ricos del país. ¿Por qué recordé a Espinosa Yglesias? Porque es una presencia muy cercana a mis recuerdos. No vayás a pensar que lo conocí. ¡No! Nosotros somos simples mortales, ellos están en el Olimpo de los Grandes de México. Sucede que hay instantes gloriosos de mi vida que están relacionados con su persona. Te cuento: don Manuel se casó con doña Amparo Rugarcía, quien, no sé por qué, falleció joven. Don Manuel entonces construyó el Museo Amparo, que está en la ciudad de Puebla, para honrar la memoria de su difunta esposa. La primera vez que entré al museo vi, en el vestíbulo un bellísimo retrato de ella pintado por Diego Rivera. Esa visión me impactó sobremanera, yo había llegado a Puebla en un viaje iniciado en Jalapa, donde había visto otro retrato pintado por el gordo Rivera, un retrato de Angelina Beloff, quien fue mujer de Diego y cuya historia dramática cuenta Elena Poniatowska en la novelita espléndida “Querido Diego, te abraza Quiela”. Los años que viví en Puebla me daba escapadas de la casa, iba al centro histórico y, de manera inevitable, entraba al Museo Amparo. En una ocasión vi una exposición de Roberto Cortázar, pintor chiapaneco, que tiene una obra sensacional. En otra ocasión recibí un elogio, una persona (conocedora de arte) que me compraba las cajitas que pinto dijo que yo debía presentar una exposición en el museo creado por don Manuel.
Pero no sólo el museo me recuerda la imagen de don Manuel, también recuerdo un libro de Emma Godoy (una escritora que siempre luchó por dignificar a la vejez), en el que venía un testimonio de vida del banquero. Ahí venía la historia de un hombre exitoso, en el plano económico. ¿Cómo don Manuel había logrado acumular fortuna tan grande? En el libro de Emma venía la historia, paso por paso. El testimonio me impactó. De igual forma, pienso, debe impactar ahora conocer la historia de Carlos Slim. ¿Cómo un hombre logra acumular tanto dinero? En los tiempos que conocí la historia de don Manuel Espinosa, también conocí la historia de don Manuel Suárez, el millonario mexicano que construyó lo que en su tiempo se conoció como el gran Hotel de México, que está sobre la avenida Insurgentes, de la Ciudad de México.
Sé que muchos obreros y gente de izquierda aborrecen las historias de los grandes capitalistas, porque, dicen, sus enormes fortunas están ligadas con la explotación de los empleados. Es cierto. Este tema presupone meterse en una dialéctica marxista interminable.
Yo sólo te cuento lo que estimula mi recuerdo, lo que me brotó en el espíritu la placa que ahora está en la fachada lateral de esa residencia. Don Manuel Espinosa, don Manuel Suárez y don Carlos Slim forman una triada de hombres riquísimos en un país pobrísimo. Los tres han construido museos, museos que albergan obras importantes del arte mundial. ¡Pues sí! Es lógico de entender que la gente que tiene toneladas de dinero invierte en arte. Bueno, no todos. En Chiapas hay millonarios que, en sus residencias, cuelgan cuadros de a dos pesos, de esos cuadros que son “decorativos”. No invierten en arte. Don Manuel (Museo Amparo), don Carlos (Museo Soumaya) y el otro don Manuel (Polyforum Siqueiros) invirtieron en arte y, gracias a eso, ahora millones de mexicanos podemos admirar obra realizada por los grandes del mundo.
La historia del Polyforum llama mucho mi atención. Siqueiros, de tendencia izquierdista, sufrió encarcelamiento por sus ideas políticas, estuvo internado en el penal más cruel de México, Lecumberri (basta leer “El apando”, de Revueltas, o ver la película de Cazals, para conocer la brutalidad de ese penal). Cuando Siqueiros salió, al otro día (es una exageración) don Manuel Suárez le dio trabajo. ¿Mirás? El hombre de izquierda aceptó el trabajo del explotador capitalista. Al inicio, Siqueiros haría murales en el Casino de la Selva, en Cuernavaca, pero días después, a don Manuel le autorizan la construcción del hotel y Siqueiros va a trabajar los murales del Polyforum que ahora lleva su nombre. ¿Mirás? Polyforum Siqueiros, un homenaje de la derecha a la izquierda combativa, al talento creativo. El dueño, bien pudo llamarlo Polyforum Manuel Suárez, ¿no? Pues ¡no! La historia siempre ha privilegiado el arte.
Ahora las preguntas son: ¿Hubo corresponsalía del Banco de Comercio de Chiapas, S.A. en La Trinitaria? ¿Esta placa es de la Corresponsalía del banco en Comitán?
Posdata: Una mañana le avisaron a mi papá que cerrarían la corresponsalía del Banco Nacional de México y abrirían la primera sucursal, que funcionó en la esquina donde ahora está el edificio del Teatro de la Ciudad. Mi papá entregó la corresponsalía y se inauguró la sucursal. Don Gonzalo Muñoz fue el primer gerente de la institución. El acto estuvo encabezado por don Cicerón Trujillo Fernández, quien era el presidente municipal de Comitán.
La casa no perdió su jolgorio, porque aparte de atender la corresponsalía, mi papá distribuía la coca cola, así que mucha gente llegaba, ya no a cambiar cheques sino a comprar refrescos.
¿Alguien de La Trinitaria puede contar la historia de esta placa?