jueves, 9 de agosto de 2018

LOS LECTORES DE FIN DE SEMANA




Me caen bien los deportistas. Sí, me caen bien, por ejemplo, los maratonistas. Cuando los veo correr advierto que han dedicado horas y horas al entrenamiento. En tal práctica no puede haber simuladores; es decir, ningún come tacos, con más de cien kilos de peso y sin una rutina de entrenamiento diario puede aventarse a una prueba de maratón. En los primeros kilómetros tendría que sentarse para, como dicen en mi pueblo, “agarrar huelgo” y no morir de un paro cardiaco.
Me caen bien los deportistas. De inmediato se nota su disciplina, su pasión y su entrega.
Un amigo médico me dijo que quienes realizan ejercicios en fin de semana (es muy común) corren un serio peligro; el amigo me advirtió que lo mejor es que las personas realicen diariamente una mínima rutina de ejercicios para que impacten los efectos benéficos en la salud.
Entiendo que los maratonistas realizan entrenamientos diarios, por eso, cuando corren la prueba la vencen sin mayor problema.
Y digo lo anterior, porque el otro día escuché que mi amigo, el maestro Ornán Gómez, destacado escritor, también, propuso que en las escuelas “se fomente el aprecio por la música, pintura, literatura, danza…” Nadie, en su sano juicio, puede estar en contra de esta propuesta. ¡Qué bueno que se fomente el aprecio de las artes! Pero, la pregunta es: ¿Quién se encargará de tal fomento?
Me caen bien los deportistas, porque ellos son disciplinados. Un día se dieron cuenta que tenían facultades para el deporte, se apasionaron y decidieron practicar tal disciplina.
Me caen bien los maratonistas. Cuando los veo correr advierto las horas y horas que han dedicado para ponerse en forma y estar al ciento por ciento, tanto en el plano físico como en el plano mental. La práctica constante les produce dividendos.
El maestro Ornán propuso que en las escuelas “se fomente el aprecio por la música, pintura, literatura, danza…”. Una hermosa propuesta. Nadie puede estar en contra de ella. Pero (¡ah, nunca falta el pero!), ¿quién hará tal proceso de fomento?
En una carrera de maratón no participan improvisados. Nadie está tan loco para entrar a una carrera sin la debida preparación, casi casi puede decirse que si algún despistado (fuera de pista) intentara la prueba correría el riesgo, incluso, de perder la vida. Para tal prueba es preciso que el participante esté bien entrenado y este entrenamiento se logra a través de la práctica diaria, con una buena alimentación, sin vicios que dañen el organismo, y con una excelente guía por parte de expertos deportistas, de entrenadores versados en la ciencia del deporte.
Me caen bien los deportistas, porque no son simuladores. De acuerdo con lo que platicó mi amigo médico, ningún corredor de fin de semana se atrevería a correr la maratón; es decir, nadie que corre dos o tres kilómetros el día sábado y domingo, puede atreverse a correr cuarenta y dos kilómetros; es decir, de Comitán a Villa de Las Rosas. ¡Ay, Dios! Un improvisado no llegaría más que a Chacaljocom, “sacando el bofe”, con una taquicardia de reloj enloquecido.
Sí, maestro, ¡que se fomente el arte en las escuelas! ¡Que se fomente el aprecio por la música, por la pintura, por la literatura, por la danza! Pero, la pregunta es: ¿Quién se encargará de tal fomento?
Entiendo que nadie estaría en contra de que se fomente en el país, de igual manera, la práctica del maratón. ¿Quién sería el encargado de tal fomento? Por supuesto que alguien que tenga experiencia en tal práctica, sería un contrasentido invitar a un corredor de fin de semana. Sería un contrasentido porque ello propiciaría que los pupilos sufrieran riesgos en la práctica por el soberano desconocimiento del entrenador.
¿Quién sería el encargado de fomentar el arte en las escuelas? Pienso en la actividad artística que a mí me gusta: La literatura. ¿Quién sería el encargado de contagiar la pasión por la lectura? Si se me permite el parangón diré que no puede invitarse a un lector de fin de semana, ¡no! Tendría que ser un lector maratonista. ¿En dónde está este último?
Para que la propuesta sea efectiva y no un mero paliativo es preciso que la Secretaría de Educación contrate a personal especial. Entiendo que por ahí va la propuesta del maestro Ornán. En Comitán conozco al maestro Florio, un excelente cuenta cuentos. Cada vez que el maestro se presenta ante los niños éstos quedan arrobados. El maestro Florio tiene un don especial (es un maratonista de excelencia). Bueno, pues maestros como él deben ser contratados para que acudan a las escuelas y, ¡de verdad!, fomenten el gusto por la literatura. Hay muchos maestros que son lectores apasionados, que pueden contagiar el gusto a sus alumnos. La Secretaría debe ubicarlos y contratarlos de manera especial para que sean parte del programa “contagiador” de la lectura.
El programa no puede quedar en manos de lectores de fin de semana. Conozco (sin duda alguna, también ustedes) maestros a los que no les gusta la lectura, maestros que son (sigo con el símil) cometacos de chatarra y obesos en terreno intelectual. Si el programa quedara en manos de todos, ¡todos!, los maestros, la educación artística seguirá siendo el fracaso que hasta la fecha ha sido.
Me caen bien los deportistas. Los maratonistas no son improvisados, han dedicado años y años a la práctica de su pasión, han sido constantes, disciplinados, no son corredores de fin de semana. No salen a correr en domingo, después de una juerga sabatina.
¡Me caen bien los deportistas!