miércoles, 22 de agosto de 2018

MANUMISSIO




La Casa Museo Dr. Belisario Domínguez y la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar extendieron la invitación para asistir a la presentación de la novela “Manumissio. Una historia de amor, pasión y trata”, de Andrés Alfonso Ramírez. Dicho acto se realizó la tarde del dieciocho de agosto, a las seis de la tarde.
Los comentarios estuvieron a cargo de la licenciada Ana Candelaria Gómez Penagos, del doctor Andrés Alfonso Ramírez y de un servidor. Paso copia del textillo que leí.
Buenas tardes.
La novela de Andrés Alfonso Ramírez que hoy presentamos tiene el título exacto para que los lectores sepan qué hallarán en su interior: Una historia de amor, pasión y trata; es decir, la síntesis de las pasiones humanas en los dos extremos, en uno donde está el afecto del amor puro y en otro donde se agazapa la miseria y la brutalidad de la esclavitud sexual.
El texto de contraportada es certero, en unas líneas dice: “La historia que transcurre en Panamá, Costa Rica y Guatemala, pone al desnudo las complejidades de la trata como forma contemporánea de la esclavitud en pleno siglo”. ¿Ven? La novela entra a una grieta en la que, por lo regular no nos acercamos, pero que es una constante en esta región. Recordemos que Chiapas es un estado que ha sido nombrado como “La puerta al sur”; es decir, la entrada del corredor donde el trasiego de Centroamérica se da en forma frecuente.
Sé que, ya en este instante, hay lectores que están levantando la mano para adquirir la novela de Andrés y acercarse, a través de su mirada, a esa historia donde están las luces y las sombras de la condición humana.
No trataré más el tema. Diré que en la lectura hallé más elementos para analizar. El que ahora privilegio es uno que también está íntimamente ligado con nuestra capacidad de resistencia: El lenguaje.
En la primera novela breve que escribió el afamado escritor español Enrique Vila-Matas aparece como elemento fundamental el ritmo del lenguaje. Vila-Matas realiza un ejercicio de vanguardia, en el que se deshace de puntos y de puntos y aparte. Lo mismo sucede con una novela de José Saramago. Ambos escritores nos recuerdan que, antes que todo, la literatura es lenguaje. En los dos casos que menciono, los lectores debemos ir con mucho cuidado. Saramago decía que debíamos imaginar una carretera sin señalamientos viales, los conductores, insistía, debían conducir con mucha precaución.
La novela de Andrés no entra en estos ejercicios vanguardistas, pero sí incluye la esencia del lenguaje; es decir, el habla de todos los días de las personas de a pie. En el texto existen diálogos que nos dan perfecta cuenta de que los personajes son centroamericanos y ahí hallamos modismos y regionalismos. El primero de ellos es el voseo, voseo que es característico del habla de esta región del mundo, incluido, por supuesto, nuestro pueblo.
En ello advierto un movimiento de resistencia, un sólido muro para caer presa de una explotación lingüística.
Si su novela trata acerca de la trata sexual también trata del fenómeno de dependencia cultural. La única manera de hacer contrapeso a la aculturación desmedida es fomentando el uso de nuestras variedades dialectales.
Los personajes de Andrés hablan con el orgullo del timbre de la región centroamericana. Pienso que acá tenemos una gran lección: nuestros pueblos deben reforzar ese bagaje cultural. Andrés nos hereda una gran lección: los escritores de esta región del mundo deben escribir con las palabras con las que nuestros ancestros sembraron nuestros más altos árboles.
Los personajes de la novela de Andrés usan el voseo, porque éste es uno de los pilares en que se funda nuestra unicidad. ¿Imaginan que todos nuestros pueblos hablaran con el tono y el ritmo de los demás pueblos? Perderíamos identidad.
Pero no sólo el voseo está presente en esta historia, también está presente el caló, que es una jerga especial que sólo dominan los involucrados en grupos especiales. Este caliche no es más que la certeza de que el lenguaje es un elemento vivo, que, en muchas ocasiones, se aparta de los salones exquisitos, donde los académicos dictan las normas del buen decir.
La inclusión de estos elementos en la novela de Andrés le da un brillo especial. Son elementos que la llenan de vida, que nos dicen que el deber de un escritor va más allá de la narración de una historia, que en este caso es una novela que nos da a conocer un cristal roto del gran ventanal de la miseria humana. El escritor debe entregar a sus lectores esos mínimos gajos que son muestra de rebeldía. La lengua que se habla en la calle, en la plaza, en el café o el burdel es muy diferente de la que se habla en los grandes salones del poder. Acá, en la novela de Andrés, hallamos una historia que se forma en el fango de los prostíbulos y en la oscuridad del callejón absurdo. La literatura no sólo expone casos sociales, también es el resguardo de nuestros tesoros lingüísticos, es la muestra de que la gente de a pie encuentra, a través de la palabra, resquicios donde expone su lucha contra la explotación en todos los sentidos.
Para que tengan una idea más cercana de lo que digo, me permitiré leer un párrafo de ese lenguaje que está lleno de palabras que se saltan las bardas del decir exquisito:
“Una tarde, ya en horas pardas, en que no se sabe si es de día o si es de noche, Luis estaba bebiendo en la cantina con Alfonso, un viejo expatrón y amigo suyo de ochenta años, con el que había trabajado un año atrás como ayudante en su taller mecánico. Después de un rato, Alfonso se atrevió a decirle:
―Te voy a comentar una cocoa, nomás pa que sepas, no es por bochinche, ya sabes que a mí no me gusta vidajenear; tú sabrás si te metes o no, ese es asunto tuyo. Hace una semana fui al lupanar a ver pelas y vi a Luz, la hija de tu mujer. Yo ya estoy muy viejo, voy de vez en cuando a esos lugares, solo, nomás a divertirme; nunca fui rejero, ni cuando buai. Tomo un par de chupes, miro muchachas, me pongo un poco arrecho y las invito nomás de puro grubeo, para conversar un rato, les invito dos o tres copas, se ganan su comisión y las dejo ir. A Luz la tienen medio escondida porque está muy polla (…) Ella me contó que Pedro la metió a trabajar en ese lugar y que la trata mal, que la explota, porque él se lleva las dos terceras partes de lo que gana y cuando protesta le pega. Yo no quiero flintín con ese man, es un rambulero, pero creo que esta situación es un vale cebo”.
¿Ven? La literatura está llena de estos guiños, de estos elementos que nos hablan de la vitalidad de la lengua. La novela de Andrés está llena de estos guiños, que son una lección permanente para los escritores de esta región del mundo.
Gracias.